Padre José González, ¿qué hago? Mi hijo es consumidor, a veces va a la casa a comer, seguro porque está mal de plata, pero ya no sé cómo ayudarle para que salga de las drogas...

-¿Y cuándo va a la casa, le hacés mala cara?, le pregunta el Padre.

-Hombre, sí. Y no le hablo. Me da como piedra con ese man.

-Acercate, decile que lo querés, abrazalo, que sienta tu cariño, bésalo. Eso lo pone a pensar, seguro.

Esta escena describe muy bien el sacerdote José González, el hombre detrás de ese milagro llamado Samaritanos de La Calle, fundación que recientemente cumplió 25 años de servicio a los habitantes de calle, quizá el grupo poblacional más rechazado y excluido de la ciudad.

Devolvámonos 25 años atrás. ¿Cuál fue la chispa que encendió la obra social llamada Samaritanos de la Calle?

Estaba en mis treintas, estudiaba en Roma, en esa ciudad la Madre Teresa de Calcuta asistía a los polacos ebrios que vivían tirados en la calle, les construyó unos baños afuera del vaticano, con permiso del Papa. Yo lo veía, estaba en los huesos, se agachaba y los miraba diciendo: “Jesús qué alegría de tenerte en mis brazos”...

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¿Usted llega a Cali y quién lo secunda en esta cruzada?

Cuando llegué de Roma, los martes veníamos a la iglesia de Santa Rosa y ahí empezó Samaritanos. La misa a las 7:00 p.m. se llenaba y nos fuimos distribuyendo por sectores. Al principio fue duro porque pensamos que nos iban a robar, pero cuando vieron que llevábamos comida nos decían: “aquí a ustedes no les va a pasar nada, nosotros los vamos a cuidar”.

¿Cuántas personas está alimentando diariamente?

Jummmm, es que no es solo comida, es baño, dormida, proceso de recuperación. Aquí lo más caro no es la comida sino los profesionales que nos apoyan para que esto funcione. En total son 130 prestadores de servicios, son profesionales, otro cuento son los voluntarios. Nuestra operación mensual tiene un costo aproximado de $700 millones.

¿De dónde se consigue usted cada mes ese dinero?

Tenemos convenios con la Alcaldía y de ayudita en ayudita vamos creciendo. Dios nos provee.

¿La industria vallecaucana que tan vinculados están con su proyecto?

Son generosos, pero nos falta tocar puertas.

¿Padre, hoy cuántos habitantes de calle tiene Cali?

Es difícil, fluctúan, entre 6000 y 8000. En sectores como Siloé, Santa Elena, San Judas, las plazas de mercado. En el Distrito de Aguablanca la situación es difícil. Con la franja de habitantes de Charco Azul no nos podemos meter porque no tenemos capacidad.

¿Después de todo este esfuerzo cuántas vidas ustedes les han arrebatado a las calles?

Los tiempos dependen de ellos. Cuando terminan un proceso le damos un plante para que arranquen su negocio, pero es complejo, algunos están conectados con los empresarios de la ciudad y trabajan duro, pero con el humo se vuelven a prender. Hemos salvado muchas vidas.

Actualmente nos estamos dando a la tarea de consolidar esa información porque es complejo pero sabemos que por nuestro proceso han pasado más de 6000 personas. Para que el proceso sea exitoso, la clave es conectarlos con la familia .

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¿Qué le dice a quienes sostienen que invertir en los habitantes de la calle es una alcahuetería?

Yo no discuto con la gente, yo los invito a que vean el proceso y aquí se les vienen las lágrimas.

Hablando alguna vez con un habitante de calle de otra zona del país contaba que Cali era muy buena plaza porque la comida era abundante...
En Cali hay mucha generosidad y muchas fundaciones, pero el problema va más allá , se necesita una atención integral, por ejemplo, nosotros tenemos hogares exclusivos donde ellos se bañan y eso mentalmente es muy poderoso, porque se ven como seres humanos y me dicen: “Padre este soy yo”. Tenemos también un par de casas donde solo atendemos a personas de la tercera edad, que no tienen familia, ni hogar. Entonces , puedes ver que no se trata solo de alimentar sino también de dar otros servicios a este grupo poblacional...

“Hay niños que circulan en carretilla con sus padres y donde los coja la noche ahí extienden una carpa y duermen. Es una realidad”.

¿Padre, cómo una persona termina viviendo en la calle?

Algunos desde niños circulan en carretilla con sus padres y donde los coja la noche ahí extienden una carpa y duermen, esa es una realidad, comen y viven en la calle. También hay casos de personas que vienen de familias muy estructuradas y profesionales y por el consumo de drogas termina excluidos, lo peor que usted le puede decir a su hijo es que se vaya de la casa, esa es una frase de la que muchos se han arrepentido decir. Por eso le digo a los padres no echen a sus hijos de la casa, esa es una forma de no enfrentar el problema y el sufrimiento para los padres es peor.

Siempre he tenido una duda, ¿qué tan prudente es darle dinero a un habitante de la calle?

Lo mejor es que no den dinero porque lo más seguro es que lo utilicen para comprar y consumir drogas. Si usted quiere ayudar invítele a comer un trozo de pan con algo de tomar. Usted no se imagina el daño que hace la gente que les da dinero para que se alejen de un lugar...

Hoy, qué tan complejo es el panorama del consumo de drogas en la ciudad...

Es muy crítico hay una droga que se llama Tusi ( también conocida como cocaína rosa) que esta matando a mucha gente. El consumo del bóxer (pegante) se está llevando a la gente en seis meses, les está comiendo el cerebro. Deberían prohibir la venta de bóxer a los menores de edad, está impactando fuertemente en la juventud, pero lo que más se ve en toda la ciudad es el consumo de marihuana.

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De eso quería preguntarle padre, actualmente hay muchos países y sectores que están promoviendo el uso de la marihuana recreativa, que tan benéfico o dañino puede ser esto...

Por mi experiencia en las calles, le puedo decir que la marihuana lleva, en la mayoría de los casos, al consumo de otras drogas. Donde hay marihuana, hay cocaína, hay pepas y hay tusi. En medio de la fiesta una cosa lleva a la otra, no es cuento, es una realidad que vemos a la cara todos los días...

Usted es la cabeza de este proceso, cuéntenos de toda la gente que labora a su lado y cómo hace para enamorarlos de este proceso...

Hoy Samaritanos cuenta con más de 400 voluntarios que aportan su tiempo y conocimiento para realizar diferentes labores: la preparación de los alimentos, la logística y la enseñanza de artes y oficios, entre otras. Camine, acompáñeme a la cocina... Mire, ellas son un milagro, las manos que multiplican los panes y hacen posible que esto funcione, son las cocineras (ver foto), son mujeres que dan su tiempo y como ellas hay varios grupos. Tómeme una foto con ellas, estas mujeres son el soporte de la Fundación y las que hacen posible, todo esto. También tenemos un grupo de 130 prestadores de servicios, que trabajan con nosotros y que hacen que todo esto sea posible. ¿Cómo los enamoro?, como lo hago con usted, los invito a que recorramos las calles y conozcan el proceso. Después de aquí la gente se va con la lágrima en el ojo.

¿Para usted, qué es lo más duro de este trabajo?

El desapego de algunas familias cuando uno de sus miembros es habitante de calle y muere. Mire, a nosotros, a veces, nos toca despedirlos solos, sin ningún familiar. Hace poco llamamos a los familiares de un transexual que murió y nos dijeron, “muchas gracias padre por avisarnos pero entiérrenlo ustedes, nosotros no queremos saber nada de él”.

¿Padre, qué es lo más importante que le ha dejado este trabajo?

La gratitud que estas personas sienten por nosotros, por el trabajo que hacemos. La lealtad que te transmite una persona que habita en la calle cuando es tratada con dignidad es algo muy bello. Ahí es cuando tienen sentido las palabras de la Madre Teresa de Calcuta: “Jesús qué alegría de tenerte en mis brazos”...

25 años de labores

Nidia Fanny Mina, directora de proyectos de Samaritanos de la Calle recuerda que iniciaron un 25 de febrero de 1998: "la mayoría de los voluntarios éramos profesionales, médicos, psicólogos, pediatras, trabajadores sociales, odontólogos; y nuestra misión era calmarles el hambre a los habitantes de calle del centro de Cali".

Hoy, Samaritanos cuenta con más de 400 voluntarios que aportan su tiempo y conocimiento para realizar diferentes labores, como la preparación de los alimentos, la logística y la enseñanza de artes y oficios, entre otras.