Muchos suponen que en México ningún ritmo musical sería capaz de desbancar a las tradicionales rancheras y los corridos. Pues bien, nada menos que en la península de Yucatán, un puñado de mexicanos venera el bambuco tanto o más que en Colombia. Sonidos exportados.

Muy pocas personas en Colombia saben que en la península yucateca, compuesta por los Estados de Campeche, Quintana Roo y Yucatán, al extremo suroriental de México, el bambuco pertenece a lo que ellos llaman Ritmos de la Trova yucateca y que se cultiva y se quiere tanto, o más, que en la Colombia andina.

Cuando los investigadores músicales, el mexicano Roberto MacSwiney Salgado y el colombiano Hernán Restrepo Duque, iniciaron su estrecha amistad, nunca pensaron que pasarían a engrosar los anales de la historia del bambuco al encontrar en sus respectivos países los eslabones perdidos de una cadena que empezó en la zona andina de Colombia y que terminó en la península de Yucatán, en el suroriente mexicano.

En la “Revista de Mérida” del viernes 10 de Julio de 1908 aparece la mención del “próximo arribo a Yucatán de la Compañía Cubana de Zarzuelas de Raúl Del Monte”, que actuaría en el Circo-Teatro Yucateco a partir del viernes 24 de julio.

En la edición del 23 de Julio, se reseña la llegada del grupo cubano en el vapor “Mérida”, llegado el 22 procedente de La Habana, y en la relación de artistas visitantes aparecen los nombres de Pedro León “Pelón” Franco y Adolfo Marín.

PELON Y MARIN, un dueto musical formado en Medellín en Diciembre de 1905, había llegando a la Habana a principios de 1908, donde unieron sus miserias a las del poeta Porfirio Barba Jacob. La suerte hizo que los escuchara cantar en un cafetín el empresario teatral Raúl Del Monte, que preparaba una gira a Yucatán con su Compañía, contratándolos para su elenco artístico.

Su debut en Mérida, la hermosa capital del estado de Yucatán, aparece rubricado por la siguiente nota: “...presentación de los aplaudidos colombianos, señores Luis (sic) Franco y Adolfo Marín, con sus cantos típicos y pasillos colombianos...”. La temporada se prolongó hasta el sábado 1 de agosto y después de esa fecha desaparecen las menciones.

Se dirigen a la ciudad de México donde en octubre de 1908 grabaron cerca de 40 canciones colombianas para la empresa fonográfica Columbia y que fueron los primeros bambucos y pasillos colombianos que se editaban para el mundo. Pelón se agregó luego a las filas guerrilleras de Francisco Madero para retornar a Colombia en 1916, mientras que Marín se quedó radicado en México donde se casó con la cantante retirada Abigail Rojas y murió en 1932.

El primer bambuco que Pelón y Marín interpretaron en Mérida fué “El enterrador”, seguido de “Asómate a la ventana”, “Poema del nido” y “Despedida colombiana”; estos bambucos aparecen reseñados como verdaderos éxitos en el cancionero de “Chan-Cil”, un año más tarde, en 1909.

Para regar la semilla del bambuco que sus antecesores habían sembrado, llegó a Yucatán en 1919 otro dueto de trovadores colombianos, WILLS Y ESCOBAR, compuesto por Alejandro Wills y Alberto Escobar, quienes estuvieron viviendo en Mérida durante 4 meses.

Posteriormente, en la década del 20, fué el estudioso de la música y compositor colombiano JORGE AÑEZ quien se radicó un tiempo en México arraigando al bambuco colombiano en la península, en forma definitiva. Vale la pena destacar la estrecha amistad que cultivaron Jorge Añez y ese inmenso compositor yucateco “Guty” Cárdenas, que grabaron a dueto varias páginas inmortales.

En una comida en la que departían Guty y Añez en New York convinieron en escribir dos canciones y grabarlas en un mismo disco como recuerdo de esa amistad: una de ellas en el ritmo yucateco clave, con música de Añez y letra de Guty, y un bambuco con música de Guty y letra de Añez. De esa propuesta nacieron dos canciones: la clave “Bendita seas” y el bambuco “Mi canción quisiera”; la primera no tuvo mayor éxito pero la segunda ha surcado, desde esa noche, los aires de la península y del mundo.

Hubo otro colombiano importante en el bambuco yucateco: Rómulo Rozo Peña, escultor y poeta de Chiquinquirá, que vivió mucho tiempo y murió en Mérida entablando gran amistad con músicos meridanos, en especial con el compositor Manuel “Manolo” López Barbeito para quien Rozo escribió las letras de muchos bambucos conocidos.

El bambuco yucateco nació de lo que era el bambuco colombiano de principios de siglo, que le cantaba a la mujer y era particularmente expresivo en lo que tiene que ver con el amor. Y siguió cantándole bambucos a la mujer, mientras que el colombiano además de seguirle cantando al amor y a la mujer, hoy lo hace a la montaña, a los animales, a las prendas de vestir, a la protesta o a cualquier otra expresión del estado emocional del hombre, dándose una evolución que le convino. Lo que sigue conservando el yucateco que el colombiano ha perdido es la circunstancia de que, en su gran mayoría, los bambucos se hacen con letras escritas por poetas para ser musicalizadas por músicos dándole una riqueza a la letra que se ha perdido bastante en el bambuco y la canción colombiana.

El bambuco yucateco lo cantan solistas vocales acompañados con una guitarra, o tríos acompañados con las tres guitarras típicas del trío mexicano; no es normal escucharlo interpretado por un dueto, aunque se han conocido algunos excelentes. No se interpreta instrumentalmente, no se baila y el tiple se vino a conocer a finales de la década de los 80 pero no se ha popularizado aún.

Bambucos como “Las mirlas” (conocido en Yucatán como “Los Mirlos”), “Asómate a la ventana”, “El profesor de canto” (conocido allá como “El contador de estrellas”) y “El enterrador”, son bastante más conocidos por los yucatecos que por los colombianos. Hay también otra serie de canciones poco conocidas en Colombia con poemas de colombianos y música de mexicanos, que demuestran la hermandad entre las dos culturas.

Desde 1989 se celebra anualmente en Mérida, organizado por Los Amigos de la Trova Yucateca que preside el citado Roberto MacSwiney, el Festival Internacional del Bambuco por donde han desfilado muchos artistas colombianos como Zabala y Barrera, María Isabel Saavedra, Lucho y Nilhem y Beatriz y Eugenio Arellano.

La semilla que el legendario dueto de Pelón y Marín sembró en su fugaz visita a Mérida no ha dejado y ya nunca dejará de dar frutos. El bambuco de la península pronto tomó su propio perfil en la obra incomparable de Ricardo Palmerín Pavía, Ernesto Paredes, Pepe Sosa, Vicente Uvalle, Carlos y Arturo Cámara, Ermilo Padrón López, Manolo López Barbeito, Luis Espinoza Alcalá, Pastor Cervera Rosado y muchos más, quienes han dado al cancionero yucateco sus páginas más hermosas, escritas en el ritmo que Pelón y Marín llevaron de Colombia en Julio de 1908 y que hoy pertenece a la Trova Yucateca y al alma de los peninsulares con el mismo arraigo con el que en Colombia nos hace saltar el corazón “como cuando a mí me cantan una canción colombiana”.