Por Santiago Cruz Hoyos - Editor de Crónicas
Era junio de 2014. Andrés Felipe González, uno de los mejores centrales del fútbol colombiano, recibió una llamada de su esposa, Alexandra Gómez, que lo cambió todo.
– Julieta se va a morir – le dijo.
Julieta, la hija de Andrés y Alexandra, había nacido en marzo de aquel año con parálisis cerebral. Cuando colgó el teléfono, él no lo dudó: pese a que estaba en la cúspide de su carrera como futbolista (había pasado por equipos como América, Santa Fe, Colo - Colo, la Selección Colombia y en ese momento estaba en Junior) a sus 30 años renunciaría al fútbol para estar junto a su esposa, junto a Juan Diego, su primogénito, y junto a Julieta. Ya no defendería un arco, sino a su familia. E intentaría recuperar la salud de su pequeña.
Entonces se convirtió en el decorador de los pasteles que preparaba Alexandra en la casa. El emprendimiento no suplía el generoso salario de un futbolista, pero garantizaba que no faltara nada mientras cuidaban de Julieta.
En el camino, Andrés Felipe y Alexandra conocieron un tratamiento con células madre. A Julieta le introducirían las células en el cerebro para reparar lo que hiciera falta reparar y que la niña fuera independiente: que comiera por sí misma, caminara, hablara, siguiera sonriendo. Pese a todo, Julieta siempre se reía a carcajadas que contagiaban felicidad. El tratamiento costaba 22 mil dólares, y se hizo una subasta de camisetas autografiadas de grandes estrellas como Cristiano Ronaldo, Shinji Kagawa, Radamel Falcao, para conseguir el dinero.
Es miércoles y Andrés Felipe desayuna generoso, en bandeja: huevos, arroz, café. Acaba de entrenar en Brave (‘valiente’) el centro de acondicionamiento físico que dirige en el sur de Cali.
A los 40 años luce con el físico de un jugador de fútbol activo, aunque Andrés Felipe es conferencista. Recorre Colombia para inspirar los equipos de trabajo de las empresas con su historia en el fútbol y como padre, en una charla a la que llamó ‘Lo que gané cuando perdí’.
– Cuando muere Julieta, quedamos devastados, naturalmente. Sentí que había perdido sentido todo, toda la lucha, hasta el mismo vivir, y quería encontrar respuestas. En esa búsqueda del porqué, del para qué, entiendo que la venida de Julieta no podía ser tan en vano. No podía pasar así, como que llegó Julieta, sufrió, nos enseñó, la amamos, nos amó y murió y ya, se acabó, no. Entendí tras su muerte que había un mensaje para transmitir. Y cuando encontré ese propósito, desperté mi conciencia. Ahora tenía una responsabilidad con la sociedad; transmitir un mensaje para quien esté dispuesto a escucharlo.
Una vez termina su desayuno, Andrés compartió un trozo de su conferencia con los reporteros de El País.
I La lección del padre
Mi papá fue un gran papá. Muy mal marido (somos seis hijos de cuatro mamás), pero un gran papá. Estuvo presente. Me acompañaba a todas partes. Y ese papá que me acompañó siempre, falleció después de mi segundo partido como profesional. Me quedó un vacío tan terrible… yo a él siempre quise retribuirle el esfuerzo que hizo por ayudarme para ser jugador de fútbol.
Mi papá muere el viernes 2 de mayo de 2003, en Nueva York. Yo estaba durmiendo cuando me avisaron. Llegó mucha gente a mi apartamento porque mi papá era muy querido. Pero a las 2:00 de la mañana les dije a todos: ‘por favor se retiran, mañana debo entrenar con América’. Nadie me dijo nada, pero me miraban como diciendo: ¿cómo así que se va a entrenar si acaba de morir su padre?
Me levanté al otro día, llegué a Cascajal (la sede de entrenamiento del equipo) me fui para el gimnasio y empecé a hacer pesas. Y yo veía que me miraban pero nadie decía nada. El técnico era el ‘Pecoso’ Castro.
‘Pecoso’, después, se acerca y me dice: ‘guevón’, ¿usted qué hace aquí? Yo le respondí que hacía mi trabajo de fuerza para el partido del domingo. ‘Pecoso’ me dijo que así no podía jugar el partido. Yo le dije que sí podía, si él me autorizaba. Y le expliqué por qué sí podía: ya no puedo hacer nada por mi papá, le dije. Todo lo que pude hacer por él, lo hice en vida.
El partido lo jugamos en el estadio Pascual Guerrero. La barra Estrella Roja, de doña Stella Castellanos, muy amiga de mi papá, sacó una pancarta, y yo lloré todo el partido. Pero jugué muy bien.
La lección la reconocí tiempo después, porque en ese momento no entendía de dónde sacaba fuerzas para sobreponerme. Pero con mi papá lo que sucedía era que siempre disfrutábamos el presente. No me enfocaba tanto en el pasado o en el futuro, sino que disfrutaba el ahora.
Cuando me dicen que mi papá murió, el primer recuerdo que tengo es la última vez que lo vi. Fue el 2 de enero, cuando yo iba a viajar con la Selección Colombia sub 20 para el Suramericano. Esa última vez le di un beso y un abrazo y le dije que lo amaba mucho. Entonces estaba tranquilo: hice todo lo que debía hacer, en vida. Es el mensaje que le comparto a la gente: haga lo mejor que usted es capaz de hacer siempre en todo, con todos, porque no sabe cuándo va a ser la última vez.
II El sueño de la abuela
Mi abuela, la mamá de mi papá, fue la mujer que me crió. Ella soñaba con verme jugar en la Selección Colombia, y el técnico Reinaldo Rueda me lleva a un partido amistoso. Cuando regreso, en el aeropuerto, prendo mi celular y escucho un mensaje de voz. Era mi mamá, que decía al fondo: ¿Cómo le explico que su abuelita se murió? De esa manera me enteré de la noticia.
Tras la muerte de mi abuela llego a la Selección Colombia en propiedad. Termino jugando la Copa América de 2004, en Perú. Por eso mi charla se llama así, ‘Lo que gané cuando perdí’: soy quien soy por esos momentos duros que he vivido.
Con mi abuela entendí que uno está para cumplir sueños, pero a veces cumpliendo esos sueños propios, ayuda a cumplir los sueños de los demás. Mi abuela soñaba con verme con la Selección Colombia; también era mi sueño. Y cumpliendo mi sueño, cumplí el de ella. Ese partido fue con Honduras. Entré faltando cuatro minutos. ¡Ella me vio tocar una pelota, una sola!, con la camiseta de la Selección, y dos días después murió.
Es lo que pasa en Brave: yo soy muy apasionado en el entrenamiento. Me encanta que la gente cumpla sus metas físicas, deportivas, mentales, pero también sé que de esa forma Brave va a cumplir sus metas. Entre más yo me preocupe y me ocupe de las personas, las personas se van a ocupar de Brave, de tus propios sueños.
III Derrotas en la cancha
Tuve muchas derrotas en el fútbol. Recuerdo un partido con América que perdimos en Ibagué 5 - 0. Nos llegaron cinco veces, y nos hicieron cinco goles. Corríamos, metíamos, luchábamos, y perdimos 5-0. A veces la gente no entiende. Si te meten cinco te dicen que sos un desastre, y en ese partido ni fuimos tan desastre ni Tolima tan superior, simplemente las situaciones se dieron.
Perder una final con Junior me dolió mucho. Fue en Medellín, por penales. O cuando Wilder Medina, jugando para Tolima, nos elimina con Santa Fe de la final, éramos lideres del cuadrangular, con el empate estábamos en la final y Wilder saca un zapatazo y nos saca. O perder contra Boca Juniors en el 2003 la semifinal de Libertadores con América.
Pero del fútbol y de esas derrotas lo que más aprendí es el poder del trabajo en equipo. Trabajar en equipo te ayuda a crecer como persona, te ayuda a conseguir cosas mucho más grandes que las que puedes conseguir solo. Por ejemplo: ¿quién hizo el último penal para que Messi fuera campeón del mundial? El 90% del mundo quería que Messi fuera campeón, pero no lo logró solo por sus propias piernas, fue gracias al Dibo Martínez y a Montiel que anotó ese último penal.
Cuando uno entiende que dentro de una organización todas las tareas son importantes, y se despierta esa conciencia en los equipos de trabajo, está ayudando a levantar el trofeo, alcanzar los objetivos. Muchas veces salí figura de la cancha, pero fue gracias a que un compañero me respaldó cuando hice mal un cierre, o un arquero me salvó en un mal rechazo. Lo que me gustó del fútbol fue eso: saber que me puedo potenciar en mis compañeros pero también puedo potenciar a mis compañeros, como Messi en la final del Mundial.
IV Decisiones difíciles
Hay una frase que me marcó y que recuerdo cuando debo tomar una decisión: nunca te equivocarás si haces lo correcto. En mi caso, dejar el fútbol así estuviera en la cúspide de mi carrera, fue lo correcto. Lo volvería a hacer. ¿En qué pensaba yo? En lo difícil que sería la vida para mi esposa, mi hijo y mi hija si yo no tenía el tiempo para acompañarlos. Por más que estuviera ganando mucho dinero como jugador de fútbol, estaba en otra ciudad y me necesitaban a su lado.
Dejar el fútbol fue la decisión correcta. Yo amaba el fútbol, lo amo, pero amo más a mi familia. Me necesitaba más mi familia a mí, que el fútbol. El fútbol siguió, ahí está, pero no sé si mi familia hubiera podido seguir si yo no tomara esa decisión a tiempo.
V: Cuando muere un hijo
Cuando se pasa por una situación tan difícil como perder un hijo lo primero que hay que hacer es tomar acción. Es difícil pararse de la cama después de vivir algo así, te lo digo yo, pero vuélvete útil, busca algo qué hacer. Eso te va a mantener distraído del dolor.
También dedícate a hacer las cosas bien todos los días. Yo vivo agradecido con la vida porque me permitió hacer las cosas bien por mi papá, por mi hija, por mi abuela. No me ha pasado que alguien querido muera y yo diga: ‘pude haber sido más amoroso, ayudar más, esforzarme más’.
Viva teniendo claro que lo único seguro es la muerte. La gente a veces cree que la vida es tan segura y somos tan frágiles, en un segundo se va la vida. Entonces ocúpese, dé lo mejor siempre, para que cuando llegue ese momento de perder un ser querido no se arrepienta de nada. Y perdónese. Durante el proceso de Julieta tuve pensamientos difíciles, incluso no estar, pero me perdoné.
Y viva el duelo. Déjelo salir, busque ayuda, no se encierre en el dolor. Una alegría compartida es doble alegría, una pena compartida es media pena. Hay gente dispuesta a escucharte. Y agradece por seguir. Hoy en día tengo la posibilidad de honrar la vida de mi hija a través de lo que hago: inspirar equipos de trabajo en las empresas. Hoy cada que pienso en Julieta sonrío por lo que me enseñó. Lo que queremos con mi esposa y mi hijo es honrar la vida de Julieta a través de esta historia.