El Gato del Río, quien cumplirá 24 años, siendo un icono de Cali, está pidiendo urgente un cambio de pátina. Se ha deteriorado por el manoseo constante de la gente que no se puede resistir a sus encantos, y el samán que le da sombra tampoco ha sido de ayuda ya que está vertiendo una resina que le ha manchado la cabeza y la cola. Ni el pájaro que acompaña al Gato de Tejada se ha escapado a la dañina pintura natural del árbol.
Esta escultura realizada por Hernando Tejada ‘Tejadita’ y donada a la ciudad, el 3 de julio de 1996, fue instalada en la margen izquierda del río tutelar, en la Avenida 4 Oeste con Calle 1 Oeste, en el barrio Normandía, como parte de un plan de embellecimiento y recuperación de la ribera del Río Cali.
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Y se ha convertido en uno de los monumentos más emblemáticos de la capital vallecaucana junto con la estatua de Sebastián de Belalcázar y el Cerro de Cristo Rey.
El Gato, de 3.5 metros alto por 3.4 metrso de ancho, con un espesor de 1.95 metros y un peso de tres toneladas, fue fundido en bronce a gran escala en Bogotá, en el taller de Rafael Franco.? Y para su transporte a Cali tuvo que ser desmontado el techo del taller.
Desde su inauguración, la escultura gatuna ha sido restaurada dos veces. La primera restauración de este ícono que alberga las cenizas del artista, fue en 2004, estuvo a cargo de Alejandro Valencia Tejada, sobrino del escultor, casi 16 años después de inaugurado el Gato. La segunda fue hace cinco años.
“La restauración de una escultura no tiene un tiempo preciso, se decide según el avance del deterioro”, expresa el también escultor Alejandro Valencia. “Me parece muy triste que el Gato no tenga un responsable directo, no hay una entidad ni un padrino que se haga cargo, podría ser incluso un particular. Quizás no me he movido lo suficiente, porque no se trata de mendigar, esta es una escultura que es de la ciudad y para la ciudad”.
Las Gatas y el Gato
Diez años después de inaugurado el monumento del Gato del Río, en el octubre de 2006 la Cámara de Comercio de Cali lideró una iniciativa de recuperación no solo de la escultura de Tejada, sino también de sus alrededores.
Para ello promovió la exhibición de una colección de más de quince esculturas complementarias —a las que con el tiempo se han unido más—, todas con la misma base estructural pero pintadas y decoradas por artistas plásticos, como Maripaz Jaramillo, Omar Rayo, Lucy Tejada, entre otros. La iniciativa llamada 'las novias del gato' constó además de la adecuación de un parque alrededor del monumento original.
Absurdamente, hoy en día al Gato no lo cuida nadie, mientras que a las Novias del Gato, que llegaron una década después que él, sí, porque los derechos se los vendieron a la Cámara de Comercio y de ellas y de su parque está a cargo Infivalle. El Gato, en cambio, es huérfano, hasta Alejandro debe pedir permiso para restaurarlo. “La vez pasada que pedí la restauración, me hicieron firmar un documento de la Alcaldía en el que yo decía que me autorizaba a mí mismo a cuidar del Gato, con el estado se llega a absurdos como ese. Por eso, prefiero restaurarlo a través de la empresa privada o de particulares porque trabaja uno mejor”, dice Valencia, quien pide que haya una reacción por parte de las entidades culturales de la ciudad, o incluso las empresas privadas, para que se logre la financiación de la restauración.
Las siete vidas del Gato
Para poner bonito al Gato se necesitan $22 millones. “Hay que cerrar la escultura al público durante un tiempo, hay que lijarlo todo, volverlo amarillo y volverlo a patinar, además es una labor de alta responsabilidad. Las veces anteriores he traído al fundidor original, Rafael, el mismo que lo fundió junto a mi tío”.
“La última vez que lo restauramos, tres matrimonios no pudieron tomarse foto junto al Gato”, dice medio en broma y medio en serio, porque el minino es frecuentado a diario por colegios, turistas y parejas. En el pasado algunos de los asiduos espectadores inmortalizaron sus historias de amor en el minino, dejándole cicatrices.
El Gato del Río cumple la máxima de sus siete vidas, porque ha sobrevivido incluso a atentados, una vez le dispararon y salió ileso. Le hicieron un roto con sevicia y maldad: como es cera perdida, es muy fina su fundición, muy delgada, lo torturaron hasta hacerle un hueco. Y otro más perverso lo perforó con un taladro de pilas.
‘Tejadita’ no alcanzó a ver los daños y perjuicios que su amado minino ha sufrido, pero un día que lo vio con grafitis entró en crisis hasta que advirtió que había un poema erótico digno de su gatuno, y tomó el atropello en gracia. “Ya grafitis casi no hacen”, aclara Alejandro.
22 millones costaría la restauración del Gato del Río, obra del pintor y escultor Hernando Tejada y símbolo de la caleñidad. Vigía
del río tutelar y contenedor de las cenizas de su artífice.
La restauración duraría diez días máximo, con horarios intensivos, y ojalá se cumpla antes de su cumpleaños, que es el Día de la Vallecaucanidad, para que el Gato pueda finalmente salir bien acicalado en las fotos.
“Es humillante tener que pedir permiso para restaurar un Gato que yo mismo le ayudé a Hernando a modelar en arcilla, pero así es”, expresa Alejandro Valencia, quien, sin embargo, confía en la humanidad de los vallecaucanos para defender un símbolo no solo de su ciudad sino de su región.
No es en vano su desánimo, él ha tenido que ver cosas difíciles de asimilar, como que en Palmira tumbaran hace 9 años un mural de su tío y que nadie dijera nada.
Con su madre, Lucy Tejada, el panorama tampoco ha sido muy alentador, el museo que lleva su nombre no quedó en Cali, ciudad a la que la pintora, grabadista y muralista le quería donar sus obras, sino en Pereira, ciudad natal de la artista, donde supieron dar un enorme valor a la que este año recibirá un homenaje por sus cien años de nacimiento.
Otra deuda pendiente de los caleños con ‘Tejadita’ es su museo. Abandonada sigue la emblemática casa, cercana al Museo La Tertulia, en la que vivía el artista, y que podría servir para albergar su memoria. “Tengo que hablar con la Secretaría de Cultura a ver qué pasa. No volví por allá desde que entregué las llaves al Museo de Arte Moderno de Medellín, porque no veo un interés genuino por recuperarla”, dice Alejandro, quien estuvo a cargo de la restauración de los murales de su tío en Metro Cali.
Por ahora, el minino de bronce sigue sonriendo a ver si vuelve a dársele un baño de algo más que popularidad. Quiere acicalarse para celebrar su cumpleaños 24.