Por David Matos
La transformación del entorno comienza con nuestra propia transformación personal. Así lo considera Edgar Antúnez, representante legal de Fundatransvida, organización sin ánimo de lucro, que ejecuta acciones de orientación, capacitación y apoyo a las personas migrantes venezolanas, los colombianos retornados y la población de acogida en Colombia.
Edgar Antúnez nació hace 57 años en Maracaibo, Venezuela y, cuando cruzó la frontera colombo-venezolana para mejorar sus condiciones económicas, nunca pensó que su destino sería ayudar a otros migrantes que, como él, no supieran adónde acudir cuando llegaran a territorio extranjero en búsqueda de trabajo y un lugar dónde dormir.
“Las circunstancias se han venido dando milagrosamente. En 2017 llegué a Tibú, Norte de Santander, en compañía de varios muchachos comerciantes, también venezolanos, con la meta de vender chucherías (dulces), gafas de plástico, entre otras cosas. Pero al tercer día me di cuenta que debía quedarme para poder tener una ganancia”, recordó.
Don Édgar, como muchos lo conocen, durmió los primeros días acostado sobre cartones en la bodega de un hombre, apodado “Negro”, quien le permitió trabajar lavando carros en un taller. Fueron días en los Edgar intercambiaba trabajo por comida, techo y una cama mientras ideaba una manera de generar ingresos.
Para febrero de 2018 algunos vecinos de la Iglesia local lo invitaron a cuidar algunas propiedades en Tibú; trabajo que le permitió dormir bajo techo sin pagar arriendo. El dinero que alcanzaba reunir podía enviarlo a sus familiares, razón primordial por la que emigró.
La situación económica en Venezuela empeoró. A diario las noticias y los comentarios de las personas que cruzaron caminando la frontera en condiciones precarias generaban sentimientos encontrados en Edgar Antúnez, quien ya había comenzado a construir una red de personas que llegaban al país y necesitaban información. Un contacto que logró registrar en su agenda fue Diosa Rojas, quien actualmente es su pareja sentimental y se ha convertido en un eje fundamental para la labor social que don Edgar ha desarrollado en el Pacífico colombiano.
Con 14 mil pesos en el bolsillo compró carne venezolana en el centro de Tibú y compró a crédito tres costales de papa. “Nunca antes había preparado papas rellenas, pero estaba decidido. A las dos de la mañana despertaba y comenzaba a sofreír las papas, a las ocho salía a vender entre 80 y 100 papas. Desde el 23 hasta el 30 de diciembre 300 mil pesos en papas; una cantidad que nunca había tenido desde que llegué”, dijo entre risas.
Un paro guerrillero en el pueblo de Tibú en febrero de 2018 obligó a don Édgar suspender la venta de papas. Un amigo del pueblo lo invitó a resguardarse en una finca donde pudo trabajar y esperar reunir lo suficiente para encontrarse con su enamorada con quien mantuvo una relación sentimental de manera virtual.
“Diosa nunca pensó que viajaría 44 horas desde Norte de Santander hacia Valle del Cauca, pero yo estaba enamorado”, aseguró Édgar quien pudo establecerse en Jamundí. Todos los días viajaba a Cali, donde trabajó en un restaurante del Terminal de Transporte.
Alrededor de 5.000 personas migrantes venezolanas se habían asentado en carpas de acampar en los alrededores del terminal para el último trimestre de 2019, situación que despertaba no solo preocupación sino también solidaridad entre las personas que trabajaban cerca.
“Algunos comerciantes me traían arroz y granos para cocinarle a mi gente en el restaurante. ¿Cómo me iba negar? La red que había comenzado a construir en Norte de Santander, continué construyéndola en Cali. Personas seguían llegando a la ciudad y no sabían cómo regularizarse, cómo recibir atención médica”, dijo.
Antúnez recordó con gracia que una de las primeras personas que conoció fue Lisbet Romero, profesional en Educación de Centro Intégrate y vicepresidenta de la fundación Alianzas Solidarias, y con quien tuvo la primera oportunidad de hacer labor social para mujeres migrantes embarazadas en la ciudad.
“Esos días no éramos lo que somos hoy. Apenas comenzaban a diseñarse las políticas públicas que hoy día han garantizado la integración de las personas migrantes en territorio colombiano. Paso a paso comenzamos a capacitarnos y educarnos con organizaciones aliadas”, dijo
El hermano de Diosa, su pareja, lo recomendó para trabajar con una organización que da apoyo a las personas migrantes y refugiadas, y que al final les permitió a varios líderes sociales participar en una actividad de atención en Salud, coordinado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
La red ‘Venezolanos en Cali’ fue constituida y legalizada formalmente como una organización que ofrece servicios de orientación, incidencia y apoyo a la población migrante venezolana, colombiana retornada y de acogida en la ciudad. “Una profesional en Publicidad y Mercadeo me dijo que nuestra fundación transforma vidas, y fue por eso que la bautizamos como Fundación Acciones que Transforman Vidas, y posteriormente Fundatransvida”, precisó.
Esta organización ha participado en mesas de trabajo para el diseño y construcción de política públicas y mecanismos que garantizan los derechos fundamentales de la población migrante venezolana a través de servicios con las entidades pertinentes como la Universidad ICESI y Migración Colombia.
Organizaciones de cooperación internacional, como la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) han fortalecido las acciones de acompañamiento, incidencia y asesoría de Fundatransvida para el desarrollo de actividades que garanticen los derechos fundamentales de la población migrante con vocación de permanencia y en tránsito en Colombia.