EDUCACIÓN
Paradojas del lenguaje incluyente, un debate necesario que agita los círculos sociales
La orden de un juez de cambiar el lema de la Alcaldía de Bogotá encendió de nuevo el debate: ¿cuándo el lenguaje es incluyente y cuándo no? La lingüista Ana María Díaz nos da su opinión.
Corre un debate sobre el lenguaje incluyente con respecto a un juzgado que ordenó a Enrique Peñalosa, alcalde de Bogotá, a decir “Bogotá: mejor para todos y todas” en su lema de gobierno.
La Real Academia considera que “todos y todas” es desacertado, pues el masculino en español es genérico y puede englobar al femenino. Sin embargo, para efectos jurídicos referidos a la inclusión de todos los seres humanos y evitar la discriminación, en ciertas instancias debe usarse el lenguaje incluyente. Es el caso de lo que ocurrió en Bogotá.
Todo el problema viene del latín, que tenía un género masculino terminado en “us” y un género neutro terminado en “um”. De la terminación “um” que terminó en “o” se empezó a usar en todos los casos: sujeto, objeto… al desaparecer el sistema de casos del latín.
Así pues, en castellano solo quedó “um”. Luego “um” se transformó en “u” y finalmente en “o”. Y el género neutro desapareció, dejando únicamente masculino y femenino. Los sustantivos neutros del latín pasaron a ser masculinos en castellano.
Aunque la Academia no lo quiera, la terminación “o” en “todos” es masculina, y es válida la reivindicación feminista de especificar “todos y todas”. Es indignante cuando en un grupo de 10 mujeres y un solo hombre tengamos que usar “todos” por el hombre que está ahí. Y si un censo muestra que hay más bogotanas que bogotanos (caso hipotético, no tengo el censo aquí), pues debería primar la mayoría. ¿O es que las mujeres también son hombres (del mismo modo en sentido contrario, como dijera la reina)? ¿O tal vez de su costilla, como quiere el relato creacional de la Biblia?
Si “todos” fuera genérico, podríamos decir “todos” para referirnos a un grupo exclusivo de mujeres. Si es un grupo mixto, decimos “todos” porque hay hombres, lo que demuestra que sí hay algo respecto al género.
Yo soy partidaria de aceptar el “todos” como genérico, y hacer este sacrificio en aras de la economía del lenguaje, pero deberíamos entonces decir “todas” cuando es evidente que el grupo es mayoritariamente femenino. Entre más mujeres, se justifica menos el uso del genérico.
Fue Michelle Bachelet, presidente de Chile, de las primeras que utilizó “presidenta”, para manifestar una posición política de género. Para cargos que implican poder, como “jefe” o “juez”, el feminismo reclama la inclusión de género: “jefa” o “jueza”. No así para casos como “estudiante” o “demente”. El feminismo no reclama “dementa”, tampoco "docenta".
Ahí viene la contradicción. Cuando uno dice “presidente”, ¿por qué se hace la imagen mental de un hombre? Por toda la tradición patriarcal, donde ha sido costumbre que los presidentes solo sean hombres. Sería mejor empezar a hacerse la imagen mental de una mujer sin necesidad de utilizar la “a”, cambiar el pensamiento antes que la palabra.
Además, para ser consecuentes con “presidenta”, habría que marcar también todos los adjetivos: “ella es consecuenta con sus ideas”, “esa película es fascinanta”, “tu hija es geniala”.
Recuerdo que el feminismo solía criticar “poetiza” o “sacerdotisa” como discriminatorios. Las feministas reclamaban que una mujer también podía ser “poeta” o “sacerdote”, no había que segregar a las mujeres de estas profesiones. En este orden de ideas, ¿decir “presidenta” no sería también segregar a las mujeres?
Otro sufijo que no marca el género es la terminación “ista” de “periodista”, “artista” o “deportista”, que proviene del griego “istés”. Por esa razón no hay necesidad de decir “periodisto” para ser incluyente con los hombres.
Ahora bien, el uso de signos especiales como “todxs” o “tod@s” tiene un problema: ¿cómo se pronuncian? Si yo estuviera leyendo en voz alta: “Bogotá: mejor para todxs”, ¿cómo lo leo? Tendría que leerlo “todex”, para eso más bien escribimos “todes”. Porque la “e” no marca masculino ni femenino, como ocurre también en “presidente”.
La mejor salida sería leer “todxs” como “todos y todas”, lo cual implica que una sola letra, la “x”, está representando tres palabras completas, y ahí la escritura estaría funcionando más como el chino o japonés, donde un solo signo puede significar una idea completa.
Yo soy de las primeras que pensaría en una mujer como Ángela Merkel, la presidente de Alemania, al escuchar la palabra “presidente”. No necesariamente un hombre “serio y majestuoso” como Putin o Trump.
Ahora bien, yo sí creo que en palabras que terminan en “o” se está marcando el género masculino, de manera que habría que decir “médica”, “ingeniera”, “música”, “política”... No importa que “música” o “política” se confundan con el nombre de la profesión, el lenguaje está lleno de estas confusiones y el contexto siempre lo arregla todo.
Si la Academia aprueba o no el uso de “todos y todas”, o si organizaciones de derechos humanos lo requieren, eso no importa finalmente. Los cambios dependen de la aceptación que hagan los usuarios de la lengua.
He escuchado el rumor de que en España ya las mujeres en grupos mixtos demandan el uso de “todos y todas”. Si un profesor dice: “levántense todos”, entonces las mujeres del grupo no se levantan. Por favor me corrigen si estoy equivocada. Pero esto sí sería una muestra de que el cambio estaría en marcha.
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