En el revés del protector de su celular, Franco Ezequiel Leys lleva adherida una fotografía en la que aparece al lado de Lucrecia y Felipe. Ellos son su esposa y su pequeño hijo de casi 2 años. Su familia. Aquella que el futbolista argentino define como su “motor”, su “vida”, y a la que siempre quiere llevar adonde él esté.
Cuando Franco salta a la cancha del Pascual vestido de ‘diablo’, allá arriba, en la tribuna de Occidental, deben estar Lucrecia y Felipe. Así sucede desde que jugaba para Patronato, en Paraná, Argentina, antes de llegar al América de Cali, en su primera experiencia internacional a los 29 años. No es una cábala. Simplemente, cuando Franco está con su familia haciendo lo que mejor sabe, jugar a la pelota, se siente inmenso. Como un gigante.
La escena seguramente se repetirá este domingo, cuando América reciba a Alianza Petrolera por la fecha 9 de la Liga colombiana y el centrocampista argentino —nacido el 2 de febrero de 1993 en la provincia de San Lorenzo, al norte de la ciudad de Rosario— regrese a la nómina titular, tras su ausencia por expulsión en la derrota 2-0 del martes pasado frente a Santa Fe en Bogotá.
Justamente el día de ese partido, tras quedarse trabajando en Cascajal, Franco atendió a El País y dejó conocer quién es ese jugador que tan rápidamente conectó con los ‘diablos’.
La familia es clave para un futbolista que está fuera de su tierra…
Lo es todo. Termina el partido, estás con la revolución a mil, y que llegues a la casa y el gordito te reciba con un abrazo es lo más lindo, sobre todo cuando uno viaja, porque cuando estás de local tienes la suerte que la familia te vaya a ver al estadio.
¿Qué tal la pasan Lucrecia y Felipe en el Pascual?
Se emocionan mucho, porque veníamos de un club que no tiene la infraestructura del América y llegar a un estadio tan grande, con tanta gente, se disfruta bastante, está más pendiente mi gordito.
Además de la foto de su familia, veo el número 32 en el revés de su celular. ¿Qué significado tiene?
Es el número con el que debuté, el de la suerte. Lo pedí acá en América y me dijeron que no había problema, porque acá están acostumbrados a usar números pequeños, del 1 al 11, por lo general los que juegan, así que un número como el mío lo usan los más chicos y en el América estaba libre.
Esta es su primera experiencia internacional, ¿cómo se ha sentido en este América?
Acá me han hecho todo muy fácil. La gente del club es muy calidosa, entonces te ayuda en todo lo que necesites. A la familia quizás le cuesta un poco más, porque está mucho tiempo sola, pero Lucrecia y Felipe se han adaptado bastante rápido.
Fue expulsado contra Envigado por falta a un jugador y no protestó...
Sí, él iba a quedar mano a mano con el arquero y tenía para jugarla a un compañero, era un gol fácil, entonces me la jugué, me tiré, no sentí el balón, sino la pierna del jugador, y en ese momento supe que me iban a expulsar. Pero valió la pena porque ganamos.
¿Cuántas rojas en su carrera?
Esta es la segunda. Intento jugar limpio, quitar la pelota y entregarla. Amarillas sí debo coleccionar bastantes.
Debutó a los 19, ¿en qué momento lo sedujo la pelota?
Arranqué en el club de mi barrio a los 5 años, en Villa Felisa, en San Lorenzo. Ahí jugaba por diversión con mis amigos cuando volvía del colegio; eran momentos lindos. Después, a los 16, me fui para Colón de Santa Fe, a una pensión, al fútbol profesional, y aprendí un poco la función de un volante. Entendí que esto era por dinero y tenía que ser muy profesional, se había terminado la diversión del potrero, de jugar por una gaseosa.
¿Siempre fue volante de marca?
No, en mi club jugaba de delantero, hacía goles, me divertía, y cuando llegué a Colón me dijeron: ‘mirá, en tu puesto hay muchos jugadores y muy buenos, tenés que jugar más atrás si querés quedarte’. Entendí. Estaba ahí Lucas Alario, que hoy juega en la Bundesliga. Hice una prueba de volante, me gustó, y desde entonces empecé a jugar en esa posición. Yo sabía tirar diagonales y hacer goles, pero no sabía defender, y aprendí rápido las funciones. Si insistía como delantero, no iba a jugar jamás.
¿A veces le dan ganas de lanzarse como nueve?
En este estilo de juego del América uno tiene la posibilidad de soltarse más. Es lindo hacer goles, pero pienso primero en el equilibrio del equipo.
¿Cuántos goles en su carrera?
Solo uno. Me ‘equivoqué’, pateé desde fuera del área y vencí al arquero. Fue con Patronato, jugando contra Aldosivi en su cancha. Grité mucho ese gol. Ojalá pueda marcar uno con América.
Viene de pagar una fecha de sanción, ¿se sufre más afuera?
Seguro. Adentro uno está concentrado y sabe que puede resolver en la cancha. Hay más nervios cuando no juegas.
¿Qué compañero lo ha impresionado?
Portilla va a durar poco en América, tiene el ritmo de un jugador atípico del fútbol colombiano por su dinámica y técnica. Y Darwin es un jugador distinto, te resuelve en espacios muy reducidos.
¿Qué tan grande es el cambio de Patronato al América?
Bastante. Patronato es un equipo chico, humilde, y América es muy grande. Juegas en el Pascual con 35 mil hinchas y por fuera tienes también miles de aficionados en los estadios. Las responsabilidades con América son otras.
¿Cuál es su sueño con este América?
Conseguir un título acá debe ser hermoso. Creo que tenemos un plantel para pelear y clasificar a una copa internacional, ojalá como campeones. Con Patronato podía jugar una copa internacional luego del título, pero vine al América y tengo ese sueño.
¿Ha sentido el cariño del hincha?
Sí. Acá la gente es muy cálida, te saludan, te piden una foto, y yo soy muy respetuoso y agradecido con el hincha.
¿Le gusta la ciudad?
Es muy linda, tiene lugares muy bonitos, pero prefiero estar en casa, con la familia. Me gusta la tranquilidad, aunque vivo en un lugar (Ciudad Jardín) con mucha vida nocturna, mucho quilombo, mucho ruido.
¿Qué tal la comida?
Ahí me cuesta mucho, porque comes distinto en Argentina, aunque acá hay cosas muy ricas, como el chicharrón, las arepas. El problema lo tiene la nutricionista del equipo cuando Facundo (el otro argentino del equipo) y yo le pedimos cosas distintas.
¿Ya comió chontaduro?
Sí, pero no me gustó. Lo probé con miel, pero no. Me gusta en cambio la lulada, muy rica.
¿Ya les hizo asado a los compañeros?
Sí, pero acá la carne es distinta. Extraño la comida, obviamente. También San Lorenzo, mi ciudad, mi mundo, el río Paraná, mi familia, pero así es la vida del futbolista.
¿Es el único futbolista de la familia?
Sí, el único. Mi viejo dice que jugaba, pero yo nunca lo vi. Y tengo dos hermanas que no juegan a la pelota.
¿Y su niño ya le pega a la pelota?
Sí, cuando entra a una juguetería es lo primero que agarra. Pero no me gustaría forzarlo a que sea futbolista, porque sé que es una carrera muy difícil, te puedes chocar con una pared.
¿Se ha chocado usted con una pared?
Sí, hay momentos muy difíciles. Estar fuera de la cancha por una lesión es muy complejo. Ahí es cuando el teléfono deja de sonar, no recibes más mensajes, y te das cuenta verdaderamente de quién está por lo que sos como persona y no como futbolista.
¿Hincha de Colón?
No, de Rosario Central, como mi viejo, aunque la familia está dividida, hay hinchas de Newell’s también, es decir, hay ‘canallas’ y ‘leprosos’, y bueno, mi esposa es de Boca.
¿Por qué le dicen ‘Papita’?
Por la marca de las papitas, que son muy famosas y se leen como mi apellido, pero no tengo nada que ver, ni siquiera me dan el diez por ciento de ganancias (risas).
¿Y acá cómo le dicen?
Me llaman por mi nombre, Franco.
¿Tan Franco como en la cancha?
Sí, me gusta ser transparente en el fútbol, sencillo, humilde.
¿Se puede hablar de humildad en los argentinos y sobre todo ahora que son campeones del mundo?
Tratamos de serlo (risas). Soñaba con ese título de Argentina, por Messi. Es el más grande de todos los tiempos. No vi jugar a Maradona, pero Messi está arriba. Se encontró con una generación muy buena y no era posible que se nos escapara de las manos la Copa, estaba destinada para él. Argentina está en un momento social y económico muy difícil y la Copa fue un regalo para todo el pueblo argentino. Siento mucha alegría por Messi.
Si algún día a Messi se le ocurre retirarse en Argentina, lo va a hacer jugando para Newell’s, del que es hincha, y ese equipo es el eterno rival de Rosario, su club. ¿A quién va a apoyar en la cancha?
A Messi. No me importa. Soy hincha de Messi.