La Fundación Carlos Portela recolecta y vende tapas plásticas para apoyar a niños con cáncer.
¿Qué puede sentir una mamá cuando su niño está jugando mientras espera para entrar a quimioterapia y de pronto se desmaya y cae paralizado? Es una pregunta cuya respuesta ninguna madre quisiera conocer. Blanca, sin embargo, la sabe. Hoy, quince días después del episodio, mientras mira a John jugar con su tractor y sonreír como si le hicieran cosquillas, lo debe recordar como una película borrosa. Parece mentira que hace poco su niño, que tiene cáncer en la piel, estuvo entubado tras sufrir dos paros respiratorios.En la parte de atrás del tractor amarillo, John pone tapas plásticas de todos los colores: rojas, amarillas, verdes, azules. Todo un arco iris se resbala entre sus pequeñas manos. Empacado en bolsas, ese arcoiris es más que una pila de basura. Son no menos de 30 paquetes. Dinero en bolsas, si se le quiere ver así. En esa montaña de tapas reside la posibilidad que tienen cerca de 500 niños con cáncer y enfermedades de la sangre, de la Fundación Carlos Portela, de tener una vida digna durante su tratamiento. Es lo que explica su directora, María Fernanda Portela. O Mafe. Que son esas tapas las que pagan el mercado, las que sirven para comprar ropa, las que los sacan de apuros a última hora, cuando ya les van a cortar el agua.Basta hacer una cuenta simple: 367 tapas son un kilogramo. Un kilogramo vale $400. A la semana, decenas de personas les llevan su basura y al venderlas logran obtener un promedio de $400.000 a la semana. Que al mes son $1.200.000. No es tanto como parece, dice la directora de la fundación. Y tiene razón, si se toma en cuenta que una ampolleta para quimioterapia puede valer entre uno y dos millones de pesos. O que un trasplante de médula ósea cuesta $600 millones. Menos mal están las EPS, menciona. Aunque eso muchas veces no es garantía de nada. Como en el caso de Jenny Lee, a quien de no ser por la tutela que le puso su mamá a la EPS, no le habrían hecho nunca el trasplante.Un plato de amorMafe cuenta que la campaña de las tapas comenzó de la forma más graciosa. En Colombia la inició la Fundación Sanar, pero como por arte de magia la gente empezó a llamar a la Fundación Portela. Tengo una bolsa de tapas, ¿las reciben?. Cómo decir que no. Y ya llevan todo el año en esas. Hoy, este es el único ingreso que tienen, asegura ella. Poco a poco se han sumado los vecinos, las empresas, los colegios, las universidades. Es importante porque un tratamiento de cáncer no es un asunto solo de medicamentos.Muchas de las madres Portela vienen de lejos y no tienen dónde alojarse, ni trabajo, ni familia en Cali. Como Blanca, que es de Mercaderes, Cauca, y que para venir desde allá tiene que tomar un bus a las 3:00 a.m., para 15 horas de camino. Y es por eso que una comida caliente, un techo, objetos de aseo son casi tan importantes como la medicina, dice Mafe. A esa lista, Edinson, padre de Luisa, que tiene el síndrome de Von Willebrand (la sangre no le coagula), le agrega un elemento crucial: el amor.Acá todos los niños son como hijos para Mafe. Incluso la comida allí se prepara con amor. Porque es doña Mercedes, la mamá de Evelyn (con leucemia), la que la hace: el agradecimiento es quizás el mejor ingrediente en cualquier plato. Y a diario se lo sirven a no menos de 25 madres y niños. Por eso, concluye María Fernanda, es que si bien su arcoiris de tapas no le alcanza para tratamientos, es un pequeño tesoro que salva vidas.