Aunque en Cali ya van 7400 infectados y 260 fallecidos por el covid-19 desde que empezó la pandemia hace tres meses, todavía existe incredulidad y desconfianza en algunos sectores de la población frente a la letalidad y la existencia del virus.
Frases temerarias como “¡¡¡Eso del coronavirus es puro cuento. El que se va a morir se muere!!!…” se oyen a manera de justificación, especialmente entre los jóvenes que han sido sorprendidos por las autoridades en fiestas callejeras en plena ley seca y toque de queda nocturno.
Hace poco un habitante de la llamada Colonia Nariñense en el populoso Distrito de Aguablanca, donde la Policía halló a 500 personas que departían en una rumba, ratificó esa percepción al afirmar : “Nos vienen a joder cuando lo que menos nos llega aquí es el progreso”…
Desde marzo, cuando se declaró la primera cuarentena, las autoridades de Cali han desactivado 4000 celebraciones no permitidas en viviendas del oriente, e incluso en estratos sociales más altos.
En esos brotes de indisciplina que se detectan especialmente durante los fines de semana las personas no miden el peligro al que se exponen al no protegerse con tapabocas y no guardar el debido distanciamiento social
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¿Qué explica esa indisciplina social? Para el sociólogo Hernando Uribe Castro, director del doctorado de Regiones Sostenibles de la Universidad Autónoma de Occidente, hacer exigencias a ciertas comunidades cuando el Estado ha estado ausente en ellas justifica de alguna manera esa actitud, dado que la credibilidad en los gobernantes se ha perdido.
“Habría que preguntarse en qué han fallado el Estado, como también las comunidades con el desacato a las normas. En ese sentido recordó el cuento del Rin Rin Renacuajo que es cuando las personas salen a la calle al desobedecer en este caso sus obligaciones de salud, subrayó.
En lo anterior coincide el profesor y PhD en Sociología de la Universidad Icesi, Édgar Benítez, al señalar que “las teorías de la conspiración son como mitos o fábulas fáciles de creer y por esa razón muchas personas le restan importancia a los datos científicos que se reportan del coronavirus”.
Además existe una segunda razón. “En un país como el nuestro la gente tiene poca confianza en sus gobernantes lo que genera una escasa credibilidad en la información que reportan a diario alcaldes y gobernadores”.
Fortalecer la educación
En ese sentido el sociólogo de la UAO, Hernando Uribe, opina que es clave una verdadera integración con las comunidades para que tengan un “mayor conocimiento de la información a través de un proceso educativo y se produzca una real presencia del Estado”.
Subrayó que “no es con Policía sino a través de procesos educativos como se consigue la respuesta ciudadana”, no solo en los estratos populares, sino en los más altos de la sociedad.
Al respecto, el profesor Édgar Benítez, recalca que ante todo se debe resolver un asunto de comunicación, es decir, sobre la forma como se entregan los datos. En su concepto “a la gente esos datos no les dicen mucho, pero sí los testimonios reales de pacientes que han vivido la enfermedad”.
Una segunda medida podría ser el fomento a una alfabetización científica porque “nosotros tenemos un sistema educativo con unos inicios muy precarios sobre qué es la ciencia y cómo surgen los datos científicos”. Eso se resuelve con una mayor intervención a mediano y largo plazo para que las personas crean en la ciencia, añade el especialista.
Una sociedad egoísta
Para el politólogo caleño, Gustavo Orozco Lince, la indisciplina social está en todos los estratos sociales, pero con unos tópicos diferentes en cada caso, “pues somos una sociedad egoísta donde no nos importan los demás. Mientras en el oriente y en la ladera se observan este tipo de aglomeraciones, en el sur y en el norte la gente está saliendo a parques por montones, e incluso departiendo en fiestas poco visibles. Eso demuestra que nadie ha dejado de hacer algo porque la ley se lo impida, en especial frente a las normas de bioseguridad”.
Orozco, pone de presente “que la indisciplina social no se corrige con medidas policivas, de fuerza, o a punta de bolillo o fusil, sino con medidas, especialmente de alcance social, pues hay muchas personas que no tienen como proveer de alimentos a sus familias”. De allí, que la preocupación principal de algunos ciudadanos no sea el virus, sino cómo lograr ingresos para sobrevivir en medio de la pandemia.
Fatiga e imaginarios
Carlos Alberto Rojas, el secretario de Seguridad y Justicia, y a quien le ha tocado enfrentar la indisciplina de muchas comunidades frente al virus, destaca que “eso es producto de imaginarios y mentalidades culturales”.
Y como los casos, anota, “no son tan cuantitativamente altos, ni de tan elevado impacto y mientras usted no vea a un familiar o un amigo enfermo, la gente no cree en el covid-19”.
A eso se agrega “cierta fatiga y cansancio, por lo que alguna gente busca explicaciones y justificaciones, y por eso hay sectores que no creen que la pandemia los pueda afectar”.
Guardianes de la salud y pedagogía
Como una forma de concientizar a las comunidades, y promover su entendimiento frente al Covid-19, el Gobierno Municipal creó el programa denominado “Guardianes de la Salud”.
Se trata de un grupo de personas capacitadas que se encargan de realizar visitas en los barrios priorizados por el virus y de promover campañas de cultura ciudadana.
“Esperamos con esta campaña y las acciones pedagógicas, lograr una mejoría frente a los imaginarios populares. Y en este sentido exaltamos la labor que hacen los medios de comunicación, pero la pedagogía también hay que realizarla casa por casa con el objetivo de sensibilizar a la ciudadanía y su comportamiento frente a la pandemia del Covid-19”, destaca el secretario de Seguridad y Justicia, Carlos Alberto Rojas.
Además, esa pedagogía, anota, pretende enfrentar la ola de noticias falsas que circulan a diario en las redes sociales.
Convivir con la muerte
Según José Joaquín Bayona Esguerra, sociólogo de la Universidad del Valle dice que “no se trata de creer o no en la letalidad de una enfermedad que se volvió en pandemia, sino de buscar soluciones en el contexto social y económico y en los sectores rurales y urbanos”.
De allí, anota, que para muchos la muerte no es una sorpresa, sino algo cotidiano, y por eso no le temen al coronavirus.
Otra visión
Entretanto, la socióloga de la Universidad del Valle, Rosalina Vanegas, afirma que “no es que el ciudadano simplemente quiera desobedecer, es porque se mezclan y entrecruzan factores que conllevan a desatender y restar importancia a la gravedad del fenómeno y su responsabilidad frente al mismo”.
Añade que “muchos de los comportamientos ciudadanos están determinados por la confianza y credibilidad en la normatividad, la institucionalidad y las personas que las representan y deben velar por el respeto de las mismas. Históricamente hemos visto como en Colombia la ley se aplica con rigor a los más desfavorecidos, a los sin poder ni económico ni social, en tanto que y los ejemplos sobran no dejan de aparecer fuertes escándalos de corrupción y delitos de funcionarios que en la mayoría de los casos van dejando una gran estela de impunidad y de, en el imaginario social, aquí no pasa nada, de indignación y sensación de impotencia y con ello también “si ellos pueden y les va muy bien, por qué yo no”.
Asimismo, recalca que no ha habido claridad y sí muchas contradicciones en la orientación de cómo afrontar la pandemia. “Más que estrategias propias se han ido copiando las aplicadas en otros países sin tener en cuenta la idiosincrasia de la población. Colombia no estaba preparada para responder ni a nivel clínico ni económico”.
La socióloga destaca como un punto importante que “los colombianos en un alto porcentaje, según el Dane el 47,5% de la población trabaja en la informalidad y otra gran mayoría viven de su pequeño negocio que debe pagar impuestos, alquiler, servicios públicos…y que se fueron ahogando en deudas y hambre sin ningún respaldo real del gobierno con gastos fijos creciendo, lo que obliga a salir al rebusque, a pagar impuestos, recibos de servicios que cargaron al contribuyente con más costos e intereses de mora. Y es que en definitiva primero está la vida, aun contradictoriamente poniéndola en riesgo, pues en este país para poder alimentarse así sea de manera precaria hay que generar recursos económicos sin importar la edad”.
De igual manera, la académica resalta el papel de los jóvenes en la actual emergencia. “Estamos ante una generación de jóvenes que en su mayoría han crecido inmersos en la T.V., los videojuegos y en general medios digitales que han copado la mayor parte de su tiempo y atención, ausentes de mayor interacción social-familiar de calidad, con padres y madres que trabajan fuera de casa y sin autoridad para acompañar a sus hijos en el proceso de asimilación de las normas sociales”.