Apoyo a Buenaventura
La inconformidad de Buenaventura necesita respuestas. Luego de siete días de protestas, y de una explosión de violencia injustificada y condenable, a Colombia y al Valle les debe quedar claro que la deplorable situación social y económica de la ciudad más importante sobre el Pacífico no admite más disculpas para erradicarlas.
La inconformidad de Buenaventura necesita respuestas. Luego de siete días de protestas, y de una explosión de violencia injustificada y condenable, a Colombia y al Valle les debe quedar claro que la deplorable situación social y económica de la ciudad más importante sobre el Pacífico no admite más disculpas para erradicarlas.
Los desórdenes, las asonadas y los saqueos que se presentaron en la tarde y la noche del pasado viernes son inaceptables. Sea cual fuere la explicación, lo cierto es que lo desmanes dirigidos a causar daño y la destrucción que dejaron no representaron el reclamo de los bonaverenses ni pueden ser usados para producir una nueva estigmatización contra un movimiento que refleja el rechazo a la marginalidad y el abandono que generan pobreza y desigualdad evidentes.
Buenaventura protesta por los incumplimientos en las promesas que le han hecho, muchas de ellas para conjurar paros anteriores. Sin duda, la seguridad es una prioridad para evitar que la confluencia de organizaciones criminales siga ocasionando una tragedia que destruye vidas humanas y acaba con su capital social.
Pero también necesita salud porque no tiene hospital; agua, porque su acueducto es una gran frustración con la cual han saqueado el erario; educación, porque además de la corrupción causada por el clientelismo desafiante, en la ciudad no existe una institución con capacidad para ofrecer el conocimiento que permita aprovechar sus potencialidades. En fin, casi no hay una actividad en la cual las carencias y las dificultades sean la nota predominante, mientras sus instituciones de gobierno son presas de la politiquería ladrona que desangra las arcas y carece de capacidad para representar a sus ciudadanos.
Sobre todo, Buenaventura necesita que se le tome como lo que representa para Colombia. Reconociendo la importancia del crecimiento de la industria portuaria y los esfuerzos por construir una carretera decente que la comunique con el interior del país, debe quedar claro que esa ciudad es más que un puerto. Y que el progreso podrá llegar si el Estado que se beneficia de los impuestos que allí se generan ofrece las condiciones necesarias para edificar una economía que ofrezca autonomía y oportunidades.
Hoy se habla de las pérdidas que el paro está ocasionando a la actividad económica, y se reclama la reiniciación de la mesa de negociaciones de la cual se levantaron los delegados del Gobierno el pasado viernes. Pero, más que para la revisión de los puntos que dieron origen a la protesta y al cumplimiento del Gobierno Nacional a sus promesas, retomar las conversaciones debe servir para encontrar una manera distinta de enfocar la solución.
Y en esa nueva visión, el Valle, sus gobernantes y sus empresarios están llamados a ser protagonistas y promotores de primer orden. Para poder superar la tragedia que padecen sus habitantes, Buenaventura necesita ante todo el apoyo y el empuje del departamento al cual pertenece, el que le debe el esfuerzo que requiere para romper la barrera construida por la centenaria mezcla de centralismo y abandono que le ocasionan atraso y frustración.