Por Fernando González Coca, arquitecto y amante de la historia.
Corría el año 1944 y Cali llevaba 34 años como ciudad capital, con la superación de la infraestructura incipiente con la que había ingresado al Siglo XX.
Ya hacía una década que contaba con una planta purificadora para su acueducto de apenas 25 años de construido; ya se estaba aumentando su productividad, con apenas unos 280.000 habitantes, y el inicio de la construcción de la hidroeléctrica de Anchicayá, que por fin iba poner fin a los problemas de baja capacidad eléctrica en fábricas y hoteles.
Pero, aun así, Cali se estaba forjando un desarrollo económico acelerado y hacía que la industria local tuviera una altísima creación de varios bienes de consumo, generando, en el primer lustro de la década del 40, el 60 % del empleo en la ciudad.
Soplaban los vientos del fin de la Segunda Guerra Mundial y el comunismo empezaba a filtrarse en los sindicatos, como si a Colombia no le bastase más con esa violencia bipartidista que se empezaba a alimentar del surgimiento de las guerrillas liberales.
Los valores familiares y cristianos estaban empezando a tambalear, existía ya en algunos sectores un sentimiento anticlerical, pese a que apenas hacía dos años se había celebrado con gran éxito el Congreso Mariano Misional con carácter nacional, donde se coronó la advocación de la Virgen de los Remedios como patrona o reina de Cali y del Valle del Cauca.
Sí, la misma imagen que encontramos en la Iglesia La Merced, con el Niño Dios con su chontaduro en una de sus manitas. Ese éxito llevó a que el entonces obispo de Cali, el controvertido Luis Adriano Díaz, propusiera la ciudad ante la Conferencia Episcopal como sede del Tercer Congreso Eucarístico Nacional, pero, de los arcanos de dicha reunión, el Congreso Eucarístico se convirtió en Bolivariano.
Así las cosas, hasta el presidente liberal Alfonso López respaldó la celebración del Primer Congreso Eucarístico Bolivariano, colocando desde Barranquilla su rúbrica el 31 de diciembre en la Ley 106 de 1944, para que este se celebrara en 1947.
El Legislativo también se adhirió, con la Ley 14 del 24 de octubre de 1946, autorizando que la Beneficencia del Valle efectuara un sorteo extraordinario de lotería con destino a la construcción del Hospital Departamental y a auxiliar el Congreso Eucarístico Bolivariano.
Se comenzó a configurar este magno evento en medio de la violencia bipartidista del país y, pese a esto, toda la sociedad civil, las empresas, el comercio y la comunidad de los diferentes estratos socioeconómicos de la ciudad se vincularon a su realización: Ignacio Gutiérrez, gerente del entonces Hipódromo de Cali, donó los terrenos para la realización del Congreso, la venta de una medalla conmemorativa acuñada por el Comité Organizador para recolectar fondos y ni qué decir de la donación de oro, joyas, aretes, zarcillos y hasta argollas de matrimonio por parte de muchas personas en las diferentes parroquias para la fabricación de la custodia elaborada en oro puro en Barranquilla en el taller de los hermanos Guttfreund.
Este gran evento debía realizarse en un templo y para tal fin se construyó un Templete Eucarístico, no con carácter temporal, sino que quedara como testigo para las futuras generaciones de este primer Congreso Eucarístico.
Fue entonces que el Comité Organizador decide que el Templete sea a futuro el crucero de una gran basílica en honor al Santísimo Sacramento y para esta labor se propuso un concurso a los arquitectos del país, pero no habiendo quedado conforme con las propuestas, se le asigna a Borrero & Ospina, la más importante firma de arquitectura de Cali en la primera mitad del Siglo XX, que en 30 años de ejercicio ya contaba en su palmarés con obras tan importantes como la reconstrucción de la Catedral, el Teatro Municipal, el hoy desaparecido Hotel Alférez Real, el Edificio Otero, la Casa Provincial de las Hijas de la Caridad (hoy conocida como La Milagrosa).
Es decir, el Templete Eucarístico, como obra, está hermandada con todas las obras patrimonio de Cali diseñadas por Rafael Borrero Vergara y Francisco Ospina Bernal, fundadores de la firma Borrero & Ospina.
Su construcción, con sus 44,10 metros de altura, sus 16 columnas de 23,10 metros con la plataforma y los 700 metros cuadrados alrededor, costó $ 98.000; el velo de seda que cubría el altar, $ 4000, y el equipo de sonido $ 4500. Más de $100.000 de la época, unos mil millones de pesos actuales.
Estuvo terminado el 1 de mayo de 1948; el Congreso Eucarístico debía celebrarse del 26 al 29 de junio de ese mismo año, como se puede apreciar en día en la lápida conmemorativa bendecida el 22 de junio de 1947, visible en la parte inferior de una de sus columnas, pero por los eventos del 9 de abril de ese año fue necesario aplazarlo para los días 26 al 30 de enero de 1949. Allí nació la Radio Cadena Nacional, gracias a las transmisiones Cali-Bogotá, retransmitidas por todo el país.
Pero más allá de los costos materiales, lo valioso fue el valor del aporte emocional de toda la caleñidad: muchos chiquitines hicieron su Primera Comunión y las empresas les dieron los días libres a sus empleados y las familias más prestantes ofrecieron sus lujosas mansiones para alojar a los prelados que venían de los diferentes países; las dos aerolíneas comerciales de entonces ofrecieron tarifas bajas a los 10.000 peregrinos que venían de otras ciudades. Otros 15.000 vendrían por tren, y 400.000 por bus.
Toda una fiesta que acogió a más de 150.000 visitantes, más de la mitad de la población caleña de entonces. Se dice que las calles de la ciudad eran toda una algarabía suscitada por la visita de peregrinos y el representante del Papa Pio XII, el cardenal Clemente Micara, sumado a los demás obispos de los países bolivarianos.
“Esa risueña flor del valle del Cauca, la hermosa Cali, que fue en toda Colombia la primera ciudad donde se estableció la Adoración Perpetua”, dijo el Papa Pio XII en el mensaje radiotransmitido en la clausura del certamen, el 30 de enero de 1949.
Así, el Templete Eucarístico es el testigo silencioso del evento que sirvió para unir los diferentes estamentos de la sociedad: religioso, gubernamental, sociedad civil, militares y policías, comercio, industria, Scouts, Cruz Roja, pasando por encima de las diferencias políticas, sociales y económicas.
Las artes aportaron no solo en el diseño del Templete, la custodia y la carroza, de la cual sobrevive una parte en el altar mayor del templo, sino en la música: el maestro Antonio María Valencia, director del Conservatorio de la ciudad, compuso el himno oficial del Congreso Eucarístico, y dirigió la Coral Palestrina y la Orquesta Sinfónica.
Para el gran evento se extendió la Avenida Roosevelt, que antes era un corredor sencillo, pues solamente La Milagrosa estaba en el sector y apenas despegaba el barrio El Cedro. Pero el Templete Eucarístico jalonó el crecimiento de la ciudad alrededor de él.
Unos años después se formó el barrio que tomó su nombre: Eucarístico, inaugurado por Rojas Pinilla. Sin embargo, ha podido más la memoria colectiva del nombre arquitectónico para designar el sector e incluso a la Parroquia del Santísimo Sacramento, a la que la gente llama ‘iglesia El Templete’.
Necesita ser intervenido
El Templete, como signo visible más allá de lo religioso, es un hito arquitectónico, urbano e histórico de Cali, así aún no esté catalogado como Bien de Interés Cultural.
De ahí que su restauración y mantenimiento debiera ser un propósito de ciudad, puesto que se trata de un activo para la región en términos de turismo, cultura y desarrollo económico, asegura el arquitecto Fernando González, coordinador de los trabajos.
Explica que la estructura del Templete Eucarístico requiere primeros auxilios y que luego se procederá a impermeabilizar el templo y solo después se podrá pintarlo por dentro.
“¿Por qué primeros auxilios? Porque después de 75 años, la estructura ya está afectada por la lluvia, la humedad, la polución y, nunca se le ha hecho impermeabilización, solo enlucimiento”, anota el arquitecto.
Con este fin, los padres de la Orden de Carmelitas Descalzos, que tiene a su cargo la parroquia Santísimo Sacramento, donde está el Templete Eucarístico, están recurriendo a la solidaridad de los caleños y de las entidades públicas y privadas de la capital del Valle del Cauca.
“El llamado es a toda la ciudadanía caleña, para que, entre todos, podamos aunar esfuerzos para llevar adelante este proyecto, que es de todas las personas que vivimos en Cali y que nos identificamos con un ícono de estos, como es el Templete”, dice el padre Diego Cortés, párroco de la parroquia Santísimo Sacramento.
Y agrega: “Por ello, seguimos recibiendo donaciones, bien sea económicas o en material”.
Quienes deseen sumarse a esta cruzada, pueden hacer sus consignaciones en las cuentas de ahorros Bancolombia 80800008469 o en la 0243019502, del BBVA.