"Con 'Sin senos sí hay paraíso' muestro una generación distinta de niñas": Bolívar
Gustavo Bolívar trae de vuelta Sin tetas no hay paraíso, criticada por muchos pero que -según él- aporta muy buenas enseñanzas. Conozca los secretos del creador de El Capo y Pandillas, guerra y paz.
Gustavo Bolívar trae de vuelta Sin tetas no hay paraíso, criticada por muchos pero que -según él- aporta muy buenas enseñanzas. Conozca los secretos del creador de El Capo y Pandillas, guerra y paz.
Cuando Gustavo Bolívar Moreno empezó a escribir Sin tetas no hay paraíso, su hija Leidy Susana era una adolescente como Catalina, la protagonista de su historia.
Él cuenta que mucho de lo que escribió en ese libro que inspiró una serie de televisión, se basa en un diálogo que siempre quiso sostener con su única niña (tiene otros dos hijos varones).
Ahora que mi hija tiene 30 años le confesé que no tuve el arrojo para charlar con ella de esos temas y que mientras escribía ese libro, me imaginaba que estaba hablándole. Ella nunca mostró interés en quererse operar, pero yo tenía ese temor y le ponía ejemplos en el libro de por qué no hacerlo, dice el libretista, quien presenta la segunda parte de su historia en la serie Sin tetas sí hay paraíso, transmitida por Caracol TV, en alianza con Telemundo.
Su libro, asegura el escritor nacido en Girardot, Cundinamarca, lo pedían en los colegios, lo leyeron millones de niños, lo que me dejó satisfecho. Sabía que entablaba un diálogo con cada adolescente que lo leía.
¿Por qué hacer una segunda parte de Sin tetas no hay paraíso?
El primer libro lo escribí en 2002 y en 2006 salió la serie. Debí esperar varios años para que la niña de doña Hilda y Albeiro creciera. En Sin senos sí hay paraíso quería mostrar una segunda generación de niñas distinta y una protagonista consciente de los errores que cometió su hermana y dispuesta a sobreponerse a las amenazas de su entorno, que son las mismas de antes porque a pesar de que desaparecieron muchos carteles, hay otros.
¿Qué efecto cree que generó en la juventud Sin tetas no hay paraíso en el campo de la cirugía estética?
Cuando publicamos el libro Sin tetas no hay paraíso, discutimos con la editorial si hacíamos 500 o 1000 libros y vendimos un millón. Puse en el libro mi email y miles y miles de niñas de México, España y Colombia me contaron que desistieron de operarse sus senos. La serie y el libro estigmatizaron tanto a la mujer con prótesis grandes, que ahora prefieren senos pequeños, armónicos. Los médicos dicen que ya no piden prótesis 36 o 38.
¿Hay proyectos suyos que hayan censurado en televisión?
Sí claro, cuando a uno le aprueban un proyecto ya han pasado tres que no han interesado a los canales, y justamente son esos donde no hay violencia. Tengo 50 proyectos registrados, pero me quieren encasillar en esto. Por eso mi afán de terminar El último príncipe azul y decirles que si quieren algo para televisión es eso.
Algunos ignoran que usted libró con Enrique Parejo González, en el Concejo de Bogotá, una lucha contra los narcos y lo acusan de hacerles apología en sus series. ¿Qué les dice?
La gente cree que porque uno hace una novela de narcotraficantes, les hace apología. No he visto una serie mía ni de mis colegas en las que el narco se salga con la suya, evada la justicia humana o divina, en la que no quede extraditado, en la cárcel o muerto. En ninguna serie termina en un yate con cinco mujeres y bebiendo.
Que Marlon Moreno interpretara al Capo, ¿qué le aportó al rol?
Hay historias que el actor ayuda a engrandecer y Marlon le metió una pasión que pocos actores dan a sus personajes. Charlo por Whatsapp con gente de todo el mundo, hasta de Afganistán, que adoran El Capo y me piden la cuarta parte, que está en camino. No he sentido una devoción tan grande por una historia mía, ni por Sin tetas, después de Yo soy Betty la fea.
Los protagonistas de sus historias: El Capo, Catalina, Los Caínes, los de Pandillas, marcaron a sus actores. ¿A usted cuál lo ha marcado más?
El Capo porque encontré un personaje con el cual cantarle la tabla a la clase política corrupta: Pedro Pablo León Jaramillo. En una escena él le dice al ministro: ¿Quién es más culpable de que yo sea narcotraficante? ¿Usted que me robó el dinero de la educación o yo que era apenas un niño que mamaba la teta de mi madre? ¿Quién rompió esa inocencia? La injusticia social.
Usted protagonizó muchas protestas estudiantiles. ¿Cuál cree que es la gran falla en la educación del país?
Que en pruebas internacionales Colombia ocupe los últimos lugares, que en un informe reciente ninguna de las universidades del país esté entre las 500 mejores del mundo, habla de la pésima calidad educativa. Hay regiones donde los niños transitan por muchos kilómetros en bicicleta, en burro o a pie para llegar a la escuela. Que de cien personas que se gradúan de bachilleres, 14 tengan acceso a la universidad, es mucho desperdicio de talento. Pero sobra dinero para pagarles a congresistas sumas 41 veces más grandes que el salario mínimo, para la mermelada y repartir cuotas de libre destinación a congresistas que, en su mayoría, llenan sus cuentas para comprarle votos a la gente, para asegurar sus proyectos legislativos. Un 10 % del presupuesto se va hacia la corrupción.
No fue un estudiante fácil, ¿verdad?
Me eduqué en colegios públicos. La primaria la hice en Girardot y cuando escribía Pandillas, guerra y paz, me invitaron a mi escuela para dar una charla sobre el tema. Les dije a los jóvenes que el Estado sí tiene un poco de culpa en que no tengamos oportunidades, pero no debemos buscar un estado paternalista que cargue con nuestras culpas, sino poner de nuestra parte y no ir por el mal camino. Cuando murió mi padre yo tenía 10 años y mi madre nos llevó a Bogotá; entré a un colegio público, me expulsaron en quinto de bachillerato y terminé en nocturno, con pésima educación. Estudié en la Universidad de la Sabana Comunicación Social hasta séptimo semestre y decliné por falta de recursos. Me puse a escribir por mi cuenta y a hacer investigaciones.
¿Verdad que una profesora de literatura lo animó a la escritura?
Sí, en el colegio, en tercero de bachillerato, Lucía Murcia hacía concursos de cuento y de relatos y gané algunos. Nos hacía entender la literatura de manera fácil, no esa tortura que les meten a los niños, de obligarlos a leer La Iliada, La Odisea, El Quijote, tan difíciles de entender a corta edad y de allí su rechazo a la literatura. Ella nos ponía a leer libros entretenidos y a veces nos dejaba escoger. Me hizo tomarle cariño a la literatura y atreverme a escribir.
Escribió su primera novela a los 13 años y 20 años después la llevó a la TV, El Precio del Silencio. ¿Cómo fue?
Fue un cuento que la profesora nos puso a hacer de 8 a 15 páginas, pero yo llegué a la 50 sin darle un final. Me dijo que yo lo que estaba escribiendo era una novela, que la terminara, que podía tener de 100 cuartillas de máquina en adelante. Me salió muy larga y mal escrita, El precio del silencio, pero ya mostraba una imaginación, conformación de personajes, manejo de tiempos. La técnica la aprendería en el camino.
¿Cómo llegó a la televisión?
De la mano con la literatura. Me fue encantando el periodismo, soñaba hacer investigaciones. En la universidad escribí ensayos sobre las pandillas de Simón Bolívar, y al retirarme me encontré al abogado a cargo del caso de la muerte de Doris Adriana Niño, quien me dejó ver el expediente y me enamoré de la historia. Escribí El Cacique y la Reina y se interesaron en pasarla por TV. No había quién se le midiera a leer 66.000 folios para hacer la adaptación. Presenté la historia en formato de periodismo, recreando lo que yo pensaba, que la habían asesinado, y lo que decía la abogada, que Diomedes la había dejado en un taxi y no había sabido nada más.
¿Hacia dónde va la TV?
Está pasando por una crisis dura y definitiva. Los televidentes se están yendo a otras plataformas, especialmente Internet. Hacer un capítulo de El Capo hace cinco años costaba US$ 250.000, hoy es impensable hacer una serie por ese precio. Se cobra por la cantidad de puntos de rating.
Sin tetas sí hay paraíso la financia Telemundo, pero las nuevas novelas de RCN y Caracol serán austeras. Estuve la semana pasada en RTI, donde hacían cinco novelas al año, y están liquidando la empresa. Les compré unas cámaras con las que grababan Animalandia y voy a exhibirlas en Girardot, como de museo. Y vienen más cierres. La TV la están sosteniendo los adultos que no tienen Internet ni el hábito de entrar a Youtube, pero cuando estas señoras que ven las novelas no existan, no habrá a quién entretener. Los chicos de hoy no quieren esclavitud con los horarios, quieren ver lo que les da la gana y no lo que les manden. Es imparable.
Gustavo inéditoHay quienes creen que Pedro Pablo León Jaramillo, El Capo es Pablo Escobar. Su creador, Gustavo Bolívar, lo desmiente: Concebí El Capo con la sagacidad de Pablo Escobar para escaparse, la inteligencia de los Rodríguez Orejuela para esconder el dinero y pasar ante la sociedad como si no tuvieran vínculos con el narcotráfico. Fue un híbrido.
Antes, Bolívar había escrito El candidato y trabajó con el exministro de justicia Enrique Parejo, a quien gente de la mafia había abaleado y salió ileso. Tras entrevistarlo, Gustavo le envió un proyecto de cómo llegar a la presidencia y lo llamó a ser su asistente como candidato para el Concejo de Bogotá y luego, a la presidencia. Trabajé casi ocho años con este hombre que luchó de frente contra el narcotráfico. Yo recibía, por teléfono, las amenazas que le hacía Pablo Escobar, con las peores palabras. Y él, incólume, un valiente.
Parejo renuncia a la Embajada de Suiza para venir al país a hacer oposición al gobierno de Gaviria, que omitió una denuncia sobre narcocasetes. A los días, la Asamblea Constituyente aprueba el artículo en el que prohíben la extradición y se entrega Escobar, eso le inspiró a Bolívar su libro El candidato, de cómo ganar una elección sin recurrir a dineros del narcotráfico.
Gustavo perteneció a Juventudes Galanistas: Estuve en Soacha el día que asesinaron a Galán, quedé con el dolor de ver cómo en este país mataban a la gente buena y el malo ganaba. Advierte que mientras este país no sea educado, es tiempo perdido hacer política, tendría que volverme corrupto y no voy a hacer concesiones morales. Prefiere hacer campaña contra los corruptos en sus redes sociales o con su fundación Manos Limpias.
Admite que Pandillas, guerra y paz, su exitosa serie, fue una tarea de la universidad, que cuando hizo los capítulos sobre la muerte de Doris Adriana Niño en Unidad Investigativa le pidieron más historias con ese formato: Este es el único país donde han asesinado a seis candidatos presidenciales: Jorge Eliécer Gaitán, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Carlos Pizarro, Galán, Álvaro Gómez. Dije que quería contar eso y me dejaron. Hice miniseries del asesinato de Galán y del de exministro Rodrigo Lara. En Soacha un concejal me confesó que lo amenazaron para que dijera que la Plaza donde mataron a Galán estaba llena de policías, que había gente rara, como un embolador que llegó a su sede del Partido Liberal, se ganó la confianza de todos y se esfumó horas antes de que mataran al candidato, hay cosas que hace tres años concluyó la Fiscalía, da risa ver cómo amañan las cosas.
Ahora está dedicado a sus libros El final del paraíso, tercera parte de Sin tetas y El último príncipe azul: Un personaje casi sin defectos, que me habla desde hace tiempo en mis redes, con el hashtag #VersosDeMediaNoche, quiero que esta sea mi obra cumbre, así no venda tanto como Sin tetas.
Atado a la poesíaSe ríe cuando se le pregunta si se podría hacer un biopic sobre él. Un amigo que escribe conmigo dice que le gustaría contar muchas anécdotas mías, le digo que no lo haga cuando yo esté vivo, me daría mucha pena, dice Gustavo Bolívar.
Confiesa que ha tenido dos matrimonios fracasados: Mis tres hijos los tuve con dos esposas distintas. Y con mi novia estoy en planes de casarme, pero en el último mes he tenido muchísimo miedo de volver a fracasar, creo que el culpable he sido yo, me meto mucho en el trabajo, es algo que quiero cambiar.
Pero tiene una razón comprensible: Cuando está la novela al aire, el día que yo no haga 50 páginas se detiene la grabación, estamos hablando de US$100.000 por un día, que están en el contrato y que, de no cumplir, me los cobran a mí. Ni los hijos ni la esposa lo sacan a uno de esos encierros largos. Corro, escribo, es muy esclavizante. Muchos dicen este se enriqueció con eso, no saben las miles de horas que ha tenido uno que estar encerrado, privado de cosas. Ahora cuenta con la suerte de tener por novia a su asistente de libretos: Resulta ameno, estamos encerrados juntos. Puede que por ahí funcione.
Considera que el tamaño de los senos no importa, pero sí el del cerebro. Es muy tímido para enamorar envolviéndolas en segundos, como lo hace El último príncipe azul. De él tengo esa parte de escribirles carticas, poemitas.
Cuenta que su personaje del príncipe comenzó a cobrar vida en sus redes sociales. Yo nunca había hecho poesía, pero con esas frases que empezaron a brotar de él, incursioné en los poemas, sin ser poeta, en abril de 2015. Cuando llevaba una semana dije Voy a escribir un poema todas las noches.
Luego dijo: voy a escribir 200. Me impuse el reto de escribirlos durante un año. Me encerraba en un baño, donde fuera y en el país que estuviera. Van 418, pero ya son más esporádicos, me estaba volviendo loco, estaba preso de la poesía. Rompí las cadenas, no tengo la presión del tiempo.
La inspiración también le da para escribir canciones. Hizo el tema de El precio del silencio y en Pandillas, guerra y paz escribió canciones para que el personaje de Juliana las interpretara. En Sin tetas sí hay paraíso creó diez, una para cada personaje. Así es Gustavo Bolívar, creativo. Lo amen o lo odien, no dejará de escribir.
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