Por José Luis Carrillo / editor de Cali
En el corazón de Cali hay un par de calles que forman una ‘L’ donde pocas reglas existen. Bueno, solo algunas: se debe bailar, ‘campanear, ‘timbalear’ al compás de la salsa. En ese pedazo de Cali el caos es casi perfecto.
Todos los viernes y sábados más de 2000 personas se reúnen a darle forma a una expresión genuinamente callejera que quieren regular pero que, si usted se zambulle en ella, para bien o para mal, se dará cuenta de que es casi incontenible. Hoy el debate se abre: ¿Se puede regular la gozadera?
Para algunos, si no se hace algo para regularla, será un sector destinado a convertirse en gueto; para otros es la expresión más honesta del caleño de barrio: la verbena.
Bailando con el pecado
Antes de que existiera el Bulevar del Río, había una calle donde las prostitutas, los travestis y los dueños de la calle se tomaban unos tragos con los amores esquivos y los amigos de rato, también llegaban los jíbaros (ahora los pelados le llaman ‘dealers’). Era la Calle 9, en el centro de Cali.
Alguna vez, a principios del año 2000, después de terminar una de las épicas jornadas del Festival Petronio Álvarez, alguien dijo: “Vamonos de ‘after’ -recuerden, eran los años 2000- a la ‘Calle del Pecado’ y comenzaron a llegar músicos, ‘nochólogos’, artistas, periodistas, gente que trabajaba en logística del festival…
El punto de encuentro siguió ahí. Intermitente. Medio subterráneo. Era un secreto a voces de la ciudad que le permitía al caleño de pie, al oficinista, la cajera de banco, al funcionario, oler el pecado como si fuese un vapor húmedo que se te mete hasta los huesos.
Veinte años después vendría la pandemia que infectó a 300.000 personas en Cali y mató a 8.000. Los establecimientos cerraron y ‘la Calle del Pecado’, también.
Semanas después, la denominada Capital de la Salsa pedía gozadera. Sin embargo, los negocios de rumba estaban quebrados. El Covid - 19 mató a algunos. A los pocos que sobrevivieron las autoridades los conectaron a un respirador: rumba al aire libre.
“Hermano, esto empezó, gracias a Dios, después de la pandemia. En las discotecas no dejaban hacer tanta aglomeración y eso llevó la rumba de la salsa a la calle y mire lo que generó… ha sido un éxito completo para todos. Por medio del Dj que tenemos: Sammy Saoco, la Alcaldía nos exigió vallas, logística, baños públicos, ambulancia y por medio de él hacemos este evento”, cuenta Hannover Ramirez Giraldo, uno de los impulsores de la ‘Calle del Sabor’ y quien tiene una miscelánea en la zona.
-Hanover,¿hasta cuándo seguirán con esto?
-Hasta que nos dejen, por ahora, con el gusto del cielo, los atendemos… - responde en medio del bullicio.
Sabor y anarquía
Una mochilera polaca camina tomada de la mano con su temporal novio caleño, intenta entrar a la ‘Calle de la Salsa’. A cambio de un billete de $2000 le ponen una manilla y le dejan entrar al zafarrancho .
Él pregunta: ¿por qué cobran si es espacio público? A lo que la pelada de logística responde, mientras lo requisa: “Para brindar el servicio de baños, la ambulancia, el sonido, las vallas, la seguridad”.
La rumba gravita entorno a Sammy Saoco, el Dj, va moviendo a la gente entre la cadencia melancólica de Maelo Rivera y la nostalgia romántica de Niche. Un hombre de seguridad les protege, algunos se toman fotos desde su celular con el ‘Salsa -Star’ de la noche.
“Esto es pura cultura caleña, esto es lo que nos identifica como ciudad, a nivel mundial me están escribiendo (transmite en vivo su sesión músical )... Sammy Saoco metiendo más salsa que pescao, qué rico mami…”, dice mientras le hace pitch a la consola y retumba una canción de Isidro Infante: ‘Has quedado retratada’, la muchedumbre corea al unísono…
No todo son lindos acordes de salsa flotando como bombas de jabón por las calles. Afuera de las vallas hay un encontrón porque un ‘pelado’ le tumbó el trago a un grupo de personas. Las calles huelen a orín y basura, el caos vial es similar al de los alrededores de la plaza de Santa Elena un día de mercado. La guerra de los sonidos por quién pone más alto la música en su negocio hace de la experiencia una barahúnda. También el consumidor de drogas que se te arrima agresivo. La inseguridad.
En todo el recorrido se cuentan con los dedos los policías y ni un solo guarda de tránsito. Pero hay quienes sí llegan a trabajar: las prostitutas, los prostitutos y los jíbaros andan en lo suyo.
“El Bulevar, con su salsa a cielo abierto, saca toda nuestra cadencia y ritmo, pero debe tener una regulación”, tuitea el Alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, mientras hacemos la reportería para esta nota, a 100 metros del lugar.
Días después le dice el Alcalde a los medios de comunicación que quienes vayan al Bulevar deberán vestirse apropiadamente. En su lenguaje: portando al menos las prendas esenciales, cumplir con un horario límite y restringir el consumo de ciertas sustancias. “Sí estamos de acuerdo con una actividad pública en el Bulevar, pero no una actividad anárquica, que lo que traería consigo a futuro sea una destrucción del espacio”, dice.
Música para los pies y la cabeza
Jhon Alexander García, quien hace parte del proyecto ‘El Tomatero’, tiene un establecimiento en el sector, sostiene que Cali siempre ha sido una ciudad de verbenas. “Este es un lugar de privilegio porque se resiste a morir. Si lo llegaran a cerrar, la gente se iría al mismísimo río Cali a bailar”, asegura.
El hombre es un convencido de que este sector tiene una oportunidad única, no solo para los negocios, sino para que la ciudad se convierta en una vitrina cultural que muestre su esencia, pero esto solo se logrará si se llega a un acuerdo.
“Tenemos que ofrecer una experiencia de rumba, pero también de poder sentarse a tomar un café y disfrutar un bolero con la música bajita… Creemos que es importante sentarse a hablar, a escuchar incluso al del trapito rojo, al dueño de los hoteles, la gente que vive aquí, porque aunque no lo crean también hay residencias… Esto estaba cerrado en pandemia y desde que se abrió viene el melómano, el audiófilo y la gente que quiere vivir esta experiencia”, concluye García agregando que la oferta del sector también va dirigida para esa Cali que no tiene con qué pagar un gran cover en una discoteca.
En el sector es nutrida y diversa la experiencia gastronómica. Desde las carne a la llanera, pasando por el chuzo de $3000 hasta toda la gama de bebedizos ancestrales del Pacífico. Los carritos de comidas recorren el lugar entre el caos vial, los borrachos y el barullo.
Jhon Fredy Bustos, politólogo, urbanista y experto en movilidad, manifiesta que el sector es una clara expresión popular que traza una línea para acelerar los procesos de planificación del centro de Cali.
“Siempre se ha dicho que el centro de Cali tiene que ser peatonal y estas expresiones muestran todo ese potencial. Ojalá cuando llegue esa obra urbanística (la peatonalización del centro) no se pierda”, dice.
-Doña María Elena, usted que vive acá en el centro, cerca al bulevar y a la Calle de Salsa ¿qué se puede hacer para ponerle control a todo esto?.- “Si esta Alcaldía ya no hizo nada en tres años y medio, ya no lo va a hacer en seis meses. Esto es incontrolable, ya el enano se creció. Yo estoy resignada, soy consciente de que vivo en el centro de Cali, yo heredé mi apartamento y la única vez que lo alquilé lo usaron como bodega. No tengo nada más que decir...”.