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Una voz maya en la Esquina

Un móvil de viento tintinea y una mujer le responde. Cierra los ojos y susurra en lengua oscura unos fonemas que perturban la tarde y ponen nervioso al gato.

3 de mayo de 2018 Por: Julio César Londoño

Un móvil de viento tintinea y una mujer le responde. Cierra los ojos y susurra en lengua oscura unos fonemas que perturban la tarde y ponen nervioso al gato.

Es Negma Coy saludando a sus abuelos. Sabe que cuando el viento entra a la casa y mueve cosas y provoca sonidos, son los abuelos que han venido a visitar.

Creció en las montañas de Comalapa, Guatemala. Su pueblo es maya: “Soy mujer de huipil y corte/ de caites sobre caminos de polvos y bejucos/ de trenza y tizne en los ojos/ soy maya”. (El hupil es un traje típico guatemalteco; caites, alpargatas).

De su madre aprendió a usar el telar de cintura y a desgranar el maíz para hacer tortillas. De su padre, la práctica de ‘el llamado’, una operación chamánica que consiste en curar a las personas del mal del miedo, el primer enemigo a vencer, si nos atenemos a las Enseñanzas de Don Juan de Castaneda (el segundo enemigo es la temeridad, el tercero la vejez y el último la muerte, la invicta). Él se sentaba en el suelo, inclinaba la cabeza sobre un cuenco de barro, cantaba y hacía plegarias en maya kaqchikel, en medio de un círculo de velas encendidas, flores y piezas de ropa del cobarde. Le enseñaron también que cuando se habla de la guerra hay que bajar la voz para no abrirles la puerta al odio ni al dolor.

Negma se hizo poeta para honrar a su pueblo y a su cosmogonía: “En el ombligo del cielo/ la abuela luna canta/ sumergida en el ombligo del cielo ella canta/ en la leve nebulosa de pom/ ella canta” (el pom o copal es una resina balsámica muy utilizada en los rituales mayas). Se graduó como profesora de educación bilingüe intercultural con énfasis en la cultura maya. Es experta en epigrafía y ha traducido al español los glifos de los códices, los ‘jeroglíficos’ mayas, una criptografía que solo pudo ser descifrada hace poco, cuando un niño, el hijo de un arqueólogo desvelado, descubrió que todos los glifos eran glifos del aire, del agua, de la tierra o del fuego.

Negma está en Colombia. La invitó la Universidad Javeriana a un congreso internacional etnográfico realizado en el marco de la Feria del libro de Bogotá, y Poesía en la Esquina, el programa literario del Teatro Esquina Latina que dirige Betsimar Sepúlveda, aprovechó para invitarla a Cali, donde estará esta noche a las 7:30 p.m. hablando de su poesía, una música que parece hecha de polvo de maíz, de bejucos tejidos con la destreza de Asturias y el estoicismo del cactus; de los problemas que atraviesan las comunidades indígenas latinoamericanas, de los claroscuros del sincretismo y de los saberes ancestrales que se salvaron de la catástrofe del Cubrimiento de América gracias a las tradiciones de los pueblos indígenas.

Hablará de los mayas, esa civilización que tenía signos para todo, incluso para la nada, y sabían trazar el cero aunque no tuvieron ningún contacto con los matemáticos de la India; que conocían las propiedades más íntimas del círculo geométrico pero no la rueda de cada día; que fueron sabios, pacíficos, muy desarrollados en lo social y agudos en lo astronómico, al punto de que calcularon un calendario solar más preciso que los calendarios europeos del Siglo XV.

Esta noche una civilización antigua, la más refinada de la América precolombina, hablará por la boca de Negma Coy. Sus versos encierran verdades antiguas, conjuros contra el miedo y las pestes, saludos de los muertos. Quizá sepamos, al fin, por qué ese pueblo sabio decidió desaparecer unas noches antes de la llegada de la plaga española.

Sigue en Twitter @JulioCLondono

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