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Mientras el Gobierno y los líderes del Consejo Regional Indígena discuten en Santander de Quilichao temas cruciales, la minga sigue con quince mil personas en una montaña a diez minutos de la Carretera Panamericana, en la vereda El Pital. | Foto: Foto: Raúl Palacios / El País

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El corazón de la minga indígena que paraliza el Suroccidente del país

La protesta se debate entre bloqueos en la vía Panamericana y la cotidianidad en la montaña.

27 de marzo de 2019 Por: Jessica Villamil Muñoz - reportera de El País

Minga: Reunión de amigos y vecinos para hacer algún trabajo gratuito en común, dice el diccionario de la Real Academia Española. En cambio, para algunos opinadores y políticos en redes sociales, la minga es una conformación de “indios delincuentes”, “guerrilleros”, “indígenas cuyas causas no son nada nobles”.

La normalidad de la vía Cali-Popayán se ve interrumpida justo a 500 metros del peaje de Villa Rica, en Cauca. A lado y lado de la carretera están apostados decenas de camiones cargados con alimentos, materiales de construcción, suministros agrícolas, combustible, trasteos. Luego la soledad se hace una constante, interrumpida solo por grupos de venezolanos que caminan con dirección al Sur, a cuestas con sus maletas, coches para niños, colchones.

En Cajibío, a una hora de recorrido, la soledad se rompe: indígenas con los rostros cubiertos con camisetas y pañoletas de colores rojo y verde, machetes en el cinto, bastones que ellos llaman ‘de mando’ sentados y parados a lo ancho de la carretera. Bloquean la Carretera Panamericana con rocas, muros construidos con tapas de alcantarillado, alambres de púa, pequeñas montañas de tierra.

- ¿Para dónde van?

A El Pital

- ¿Sus documentos de identidad?

Y, así, la escena se repite tres veces mientras el carro esquiva los retenes ilegales y el conductor responde preguntas incómodas, hasta llegar a la vereda El Pital, donde está el corazón de la minga ‘social por la defensa de la vida, el territorio, la democracia, la justicia y la paz’. La misma que tiene en jaque al Gobierno y al Suroccidente colombiano.

Montaña arriba. Doce del mediodía. No solo las ollas hierven, cientos de personas caminan por una carretera empantanada y a lo largo de cinco kilómetros se explayan tiendas de campaña, carne cruda tendida en cuerdas, racimos de plátano tirados en el suelo, costales de papa, verduras, ventas de gaseosas, jugos y aguas de marca exclusiva de las comunidades.

Mientras algunas mujeres cocinan la ‘sopa de la lucha’, un caldo con maíz tostado, ullucos, coles, papa, yuca, verduras y carne, del que comen casi 15.000 personas, los hombres hablan en clave por radio teléfonos, dan coordenadas. Otros hacen romería y comentan sobre lo difícil de las negociaciones con los funcionarios que fueron enviados por el presidente Iván Duque para lograr una salida a la crisis.

Juan Carlos Díaz, integrante del cabildo de Pía, explica que la minga es “una muestra de resistencia del control territorial”, que cuando son convocados se reúnen familias enteras con niños, jóvenes y señoritas porque “estamos exigiendo derechos de todos nosotros, los indios”.

En otro extremo de la montaña está Viviana Ipía, quien hace parte del componente de Educación Indígena de la Secretaría de Educación del Cauca.

Mientras llega otro aspirante a profesor en uno de los cabildos, Viviana cuenta que durante la minga todas las actividades tienen que seguir su cotidianidad. Por eso, hay espacios para la cultura y el deporte y para los funcionarios que, como ella, deben continuar con sus procesos de selección.

Los indígenas aseguran que no están infiltrados ni por políticos ni por ilegales. Joe Sauca, líder de Derechos Humanos del Consejo Regional Indígena, Cric, cuenta que tienen el control territorial, que cualquier cosa que ocurra estará bajo su conocimiento y que la Jurisdicción Indígena podrá orden.

Otros mingueros sostienen que están peleando por sus derechos y que los consejeros no son personas adineradas como dicen en la televisión, pero de la minga entran y salen personas en camionetas de alta gama y hay comida sin restricción hasta para los visitantes.

Tranquilidad en la vía al mar

Pese a la presencia de indígenas en un tramo de la vía Cali Buenaventura, desde el domingo pasado, no se han registrado bloqueos o interrupciones del tráfico vehicular.

Agentes de Tránsito del Departamento, Policía de Carreteras y Ejército controlan el área de La Delfina, donde permanecen concentrados al menos cinco mil nativos de Quindío, Chocó, Risaralda, Antioquia y Valle.

”Yo creo que siempre debe haber diálogo, el dialogo social, nada de vías de hecho en donde vamos a perjudicar a terceros, eso es fundamental. Nosotros estaremos allí dialogando, trabajando con ellos de la mano, lo hemos venido haciendo durante todo este tiempo”, dijo la gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro.

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