El País, en las entrañas de la violencia que azota a Tumaco
Extorsiones, sicarios a sueldo y narcotráfico tienen al puerto sumergido en la violencia. Mientras que las autoridades aseguran que el problema ha disminuido, líderes manifiestan lo contrario.
Extorsiones, sicarios a sueldo y narcotráfico tienen al puerto sumergido en la violencia. Mientras que las autoridades aseguran que el problema ha disminuido, líderes manifiestan lo contrario.
¡Qué nadie lo ayude!, fue la orden de los verdugos. Parecían jactarse de tener al borde de la muerte a aquel hombre que yacía en el piso pidiendo auxilio, tras recibir cuatro tiros. En Viento Libre, el barrio más violento de Tumaco, los habitantes sintieron ahogarse con las ganas de gritar. Pero esa tarde, el miedo pudo más que los quejidos de ese moribundo que se retorcía de dolor. Entonces, todos obedecieron. Doña Marta fue uno de esos espectadores inmóviles. Tres semanas después de aquella impotencia, siente que los ojos desesperados de ese hombre la siguen observando. Estiraba los brazos pidiendo un médico. Estuvo así quince minutos. No es su culpa. No es indiferencia. Simplemente desde hace meses la comunidad es presa de la voluntad de hombres armados que deciden quién merece vivir, quién debe callar, quién tiene que irse. Deciden a dedo el rumbo de un puerto sumergido en la violencia.Días judicialesEs martes 27 de septiembre. Son las 10:00 a.m. y el periodista del único diario del municipio ya luce agotado. Por estos días las noticias judiciales son tan numerosas como las veces que el pueblo de Tumaco ha clamado por la paz. Hoy pululan: sigue la búsqueda del secretario del Alcalde que fue secuestrado, al mediodía entierran al concejal que mataron el fin de semana, el presidente Juan Manuel Santos confirmó su visita mañana para reforzar la seguridad, acabaron de matar a otro mototaxista... El 5 de septiembre, en un comunicado de catorce párrafos, el obispo de Tumaco, monseñor Gustavo Girón, denunció el incremento de la violencia, los secuestros y la zozobra. Los líderes también alzaron su voz y recordaron que este año han muerto más de 180 personas. En la Policía se escuchan otras cifras. El coronel Bladimir Rodríguez resalta que este año los homicidios han bajado un 16%: van 152, 30 menos que en el 2010.Sí es así, ¿por qué en todo el país hay una alarma por la violencia en Tumaco? El coronel encoge los hombros y reconoce que, más allá de las cifras, el municipio sí enfrenta a un flagelo nunca antes visto. El poder que han tomado los grupos armados en los barrios y las venganzas por extorsiones no pagadas hoy son la extensión más cruel de la violencia que ya había tocado a este pueblo. A unas cuadras de la oficina del coronel Rodríguez, en la sede de la Diócesis, al Obispo parecen no importarle las estadísticas. Con su voz suave, que apenas alcanza a escucharse entre el ruido de las motos que recorren el centro, critica que las autoridades quieran tapar la situación, mostrando una reducción en los muertos. El religioso hace una llamada y apunta en un papel varios números. Entonces, si de cifras se trata -dice- habría que decir que el promedio de asesinatos en el municipio sigue siendo de 300 por año, que entre enero y septiembre 171 negocios han cerrado sus puertas debido a las extorsiones de Los Rastrojos, las Farc y la delincuencia común, que en el 2011 ha habido unos cinco desplazamientos en los barrios más violentos. El mismo gobernador de Nariño, Antonio Navarro, no ha dudado en denunciar que en Tumaco se extorsiona hasta a la señora que vende empanadas. Una mujer, una que no negocia empanadas pero sí minutos, cuenta que ha pagado hasta $4.000 diarios de vacuna. En una esquina de la Catedral se encuentra el jefe del Gaula de la Policía. Al preguntarle por las extorsiones, mueve la cabeza de un lado a otro. Se ve misterioso. Ahora no, estoy en medio de un operativo. La víctima está a punto de pagar el dinero. Se está yendo -dice entre dientes-. El oficial se marcha apurado. Si algo sale mal, esa persona que se atrevió a denunciar en los próximos días podría despertarse con el estallido de un explosivo en su negocio. Este año han explotado más de quince petardos en establecimientos que se negaron a pagar. Cinco personas han muerto.Barrios no tan libres ¿Se puede ir a Viento Libre? No lo haga. Ésa es la respuesta del Comandante de la Policía, del Personero, del Obispo, del administrador del hotel. Hoy en Tumaco la libertad de los barrios termina en los nombres. Por estos días, los tumaqueños, famosos por sus fiestas de lunes a lunes, a las 8:00 p.m. ya están en pijama. Cómo no, en los últimos meses los grupos armados han impuesto toques de queda para quienes no quieran aparecer muertos por una bala pérdida. ¿Quién se atreve a salir? El presidente de un sindicato de trabajadores dice estar dispuesto a hacer un recorrido por aquel territorio de miedo. En una camioneta blindada, con dos escoltas y unas cuantas suplicas a Dios, cruza esa barrera invisible. En Viento Libre, las calles son ciegas. Son las 4:00 p.m. del jueves 29 de septiembre y los habitantes miran con zozobra la camioneta. Unos niños juegan en la arena invadida de charcos y madera. Otros hombres, con rostros menos amigables, vigilan cada movimiento. En una de las casas que flotan en la marea está Marta, quien recrea la tarde en la que ese hombre murió en frente de los rostros inmóviles de todos los vecinos. La violencia en Viento Libre llegó hace poco. Lo hizo con las Águilas Negras. Un grupo de quince hombres se tomó el barrio. Desde allí enfrentan una disputa a muerte con Los Rastrojos, dueños de otros sectores como Buenos Aires y Panamá. La pelea tiene varias razones. En algunos casos se debe a las rutas del narcotráfico. Aunque el transporte de droga hoy es liderado por los hombres de Comba, fuentes de inteligencia de la Fuerza Naval del Pacífico revelan que las Farc se unieron con las Águilas para recuperar el poder. En estos barrios los jóvenes son sicarios que reciben un sueldo, tienen vacaciones y hasta cumplen horarios. Así lo cuenta un adolescente cercano a Los Rastrojos. Bajo el juramento de no revelar su nombre, el trigueño de aretes en las cejas habla de casas donde sólo viven sicarios. Les pagan $1.200.000 al mes y en todas siempre hay una mujer. Muchas de las víctimas de estos asesinos barateros han sido profesores. El presidente del sindicato del gremio, Sucre Romero, revela que este año diez docentes fueron asesinados por no pagar vacunas. Los motorratones también engrosan la lista de clientes. Este año más de 40 han muerto. Muchos, al parecer, tenían vínculos con los grupos armados. El hambre también mataDesde los botes de los Guardacostas se observa por qué desde hace años Tumaco se ancló en el narcotráfico. Cada casita de madera que flota en la marea tiene un bote parqueado. En la mañana, en la tarde, en la noche, el dueño de ese vehículo puede salir, sin ningún control, por las aguas del Pacífico.Entonces, dice el teniente Wilbhert Castro, cada casa puede ser un muelle por donde existe la posibilidad de sacar droga. La forma de operar de los grupos armados no ha cambiado mucho. La mayoría se camufla por los manglares y esteros y desde allí logra atravesar los ríos Mataje y Mira para llevar la droga hasta Ecuador. Sólo que este año el volumen de exportaciones sí ha disminuido. El Comandante de Guardacostas explica que ya no se ven tantas lanchas Go Fast repletas de toneladas de coca. Ahora la modalidad es cargar pequeños botes con tres o cuatro kilos. El almirante Hernando Wills, comandante de la Fuerza Naval del Pacífico, dice que se han logrado avances. Sostiene que este año se han destruido 14 laboratorios, se han decomisado dos toneladas de marihuana y una tonelada y media de base de coca. Pero sabe que no es suficiente.Los más de 3.000 hombres que llegaron a conformar la Cuarta Brigada Fluvial que inauguró el miércoles el Presidente enfrentan el desafío de cerrar esas miles de salidas de droga. Pero quizá el reto es aún más fuerte. En Tumaco, además de las armas y la droga, el hambre también mata. En Viento Libre sucedió de forma literal. Hace dos meses dos niñas, desesperadas por ese vacío en el estómago, salieron a buscar comida. Cogieron un pez de escamas brillantes. Uno de esos engañosos que están rellenos de veneno y matan al segundo. La suerte de las menores se ha vuelto un presagio en el barrio. Los jóvenes recuerdan el caso para justificar su destino. ¿Usted qué preferiría morirse así o recibir $200.000 sólo por avisar si los guardacostas están cerca o por llevar un paquete allí cerquita?"
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