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El inconcluso duelo por Covid–19

¿Qué consecuencias en la salud mental de los colombianos dejará los duelos inconclusos de la pandemia y la violencia? Quién sabe.

7 de marzo de 2021 Por: Vicky Perea García

Era 31 de diciembre de 2020. En la mesa había pavo. De un horno también sacaban tamales como segunda opción. Cada quien llevó lo que iba a tomar. Algunos whiskey. Otros aguardiente. Todos estábamos alrededor del comedor a prudente distancia, con las ventanas que dan al patio abiertas, mientras eran las 12:00 de la noche. Se echaron chistes.

El covid por supuesto era un tema de conversación en esa reunión para despedir el año. Coincidíamos en que la pandemia estaba cada vez más cerca de todos. Lo que no teníamos ni idea era qué tanto.

Después de las 12:00 nos olvidamos un rato del coronavirus y brindamos. Aunque no con la efusividad ni la fuerza de antes, apenas un roce breve, nos abrazamos por la llegada del 2021. También comimos uvas y pedimos los 12 deseos. Hicimos planes mientras mirábamos la pólvora que lanzaban al cielo en el resto de la ciudad y nos reíamos de los vecinos que salían a dar una vuelta a la manzana corriendo con una maleta.

Apenas 18 días después me llamaron. Una de las personas que había estado en la comida fue diagnosticada con covid. Era un familiar de un amigo. Quedé helado con lo que me dijeron después: “Lo acaban de intubar”. Entonces recordé las bendiciones que me auguró cuando, chocando los puños, despedimos el 2020. Dos días más tarde me confirmaron que había muerto. Se cree que se contagió durante el primer fin de semana de enero, cuando el segundo pico de la pandemia causaba alarmas en Colombia.

Mi amigo me cuenta que el cuerpo de su familiar lo sacaron de la UCI en una bolsa negra, directo a la cremación. Después todos fueron detrás del carro fúnebre, en sus vehículos, hasta la entrada del cementerio. Por las medidas de bioseguridad impuestas por el gobierno, no los dejaron entrar. No hubo velación ni entierro como tal. No vieron el cuerpo.
Tampoco pudieron despedirse mientras estuvo en la UCI. “Desde eso me siento como en un limbo”, me cuenta mi amigo.

A veces siente mucha tristeza por la muerte de su familiar. Pero otras veces “es como si no hubiera pasado nada”. No ver el cuerpo, no haberse despedido, genera una sensación tan extraña. “Él pasaba todos los días por mi oficina y paraba en el carro a saludar. Hay días en los que creo que él va a llegar en cualquier momento. Tengo esa sensación. Sé que eso no va a pasar, pero es como si lo esperara. Como si no hubiera pasado nada, como si no hubiera muerto”.

Es un dolor silencioso que permanece oculto y del que poco se habla, aunque en un país de desaparecidos y 6402 falsos positivos no es un dolor nuevo. Muchas de esas familias siguen sin encontrar los cuerpos de sus familiares para procesar, por fin, el duelo. Y los políticos y militares que ordenaron la masacre, como si nada. “Héroes de la patria”, los llaman.

¿Qué consecuencias en la salud mental de los colombianos dejará los duelos inconclusos de la pandemia y la violencia? Quién sabe. Por lo pronto, el exsacerdote Gonzalo Gallo, quien se ha dedicado a ayudar a morir a las personas y sus familias de forma más tranquila, cree que es necesario que en días de pandemia existan maneras seguras para que las familias puedan despedirse de su ser querido, y tener una evidencia de su muerte. Solo así se deja de vivir en ese limbo en el que quedamos al decirle adiós a quienes amamos como si no hubiera pasado nada, como si la muerte no hubiera ocurrido.

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