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Medardo Arias Satizábal

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A mano alzada

Algunos escritores hoy están convencidos de que escribir a mano permite transmitir mejores emociones, por la conexión neurológica que existe entre el cerebro y la decisión que demanda dibujar una letra...

2 de mayo de 2024 Por: Medardo Arias Satizábal

Hoy parece una labor titánica, increíble, pero La Ilíada y La Odisea de Homero, Las mil y una noches, la Noche oscura del alma de San Juan de la Cruz, El camino de perfección de Santa Teresa de Jesús, El Quijote de Cervantes, Rojo y Negro de Stendhal, el Cándido de Voltaire, los poemas eróticos de Pietro Aretino, El Decamerón de Giovanni Boccaccio, las memorias de Alejandro Magno, la poesía de Arthur Rimbaud, Las Flores del Mal de Baudelaire, fueron escritas a mano, con pluma de ganso o de oca, y con largas pausas entre párrafo y párrafo, mientras mojaban las puntas en gordos tinteros.

Con la invención de la máquina de escribir se dio uno de los primeros pasos para la desaparición de la escritura a mano alzada, pero a la Remington, a la Olivetti y a la Smith Corona, le sobrevivieron las cartas de amor, las postales de viajes y la escritura escolar en cuadernos donde los textos iban en azul y los títulos en rojo.

En ese intento por hacer hermosa la escritura, surgieron varios métodos, entre los que brilló el Palmer, el cual exigía la mano y el pulso a través, inicialmente, de ejercicios que mejoraban el desplazamiento de la escritura con rutinas geométricas, arriba y abajo y en forma circular (los ‘Rolls’). Así, al momento de ensayar una mayúscula o una minúscula, se tenía ya la memoria de un trazo que resultaba precioso. Vocales y consonantes tomaban vuelo, se hacían cuasigóticas o tomaban la austeridad y compostura de la letra ‘imprenta’.

Ante la desaparición de la escritura a mano, una realidad dramática hoy, en Phoenix, Arizona, existen hoy robots que escriben notas ‘con perfecta caligrafía’ e inteligencia artificial. En ‘Your Word in Pen Ink’ si alguien quiere enviarle una nota diferente de cumpleaños a la abuela, o quiere personalizar un regalo con una carta ‘a la antigua’, paga para que el robot pergeñe un mensaje de estilo con tinta húmeda, como en los tiempos de la pluma fuente. Guardo celosamente el Parker de mi padre, con tapa de oro y su nombre burilado en la superficie, pero su fuente está seca desde hace varios años, desde que desapareció la Parker de la Plaza de Cayzedo. No sé quién puede hacer el milagro de resucitar este estilógrafo.

El expresidente de los Estados Unidos, Thomas Jefferson (1801-1809), tenía un mimeógrafo que permitía seguir su escritura, y así guardaba copia de sus cartas, antes de la invención del papel carbón, otra antigualla que desapareció del lenguaje diario, como el Papel Sellado.

Algunos escritores hoy están convencidos de que escribir a mano permite transmitir mejores emociones, por la conexión neurológica que existe entre el cerebro y la decisión que demanda dibujar una letra, plasmar una pasión, certeza cada vez más enraizada entre quienes escriben poesía. Gabriel García Márquez, no obstante, pensaba que una de las mayores gracias que había recibido en la vida era la invención del ordenador, con el que escribió buena parte de sus últimas obras. Expertos aseguran que escribir a mano “favorece la expresión de las ideas”, y agregan además que “la caligrafía ejercita y refuerza la memoria, mejora el estado de ánimo y hace que el cerebro se ocupe de manera creativa…”.

Ya en California se decretó el aprendizaje de la escritura a mano para estudiantes de primero a sexto grado; una medida similar fue adoptada en 24 estados para evitar la desaparición física de una escritura que regresó a lo cuneiforme y a lo jeroglífico. Ya pocos expresan una emoción real con todas sus letras en el WhatsApp de un teléfono celular. Alegría es una carita feliz, y un mensaje de pésame puede ser una carita a la que le resbala una lágrima, con la sonrisa invertida.

En mi caso, cada vez hablo más, escribo a mano y todavía limpio los discos de vinilo con un retazo de seda, para escuchar un buen bolero mientras llueve.

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