En algunas ocasiones, la migración surge como una oportunidad para buscar un mejor futuro, en otras, es la única opción. Para Reina González, una mujer migrante proveniente de Maracay, Venezuela, fue así, pues se vio obligada a huir de su país natal para salvaguardar su vida y la de sus hijos.
“Yo sabía que tenía que salir de Venezuela. De hecho, en algún momento pensé ‘o me voy o me voy a morir’”, recuerda Reina, quien además de afrontar la situación económica y social que vivía el vecino país, también sufría todo tipo de violencias por parte de su expareja sentimental.
“Viví todo tipo de violencias basada en género, física, psicológica... Incluso violencia vicaria, que de poco se habla”, sostiene. Esta última consiste en dañar a la mujer a través de sus seres queridos y especialmente de sus hijos. Esto se presentó en el año 2017 cuando el agresor golpeó a su hija de tan solo siete años, dejándola incapacitada durante tres días.
A pesar de las múltiples denuncias ante las autoridades pertinentes, el progenitor de la menor y agresor de Reina salió en libertad al día siguiente. “Ahí supe que no había nada que hacer. En ese punto ya no era negociable quedarme, pues en el pasado ya había intentado atentar contra mi vida. No lo dudé”, comenta González.
Así, a sus 28 años inició su viaje a Cali junto a sus dos hijos de 7 y 5 años. “Al principio fue difícil por las barreras que debemos enfrentar para continuar, pero aquí en Colombia descubrí lo resiliente que he sido. Aquí aprendí que siempre fui una víctima, que confundí el amor con la violencia y que nunca fui culpable de nada”.
En la capital del Valle, Reina encontró una mano amiga en la Fundación Alianzas Solidarias. Una organización sin ánimo de lucro que busca mejorar la calidad de vida de las familias migrantes, colombianas retornadas y comunidades de acogida. “Como víctima no tuve apoyo, no tuve rutas. Acá me empodero de la información y es el conocimiento sobre la violencia basada en género lo que me hizo libre”, expone.
Durante su integración en Cali, González encontró apoyo en la Fundación, desde información sobre regularización hasta acceso a servicios de salud. “En ese proceso nació mi pasión por servir. Cuando ayudamos a comunidades vulnerables les damos esperanza de que este es un país y ciudad con oportunidades. Para mí ha sido muy gratificante estar en Colombia. Es mi casa”.
De esta manera, se presentó como voluntaria, se capacitó y hoy en día es líder en prevención de violencias y salud mental. “Me he tomado la tarea de que cada mujer sepa que no es culpable y que sí puede salir de esa situación de violencia. Nuestro cuerpo es nuestro primer territorio de cuidado y no podemos permitir ningún tipo de violencias”, menciona Reina, quien también reconoce que las mujeres en proceso de migración son más vulnerables.
“No están solas. Hay rutas de apoyo para todas. Los migrantes migran y sus derechos migran con ellos. Queremos seguir generando conciencia y sumar a las masculinidades positivas, que los caballeros entiendan que deben romper todos los estereotipos que la sociedad nos ha inculcado”, resalta.
En cuanto el apoyo en salud mental, la lideresa destaca que la población migrante se ve afectada por todo lo que conlleva migrar a otro país.
“Se carga una maleta con muchos sueños y necesidades. Nos derrumbamos porque llegamos a un país donde no tenemos familia, donde hay que crecer y buscar formas para salir adelante completamente solos. Se pasa por un proceso de depresión que necesita atención de personas capacitadas”, sostiene González, quien también reconoce que es clave que estas personas se sientan escuchadas.
A futuro, Reina desea seguir trabajando con la comunidad que necesita orientación y que llega al país para sumar y construir una sociedad mejor.