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Letreros como, este ubicados por toda la vía entre el municipio de El Tambo y el corregimiento de Huisitó, dan muestra del poder y el control absoluto que ejerce la guerrilla del ELN en diferentes zonas del territorio. | Foto: Elpais.com.co

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Así fue la agresión del ELN a los periodistas de El País en el Cauca

Dos periodistas y un conductor de El País fueron amedrentados por los supuestos insurgentes vestidos de civil en el corregimiento de Huisitó, en el Tambo.

12 de marzo de 2017 Por: Hugo Mario Cárdenas López | Reportero de El País

Cuando la trompetilla del fusil AK-47 asomó por la ventana derecha del vehículo en que nos desplazábamos, supimos de inmediato de lo que se trataba. Los gritos y las palabras insultantes con las que los integrantes del ELN adobaron la escena para lograr el máximo de intimidación estaban de sobra. Lea también: El País rechaza agresión del ELN a dos de sus periodistas


Aunque las expresiones eran distintas, sus rostros eran familiares. Era la segunda vez en menos de tres horas que estábamos cara a cara con dos de los hombres que ahora nos apuntaban directamente con armas de fuego.

La primera vez fue alrededor de las 2:00 de la tarde de ese mismo miércoles 8 de marzo cuando ‘El Negro’ y ‘El Paisa’, como los bautizamos para diferenciarlos en nuestra discusión interna, aparecieron de la nada entre los cultivos de coca y cacao, mientras realizábamos algunas imágenes en una finca del corregimiento de Huisitó, a cuatro horas de El Tambo (Cauca).

Vestidos como un trabajador más, con buzos y botas plásticas, nos apartaron de las demás personas; durante 45 minutos, ambos con su mano derecha oculta y empuñando pistolas 9 milímetros, cuestionaron nuestra presencia en el sitio, sin haber tramitado un permiso ante el ELN.

Lo preguntaron todo. Sobre el trabajo que estábamos realizando, insinuaron que éramos miembros de organismos del Estado, se inquietaron porque siendo periodistas portábamos chalecos blindados y expresaron sus reparos a las negociaciones del ELN y el Gobierno en Quito.

Por primera vez en mi carrera como periodista pasaba de entrevistador a entrevistado y sentía que la guerrilla me daba a probar algo de mi propia medicina; pero también comprendí que no es igual hablar bajo la simple presión de una grabadora, que teniendo en frente dos pistolas 9 milímetros.

Intentando ser lo más convincente posible, tomé el aire necesario para responder la ráfaga de preguntas con respuestas que ya ni recuerdo. Aunque seguramente les expliqué que estábamos realizando un trabajo periodístico sobre cultivos ilícitos y que los chalecos blindados son parte del protocolo de seguridad que debemos cumplir cuando trabajamos en zonas de conflicto.

Para que no quedara duda de que la zona está bajo el total dominio del ELN, ‘El Negro’ me relató el recorrido que hicimos desde que llegamos a las 9:00 de la mañana a desayunar a una esquina en El Tambo y todas las paradas que realizamos durante las cuatro horas de camino hasta Huisitó.

Pero no fue el único mensaje del control que el ELN ejerce en la zona. Poco después de salir de El Tambo hacia Huisitó, cuando se pierde toda señal del teléfono celular, de la Policía y del Ejército, empiezan a aparecer cada cierta distancia la bandera del ELN pintada en las paredes de las casas, grafitis en alusión a la organización y las órdenes dirigidas a la comunidad.

Varios de esos mensajes advierten que está “prohibido transitar de 8:00 p.m. a 5:00 a.m”, otros en los que se lee: “Se prohibe transitar en moto con el casco puesto” o uno más que advierte que “los vehículos deben movilizarse con las ventanas abiertas” así lleven vidrios claros.

Tal como ocurre en los lugares donde el Estado no hace presencia, la guerrilla dirime los líos en la comunidad, ejerce control social o aplica su concepto de justicia cuando esos mensajes, ampliamente difundidos en las paredes, no son atendidos.

Como la única recomendación para nosotros, luego de 45 minutos de retención, fue que la próxima vez pidiéramos la autorización del ELN para ingresar, decidimos continuar con la labor periodística entre los cultivos de coca, convencidos de que la situación había quedado resuelta.

Con la mente afectada por la cruda experiencia que acabábamos de tener, intentábamos concentrarnos en el trabajo, aunque era inevitable sentirnos en las mismas condiciones de indefensión en las que subsisten muchos campesinos que sueñan con una alternativa distinta a la coca.

Pero no es fácil un acto semejante de rebeldía, entre otras cosas porque Huisitó está vetado por el Estado para recibir créditos del Banco Agrario porque algunos campesinos no supieron utilizar el beneficio en el pasado y ante la falta de seguimiento, terminó el Gobierno subsidiando la deforestación para ampliar los cultivos de coca.

Sin haber concluido el trabajo, decidimos que era hora de cumplir las órdenes del ELN de no transitar de noche y regresamos a Huisitó, un caserío donde aún el campesino llega a la plaza central y amarra su caballo a un palo, como si fuese un parqueadero.

Y es que las bestias son tan consentidas, que mientras en los municipios del país se levanta en el parque la estatua de algún prócer, aquí el prócer es un caballo blanco de crines negras.

Un homenaje al animal que sale a diario con víveres e insumos para la producción de cocaína a lugares ubicados a siete y ocho horas de camino por entre trochas hasta los sitios más inhóspitos de la cordillera.
Quisimos hacer allí las últimas imágenes. Ahora la presión era del reloj y aceleramos la salida. Pero el ELN tenía sus propios planes y cuando se retiraron la primera vez fue solo para preparar la emboscada en la que estábamos a punto de caer.

La trompetilla de nuevo

No pasaron más de cinco minutos después de haber salido del caserío cuando vimos a ‘El Paisa’ que nos abordó entre los cocales que se asomó y se ocultó en un barranco cuando vio venir el carro.

Casi de inmediato se presentó la imagen que redunda en mi cabeza: la trompetilla del fusil AK-47 entrando por la ventana del vehículo marcado por todos los lados con los logos de ‘Prensa’ y ‘Diario El País’.

La cara de ‘El Negro’ y ‘El Paisa’ venía cargada de gestos inamistosos. Tan pronto nos hicieron descender del carro, caminamos a un costado de la vía, y estando de espaldas al carro y al hombre desconocido que portaba el fusil, recibimos la orden de quitarnos todos los chalecos antibalas.

Coincidí luego con mis compañeros en que el escuchar esa frase fue el momento más crítico de la segunda retención. Junto al reportero gráfico giramos la cabeza para vernos y con un gesto apretando los labios nos manifestamos la mismo percepción: “nos van a disparar por la espalda”.

Sentí que no aguantaba más para voltearme cuando ‘El Paisa’ nos ordenó que le entregáramos las billeteras y todos los documentos que portábamos; de inmediato aproveché para girarme y observé que los otros dos individuos estaban como perros de presa revisando cada rincón dentro del vehículo.

Unos minutos después, por el radio que portaba uno de ellos, la voz del que sería el cabecilla del grupo le anuncia “pilas que va el man de la Junta (de Acción Comunal); quítelo de ahí” y casi de inmediato voltea la moto que hizo un intento por detenerse a interceder por nosotros, pero apuntándole con un arma lo obligan a que siga el camino y no alcanzó ni a parar.

Posteriormente nos hicieron entregar los celulares, sacaron los cascos blindados de la bodega del carro y se llevaron lo que había en los maletines, incluidos los apuntes y los detalles que había acumulado en mi agenda.

El hombre del fusil me metió luego de nuevo al carro e intentó sacar el radioteléfono del vehículo, pero ‘El Negro’ le pidió mejor que consultara. Y a través del radio que ellos portaban les dijeron que dejaran el aparato.

Después de 35 minutos de una segunda retención que parecieron horas, nos dijeron que nos fuéramos y que ellos iban a realizar una investigación y que luego de revisar el material que llevábamos, nos harían llegar los equipos a través de algún miembro de la Junta de Acción Comunal de Huisitó.

Tan interminable como la retención fue el viaje de vuelta, luego de ser despojados de equipos y documentos.

Regresar después de tres horas y media de camino al municipio de El Tambo, fue para nosotros como la primera escala de un viaje de regreso a Colombia, luego de una experiencia abrumadora durante un corto paso por ‘la república independiente de la coca’.

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