Quieren chicha, quieren maíz...
Detrás de las consultas populares contra el sector petrolero hay tres agendas visibles: la de unos ambientalistas que consideran que toda actividad extractiva es mala -pero disfrutan los beneficios terrenales de la misma-, la de algunos políticos que ven en las consultas la oportunidad para rencaucharse electoralmente o de ampliar sus huestes, y la muchos ciudadanos genuinamente preocupados por el miedo que les han metido.
Detrás de las consultas populares contra el sector petrolero hay tres agendas visibles: la de unos ambientalistas que consideran que toda actividad extractiva es mala -pero disfrutan los beneficios terrenales de la misma-, la de algunos políticos que ven en las consultas la oportunidad para rencaucharse electoralmente o de ampliar sus huestes, y a muchos ciudadanos genuinamente preocupados por el miedo que les han metido.
Pero hay otra agenda más intrincada: la de diversos movimientos de izquierda, legales e ilegales, que utilizan a más de un ambientalista y político ingenuo, y se aprovechan del desconocimiento de la gente sobre la industria petrolera y sus verdaderos impactos, y que van detrás de un cambio en el modelo económico: la estatización de la industria. Sacar a las empresas extranjeras; arrinconarlas hasta que se aburran y se vayan.
No hay que ser Einstein para advertirlo. La reciente consulta popular en Cumaral fue impulsada principalmente por organizaciones de izquierda, políticas y sindicales, que coinciden con el bien conocido discurso estatista del ELN y “con corazón” de las Farc. “Queremos chicha, queremos maíz, multinacionales fuera del país” es la consigna a la que finalmente se reduce la tan cacareada y mediática preocupación medioambiental.
Siendo así y dado que ese debate se viene y bienvenido será, vale la pena recordar que al igual que otras actividades económicas, la industria petrolera existe en Colombia gracias a la iniciativa privada, y al capital y conocimiento de las empresas extranjeras. Fueron ellas las que descubrieron hace cien años Cira-Infantas, y posteriormente Chuchupa-Ballenas, Caño Limón, y Cusiana y Cupiagua, los campos más emblemáticos.
Más recientemente y sin desconocer las capacidades de Ecopetrol, ha sido gracias al capital y conocimiento de las “temibles” empresas extranjeras -por su cuenta, o como socias o asociadas de Ecopetrol- que el país dobló su producción en los últimos quince años, pasando de 500.000 a 1’000.000 barriles día, y que se ha logrado adelantar una de las campañas exploratorias más grandes del mundo en la Costa Caribe colombiana.
Vale la pena recordar, además, que el grueso de los recursos de la industria se quedan en Colombia. Existe la idea que las empresas extranjeras “explotan” nuestros recursos, se llevan la plata y nos dejan migajas. Pues si 70% de cada dólar de cada barril es una migaja, qué dirán de Brasil y el Golfo de México donde la carga fiscal es de 52% y 45%. Y eso que el principal “explotador” es Ecopetrol, multinacional, y de mayoría estatal.
Pero más allá de la estatización de la actividad petrolera -que además de un retroceso sería una equivocación garrafal- es fundamental entender que detrás de esa agenda hay quienes propenden por un cambio en el modelo económico; cercenar la iniciativa privada, la libre empresa, la inversión extranjera, y empiezan por donde es más fácil: atacando a las empresas extranjeras con un discurso nacionalista sobre el petróleo.
Ese es el gallo tapado detrás la discusión ambiental y el oportunismo de algunos que pescan en río revuelto, en el malestar por el despojo de las regalías y la desaceleración económica local. Es la agenda de quienes quieren destruir riqueza y le apuestan a un país empobrecido porque sólo saben apalancar su discurso populista en la miseria y el sufrimiento humano. “Quieren chicha, quieren maíz, más pobreza para nuestro país.”