“Usted, ni yo sabemos realmente lo que es el hambre. Tal vez ha sentido fatiga entre el desayuno y el almuerzo. Hambre es tener más de 70 años y que mi familia me deje abandonado en un parque; hambre es robarse un racimo de plátanos para llevar comida a mi casa; hambre es levantarse en la mañana y desayunar, en el mejor de los casos, con agua y yuca cocida”, narra, directo y sin matices, el sacerdote Joaquín Alberto Gómez, gerente del Banco de Alimentos de la Arquidiócesis de Cali.
Las cifras de la FAO, la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas, nos dicen que para agosto del 2023 al menos el 44 % de la población del Valle del Cauca no consume suficientes alimentos y el 46,26 % de 4.410.000 habitantes presentan consumo insuficiente de alimentos. Eso quiere decir que casi la mitad de la población de la región no consume los nutrientes necesarios para llevar una vida saludable y activa.
Pero el panorama se pone peor. Según el Instituto Nacional de Salud, en el Valle del Cauca, con corte al mes de agosto, 899 niños y niñas menores de 5 años presentan desnutrición aguda y se registra el alarmante saldo de 8 muertes por desnutrición de menores de 5 años en el departamento.
Solo basta con darse un recorrido por uno de los cerca de 800 comedores comunitarios de la ciudad y charlar un poco con la gente que almuerza allí, para constatar que a estos lugares no solo se acercan habitantes de calle, sino estudiantes universitarios, trabajadores informales y muchos abuelos solitarios. También hay población migrante.
“Son personas con ingresos muy bajos y no les alcanza para comer debidamente. Y esto sin contar cómo el costo de vida del país ha llevado a que en los hogares donde antes se comía pollo ahora lo sustituyan con el huevo, o peor aún, pido prestado para poder comer al menos el almuerzo durante un día, pero al otro no sé qué hacer. Gente que no sabe cómo salir a pedir, a esto es a lo que llamamos el hambre vergonzante”, dice el sacerdote.
Incluso, ya hay fundaciones en Cali donde se trabaja con estos grupos poblacionales.
“Yo no me canso de decirles a los caleños y vallecaucanos que seamos solidarios, la única forma de detener esto es abrir nuestro corazón al dar, en Colombia se pierden 9,7 millones de toneladas de comida y el 45 % es del sector agropecuario. Usted no se imagina la cantidad de comida que se pierde en los restaurantes, eso no tiene nombre… necesitamos una toma de conciencia de los empresarios, del caleño de a pie. Todo suma, para que el hambre no se convierta más adelante en un problema, en más violencia”, dice Joaquín Alberto Gómez, gerente del Banco de Alimentos de la Arquidiócesis de Cali.
El cura baja este concepto a la realidad: “El hambre desespera, si no hay para comer eso genera en el ser humano rabia, impotencia, exclusión… alimentarse y respirar son los factores mínimos para la vida”.
Así va la batalla...
María Fernanda Penilla es la Secretaria de Bienestar Social de Cali y sobre ella y su dependencia reposa toda la estrategia de seguridad alimentaria de la ciudad. La funcionaria sostiene que pese al panorama se viene avanzando en la lucha contra este flagelo.
“No es percepción y te lo hablo con cifras, en el censo del Dane (2018) las personas con una sola comida en Cali al día sumaban 180.000, después de la pandemia y estallido social la cifra podría haber ascendido a 220.000 personas. Cuando nosotros llegamos el programa de seguridad alimentaria entregaba 39.000 raciones diarias de comida y desde diciembre del 2021 a la fecha estamos entregando entre 85.000 y 89.000 raciones diarias”, sostiene Penilla, quien también es franca en decir que pese al esfuerzo no se llega a cubrir ni la mitad de la necesidad.
Afirma que el hambre se refleja en los caleños en el deficiente crecimiento físico de sus niños, en su mal desempeño educativo y en los problemas sociales, “puede generar inseguridad también, porque a la gente que no tiene para comer la puede llevar a cometer actos ilícitos, no estoy diciendo que todo el que tenga hambre tenga derecho a delinquir, ni más faltaba”.
En total son más de 760 comedores comunitarios diseminados por toda la ciudad donde se debe pagar por un almuerzo una cuota de corresponsabilidad de $2000 por ración. “Igual si no tienen el dinero se les da la ración”, aclara la Secretaria de Bienestar Social.
¿Qué pasa si el sistema de salud detecta a un niño con problemas de desnutrición? La funcionaria sostiene que es tomado, junto con su familia, por el programa de recuperación nutricional, al menos 400 familias hacen parte de este proceso cada año.
Una nueva pandemia
Como una pandemia que se acerca y crece rápidamente describe José Eugenio Hoyos, el sacerdote encargado de los comedores comunitarios, la realidad del hambre en Cali. “Y puede llegar a convertirse en un escándalo social, porque incluso, hasta las personas que están trabajando lo están viviendo con el encarecimiento del costo de vida. Los caleños no están alcanzando a llevar el mercado completo a su casa. Vemos el hambre en todas partes”, dice.
Este fin de semana se lleva a cabo la ayudatón del Banco de Alimentos de Cali, la cual aspira a recolectar al menos 4000 toneladas de comida, Después de leer este informe, la pregunta es, ¿cuál es su aporte? (ver recuadro).