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Andrés Felipe Solano, el escritor que lo dejó todo para vivir en la cuerda floja

Este escritor empezó de cero en Corea del Sur, el país donde los hombres se maquillan, y la historia la cuenta a manera de diario en un libro que obtuvo el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana 2016.

26 de junio de 2016 Por: Santiago Cruz Hoyos | Periodista de GACETA

Este escritor empezó de cero en Corea del Sur, el país donde los hombres se maquillan, y la historia la cuenta a manera de diario en un libro que obtuvo el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana 2016.

A veces, uno más uno no es igual a dos, un fracaso no es, precisamente, una derrota. Andrés Felipe Solano, cronista, escritor, tenía un contrato con la editorial chilena UDP para hacer un perfil sobre Luis Buñuel.  

- Yo vivía en España por ese tiempo, visité Calanda, el pueblo donde nació en plena Semana Santa y recorrí muchos de los lugares donde estuvo, incluso alcancé a entrevistar a su hijo en París. Pero no pude con él, no me salía.

Andrés finalmente regresó al país donde había permanecido en 2008 haciendo una residencia literaria: Corea del Sur. Fue allá, también, donde conoció a quien es hoy su esposa Soojeong (Cecilia, en Occidente). 

A su arribo a aquella nación en la que los hombres gastan tanto en maquillaje como las mujeres, la cronista y editora Leila Guerriero le propuso que en vez de Buñuel escribiera  un libro sobre sus días en Seúl, la capital. ¿Cómo es vivir en una cultura que en este lado del mundo se nos puede parecer tan extraña o por lo menos, tan diferente? 

[[nid:549999;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2016/06/p4gacetajun26-16n2photo02.jpg;left;{Andrés Felipe Solano, autor del libro 'Corea: apuntes desde la cuerda floja'.Foto: Camilo Rozo | Especial para GACETA}]]

- En principio no quería que fuera un libro tan confesional, pero después de hablar con Leila me di cuenta de la necesidad de que basculara entre mi vida y unas pequeñas crónicas sobre ciertos aspectos de Corea. Así le fui dando el tono. Llevé un diario desde que arrancamos con el proyecto y yo mismo me edité. Al tratarse de una cosa tan personal, Leila no quiso meterse mucho en esa parte. Pero obvio, sin ella como lectora y sin que me hubiera convencido de abrir las compuertas de mi vida habría sido otra cosa, quizás un libro de viajes muy convencional.

‘Corea: apuntes desde la cuerda floja’, el libro, obtuvo el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana 2016, dotado con $40 millones. Entre los finalistas estaban, también, escritores como Juan Gabriel Vásquez y William Ospina.

“Con una gran capacidad de introspección y al mismo tiempo de observación, el escritor Andrés Felipe Solano nos lleva al asombro cotidiano de una cultura lejana que se mira con simpatía pero conservando una distancia que llega a ser también comprensión de lo extraño. Hay que destacar además la lucha del escritor por construir su obra en medio de un ambiente intraducible y sobreponiéndose a cualquier dificultad", dijo el jurado, integrado por Juan Villoro, Mario Jursich, Carmen Barvo, Juan Esteban Constaín y Juan Diego Mejía.

A veces, uno más uno no es dos, un fracaso no es, precisamente, una derrota. 

***

Cuando llegó a Corea del Sur Andrés Felipe tenía – tiene-  un propósito: vivir de lo que escribe. La historia ya la ha contado: se cansó de ser editor de crónicas en SoHo, esa vida de oficina, sentía además que tenía que lanzar los dados de nuevo, lanzarse de cabeza a un proyecto distinto, uno de largo aliento, salir, digamos, de la zona de confort. Entonces viajó a Medellín para vivir seis meses con el salario mínimo, un encargo de la revista a la que había renunciado. 

La experiencia de aquella crónica le cambió la vida. Nunca más se volvió a emplear tiempo completo, por ejemplo. 

Su diario de Seúl habla precisamente de ese vértigo de dejarlo todo, estar todo el tiempo, como el guiño del título del libro, en la cuerda floja y encima no tener el dinero para satisfacer ciertos caprichos como unos zapatos de 600 dólares que, escribe Solano, de tenerlos se los pondría incluso para dormir. Con el vértigo, además, una pregunta: ¿qué va a pasar, qué va  a pasar, qué va a pasar?

- Es un miedo muy básico. Miedo al fracaso, a deshacerse poco a poco.

Y sin embargo, Andrés Felipe no se deshizo. En su primer año en Corea actuó en una película, dictó un taller, fue traductor, leyó noticias en radio, ofreció artículos a revistas en los que narraba  cómo era su relación con la comida coreana, “saquear mi propia vida para ofrecérsela al mejor postor”. Justo cuando su cuenta de ahorros estaba próxima a llegar a cero, aparecía algo. ¿Golpes de suerte?

- Estaba dispuesto a hacer de todo, de hecho lo que menos quería era escribir artículos, y empezaron a llegar cosas como ese papel en una película, que es de clase B, no creas que es una gran producción. La suerte quizás se construye. El aparente golpe de suerte puede llegar muchos años después de haber abierto el camino.

De a poco, también, Andrés Felipe  se fue convirtiendo en un coreano más. Cada  jueves viaja al puerto de Busan, a tres horas de Seúl, para dar una clase. Justo el día anterior a esta entrevista desayunó en la estación de trenes una sopa picante a las 9 de la mañana. Solo los viejos a su alrededor y él la pidieron. 

- Con eso te digo todo. 

[[nid:549996;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2016/06/p4gacetajun26-16n2photo03.jpg;left;{“La suerte quizás se construye. El aparente golpe de suerte puede llegar muchos años después de haber abierto el camino” -Andrés Felipe Solano}]]

Echar raíces en un país lejano y en el que se vive a 14 horas de diferencia con Colombia tiene que ver a lo mejor con otro asunto. Bogotá, la ciudad donde nació Andrés en 1977, no es precisamente su ciudad. “Bogotá me enferma”, escribe en ‘Corea, apuntes desde la cuerda floja’. “Odio el frío”, además. 

- Quizás lo que me enferma es mi yo en Bogotá, el no encontrar nuevas maneras de habitarla. Algo se activa de inmediato cuando llego, una carga de prejuicios de los que no soy capaz de sacudirme o que bien identifico y me empiezan a comer por dentro. Igual es un monstruo indomable. Sin ser taurino ni mucho menos, la mejor analogía que se me viene a la mente es que Bogotá es una plaza muy difícil. Quita más de lo que da. De todas maneras aquí (en Corea) he pensado que mis lazos con la ciudad no son tan fuertes y no veo por qué mantenerlos a toda costa. Por ejemplo mis padres y abuelos no son de allá a pesar de que hayan hecho gran parte de su vida en Bogotá. Yo mismo creo que de volver a Colombia, me iría a vivir a otra ciudad.

Además en Seúl se dio cuenta de que caminar solo y sin miedo por una calle a las tres de la mañana es posible. Eso puede sonar como una frivolidad en comparación con la extrema violencia que existe en  Colombia, dice Andrés, pero al mismo es una cosa tan simple que se le había olvidado que existía. El acto más violento que llegó a ver en su primer año en Corea fue un vómito en el metro. 

- Recuerdo que un periodista argentino que llevaba mucho tiempo en Europa dijo en una entrevista que extrañaba las peleas en las calles. ¿Cómo se puede extrañar a un hombre con un pico de botella listo a enterrárselo a otro? 

En ‘Corea’, el libro, Solano cuenta la anécdota  de un hombre que, por cierto, le dijo: “este es un buen lugar para alguien que no es violento”.

***

Los homicidios son una rareza en Corea; los coreanos, pareciera, no sudan o por lo menos no es fácil conseguir desodorante; los hombres se maquillan; ninguna mujer fuma en la calle; cargar una tarjeta de presentación es tan importante como llevar el celular; en el celular, los coreanos bajan películas con la rapidez con la que se descarga un inodoro; afeitarse a diario y a ras es una obligación para los oficinistas; existe un helado de maíz; dar propina es una ofensa; la mantequilla y el queso se pagan a precio de oro…

Durante un año, Andrés Felipe se dedicó a eso: mirar con respeto y entender una nueva cultura que en el fondo, pese a las aparentes distancias, comparte asuntos en común con lo que somos en esta parte del planeta. Los coreanos, al igual que  buena parte de los colombianos, son supersticiosos. Pero hay más. 

- La manía por saber cómo los perciben los extranjeros. Creo que parte de un complejo de inferioridad y de haber estado aislados mucho tiempo. A nadie le interesaba venir a Corea, para qué, y ahora llegan hordas de turistas. Lo mismo pasa en Colombia. La violencia de cierta forma nos encerró y cualquier visitante es recibido como un redentor al que hay que agradar. 

***

Andrés Felipe Solano ha publicado dos novelas – ‘Sálvame, Joe Lois (Alfaguara 2007) y ‘Los hermanos Cuervo’ (Alfaguara, 2012); una crónica de largo aliento que ahora se consigue como libro,  ‘Salario mínimo’; su diario ‘Corea, apuntes desde  la cuerda floja’. Y ha escrito artículos para SoHo, Arcadia, Gatopardo, Babelia, Granta, entre muchas otras revistas. 

Y sin embargo, dice desde Corea del Sur,  “para nada” vive de lo que escribe. 

- Vivo de otras cosas. 

Ni siquiera los premios como el Biblioteca de Narrativa Colombiana son garantía de dejar de una vez por todas la cuerda floja.

- Después del premio tengo unos ahorros y llegan más mensajes por Facebook de lectores, cosa que siempre me emociona. Y bueno, un extracto del libro fue publicado por la revista del Instituto de estudios coreanos de la Universidad de Harvard. Pero de resto todo sigue igual. Alguien me preguntó justo en medio del agite qué se sentía haber ganado. Al principio me pareció una pregunta tonta pero después me di cuenta de que un premio es una cosa rara, atrae la atención de una gran cantidad de extraños que te proporcionan un subidón y te abandonan al momento. Como debe ser.

 

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