¡Cali bonita!
La Alameda también se está transformando. el Centro igual. Si cada uno de los que vivimos en Cali pusiéramos un granito de color y luz, esta ciudad, con todos sus problemas, sería la más linda de Colombia.
Quiero a Cali. Amo esas ceibas, esos samanes, esos ficus, esos mangos sensuales, esos chiminangos. Amo los gualandayes y guayacanes que la adornan de rosa y lila, los bambúes que bailan con la brisa vespertina, los cauchos gigantes con esas raíces que se descuelgan desde el aire, ese olor a cadmia que aún conservan ciertos barrios.
Los Farallones recién bañados por la lluvia y el viento se nos muestran impúdicos, desnudos, desafiantes y majestuosos, pero también seductores y dorados cuando el sol se esconde en el oriente y los ilumina en oro y rojo.
Cientos de calles, algunas poco transitadas, enmarcadas por la sombra de las ramas que las convierten en alamedas. Las palmas siempre erguidas, siempre danzantes y coquetas en eterna conversación con sus vecinas.
Me han dicho que las raíces profundas de todos se comunican entre sí, se enlazan, se ayudan y protegen. Son una especie de ejército subterráneo siempre en movimiento y diálogo.
Los trancones los aprovecho para mirar las hojas y seguir el ritmo de sus músicas y murmullos. Pienso en ese milagro genético que hace que ninguna hoja sea igual a otra, perteneciendo al mismo tronco, así nosotros las veamos idénticas.
Cuando paso debajo de las ceibas gigantes de la circunvalación, cierro los ojos un segundo para que me bendigan con su energía y les doy las gracias por existir y permitirme verlas. A veces quiero fundirme en sus troncos y ser parte de ellas. Cuando las abrazo y las escucho, siento su palpitar. Ellas seguirán erguidas y gigantescas cuando yo desaparezca y quede convertida en una bolsita de polvo insignificante a su lado.
Los árboles pueden vivir perfectamente sin nosotros. Nosotros no podríamos sobrevivir sin ellos. Ellos nos regalan el oxígeno y limpian todo el veneno que les lanzamos diariamente. Nos protegen mientras nosotros pitamos enfurecidos al auto de adelante o maldecimos al peatón.
Gracias Santiago Eder Garcés por tu obstinación, tú terquedad, tu quijotesco empeño de regalarle a Cali ese Parque Lineal que como escribe acertadamente Ángela Cuevas, “Cambiará para siempre la vida de la ciudad con sus mil doscientos metros de zonas verdes, caminos, ciclorrutas, juegos infantiles”.
Honrando al río Cali, tan despreciado durante generaciones enteras. Al fin será Cali ese “sueño cruzado por un río”, como lo hacen todos los países civilizados, honran sus ríos. Son su fuente de vida. El Sena, el Tíber, el Tajo, el Guadalquivir, el Duero, el Misisipi, el Hudson, son los reyes de las ciudades que recorren. Eso lo entendió Santiago y su equipo soñador y lo han logrado.
Cambiando los entornos, basta ver la transformación del barrio El Piloto, por donde transité muchos años a la salida del periódico. Era triste y gris. Ahora brilla con luz propia, murales y se convertirá en sitio de encuentro de paseantes, poetas, turistas.
Cali es linda. Queramos y cuidemos al Bulevar. Limpiemos nuestros entornos, no echemos basura a los caños, sembremos alguna planta, pintemos de blanco o de colores nuestras fachadas, por humildes que sean.
La Alameda también se está transformando. el Centro igual. Si cada uno de los que vivimos en Cali pusiéramos un granito de color y luz, esta ciudad, con todos sus problemas, sería la más linda de Colombia.
Podemos lograrlo si nos unimos. ¡Hagámoslo! Tenemos un alcalde de primera y muchos soñadores que logran hacer sus sueños realidad. Criticando no sacamos nada. ¡Accion!