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El otro Kennedy

El problema de fondo no es tanto la asombrosa capacidad de disrupción de un candidato como Kennedy, sino la falta de entusiasmo y esperanza que empaña este ciclo electoral, donde un candidato es muy mayor y el otro se pasa por alto la ley todas las reglas de juego

20 de abril de 2024 Por: Muni Jensen

Robert Francis Kennedy Jr. nació para hacer historia. No es para menos: su familia es lo más cercano a la realeza americana, una dinastía con partes iguales de poder y tragedia. Los asesinatos de su padre Roberty, su tío, el presidente John F. Kennedy, y los escándalos y la influencia de la familia extendida son tema de múltiples libros, series y películas. RFK Junior, como se conoce, es el más reciente protagonista de la novela familiar. El político de 60 años, exfiscal, activista, y enemigo de las vacunas, se lanzó como candidato presidencial independiente para las próximas elecciones de Estados Unidos. Y está revolviendo el avispero.

RFK Jr no tiene los votos para ganar la presidencia. No votará por él ni su extensa familia. De hecho, sus hermanos y sobrinos declararon esta semana el apoyo a Joe Biden, señalando al pariente como un candidato peligroso que se aprovecha de su nombre y su legado. Y tal vez tengan razón. Kennedy es conocido como un amigo de las conspiraciones, declaraciones polémicas como que el Covid fue un intento para acabar con los blancos, que los tiroteos son culpa de los antidepresivos, que la homosexualidad es causada por factores ambientales como los pesticidas y muchas más. Sus planteamientos económicos son atractivos y con tono libertario, pero carecen de fundamentos. Su partido, We the People o Nosotros, el Pueblo, tiene poco apoyo. El verdadero poder de Kennedy hijo, es su capacidad de voltear al revés el resultado de la elección.

El equipo Biden está alarmado. La presencia de JFK Jr. puede dividir el voto del partido demócrata, entregando en bandeja la victoria a Donald Trump. Los seguidores de Kennedy suelen ser jóvenes progresistas que no quieren un presidente octogenario, se ven seducidos con los planteamientos libertarios y su carrera contra el cambio climático, y repudian a Trump. Son pocos, pero suficientes para romper filas en una carrera muy peleada donde cada victoria cuenta en estados divididos como Mississippi, Carolina del Norte y Michigan, que podrían definir el resultado. La ausencia de segunda vuelta en el modelo americano permite unos empates técnicos que agudizan la división del país. El clan Kennedy, la campaña de Biden y el partido demócrata tienen claro el riesgo. Sin duda, el respaldo público de la familia, seis meses antes del voto, es una indicación de la amenaza. Además, la campaña de Biden empezó una guerra mediática para asociar a Kennedy con Trump en estados sensibles, especialmente en Michigan, el más claro ‘estado columpio’, donde Biden ya estaba perdiendo fuerza entre la población pro-palestina que critica su apoyo a Israel.

El problema de fondo no es tanto la asombrosa capacidad de disrupción de un candidato como Kennedy, sino la falta de entusiasmo y esperanza que empaña este ciclo electoral, donde un candidato es muy mayor y el otro se pasa por alto la ley todas las reglas de juego. Hay hartazgo y decepción en ambos partidos, y una creciente franja de la población que está en contra del status quo, de partidos desgastados y enredados, candidatos mediocres, y un sistema que cada vez atiende menos las necesidades de los votantes. El bipartidismo americano, una excepción política en un mundo de partidos fracturados y movimientos nuevos, empieza a mostrar grietas. Hoy un candidato con pocos votos puede cambiar la historia. Quizás en las próximas elecciones estos terceros partidos tomen fuerza y desbaraten un sistema histórico que cada vez es más vulnerable.

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