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Si yo fuera Petro

Confieso que tuve que sobreponerme a la pereza para votar el domingo. Me daba pereza De la Calle, tan inteligente, tan caballero… y tan torpe como para suicidarse en la consulta liberal de noviembre,

30 de mayo de 2018 Por: Julio César Londoño

Confieso que tuve que sobreponerme a la pereza para votar el domingo. Me daba pereza De la Calle, tan inteligente, tan caballero… y tan torpe como para suicidarse en la consulta liberal de noviembre, y tan sumiso a las órdenes de su mentor, ‘la funeraria Gaviria’, como llaman con pérfido tino al Turbay de Pereira. Y tan timorato para adherir a alguno de los finalistas, de nuevo por el pánico que le inspira su estúpido mentor.

Me daba pereza Fajardo, tan limitado en la tribuna y en las ideas, incluso en el tema de la educación, el caballito de batalla al que recurría cuando lo cogían fuera de base, es decir, siempre que el tema no era la educación. Y ese tic en las manos y ese permanente rictus de angustia, como de señor estreñido, y pensar que en la banca tenía dos fieras retóricas, Claudia y Robledo. ¡Cómo habrán sufrido!

Me daba pereza Petro, con su “verdat”, su mentón hendido y enhiesto, la mirada en lontananza, la “seguridat” plena de ser la encarnación de Pumarejo, Gaitán y Jehová reunidos, el antimadurismo tardío y el terco empeño en convencer a “todos y a todas” de que su catastrófica alcaldía fue la sexta mejor en los anales de la historia, desde Babilonia hasta “el Siglo XXI” (¿ninguno de sus asesores le advertirá que esta expresión tiene una carga subliminal bolivariana?).

Me daba pánico Duque, con su loguito gringo y ese contorsionismo suyo para “conservar produciendo y producir conservando”, y sus maromas sintácticas para halagar a las nuevas generaciones sin alarmar a la caverna profunda que lo exhibe como un señuelo inofensivo y moderno. Y la maroma máxima: explicar que respaldará el posconflicto con algunos ajustes estructurales a los acuerdos.

Para ser franco, Vargas era el menos pior. Chévere un candidato cascarrabias, que ya fue presidente, que no sonríe, detesta las preguntas chimbas, conoce el país y la fauna política y es el único líder colombiano, hay que decirlo, que ha manejado con trasparencia presupuestos públicos billonarios. La quemada de Coscorrón me ha dolido casi tanto como la millonada de votos por Duque.

Pero finalmente vencí la pereza, viajé hasta Palmira y voté por Fajardo (¡si voto por Vargas mi mujer me mata!)

¿Qué deben hacer ahora Duque y Petro? Lo obvio, ‘centrar’ el discurso. Ya están seguras sus clientelas y sus sectas zombi, ahora deben seducir a la población sensata. Duque debe tomar distancia de su admirado Trump, prometer que ya no encarcelará a los drogadictos ni gobernará con la Biblia en la mano, y que solo autorizará el fracking con mangueras de jardín. Si deja entrever sutilmente que traicionará algún postulado del Centro Democrático, ¡hasta Petro vota por él!

Petro debe abreviar los eruditos prólogos de sus respuestas y eliminar del vocabulario palabras tan rancias como “oligarquía”, tan chavistas como “Siglo XXI” y tan necias como “asamblea constituyente”. No debe tocar en estos quince días los temas de restitución de tierras ni las responsabilidades de “los terceros de buena fe” ni criticar el desempeño de los fondos de pensiones ni meterse con esas poderosas e inútiles intermediarias, las EPS. Debe dejar la quejadera contra la Registraduría (sin quitarle el ojo de encima) y no insistir más en que su gestión en Bogotá fue maravillosa. En suma, Petro debe mimetizarse con la izquierda exquisita, como Robledo.

Pero lo más urgente es que alguien lo convenza, ya, de que en realidat y de verdat él no es el mesías.

Sigue en Twitter @JulioCLondono

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