Maritza Arizala abrió la escuela en 1999 en París. Invitada a la Semana de América Latina, es la exportadora de la salsa y alegría caleñas.
Todos los días el presidente de Francia no invita a un colombiano a un evento en el Palais de lÉlysée en París. Pero el pasado 31 de mayo, la caleña Maritza Arizala fue invitada allí a la fiesta de la Semana de América Latina y el Caribe, que presidió el mandatario galo, François Hollande.
¿Cómo llegó allí? Como buena caleña, Maritza es una bailarina natural, pero con formación académica, es decir, una artista integral. Educada en danzas y folclor en el Instituto Popular de Cultura, IPC, de Cali, obtuvo su licenciatura en Ciencias de la Educación de la Universidad Santiago de Cali y estudió pedagogía musical en la Universidad del Valle.
También bailó en la Academia de Danza de Shirley Santa y en la Fundación Folclórica Yurumanguí. Aprovechando su derecho como docente del IPC a estudiar en el exterior y que dos hermanos suyos ya vivían en París, en 1999, obtuvo su maestría en Artes del Espectáculo Mención Danza en la Universidad de París 8.
Su trabajo de grado (memoria) Une Certaine Pedagogie de la Salsa à Paris de la Colombie a la France, que versó sobre las diferencias pedagógicas de enseñar danza en Colombia y en Francia, fue calificada con la máxima mención, muy bien. Con una feliz coincidencia: apenas empezaba el auge de la salsa en Europa y entraba en furor el movimiento salsero en Francia.
Maritza vio que la salsa cubana y la salsa puertorriqueña ganaban su espacio en la Ciudad Luz y se dijo: Tengo que crear algo de mi país y abrió la que ella considera fue la primera escuela formal de salsa caleña en París y en Europa.
Había uno que otro colombiano que enseñaba salsa en forma aislada, pero el de Maritza era un proyecto estructurado. Ella no era el bailarín que llega e improvisa como profesor.
No, ella era una pedagoga del baile, la salsa, el espectáculo y la danza, que ya llevaba toda la experiencia de enseñar en el IPC y en colegios como el San Luis Gonzaga y el Inglés de los Andes.
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Maritza siguió avanzando con su academia que lleva su nombre, pero durante estos 17 años nunca ha dejado de venir a Colombia cada año, en diciembre, y si puede, en agosto repite. Viene a visitar a sus padres y a su familia, y de paso a renovarse, a aprender qué ha salido nuevo por estos lares, a inyectarse de más ritmo y más alegría para llevar a los franceses y a otros europeos que le siguen el ritmo.
Este público le exige luchar con los miedos de los franceses a arriesgarse a dar sus primeros pasos al son de la Orquesta Guayacán, del Grupo Niche o La Misma Gente, con los que inicia sus clases para que conozcan la música de la tierrita, y les complementa con la de El Gran Combo y otros clásicos puertorriqueños.
Los franceses creen que la salsa caleña es muy difícil porque es muy rápida, pero les explico que esta manera de bailar es patrimonio de Cali, comenta Maritza vía telefónica pasadas las 11:30 de la noche, hora en la que termina de dictar las últimas clases de salsa caleña del día.
Han sido clave la fuerza y la seguridad que tenemos los colombianos cuando decimos que vamos a hacer algo y lo hacemos. Es un camino que he hecho para los que vienen detrás, he luchado por hacer conocer a mi país de otra manera y soy la que he representado a Colombia en París. He logrado que respeten mi trabajo de la salsa caleña clásica, porque no quiero que se pierda la base de la salsa tradicional de Cali, argumenta.
Ha tenido muchos alumnos en su escuela, pero también fue artista invitada al programa de TV Danse avec les stars (Danza con las Estrellas), reality en el que tuvo el honor de enseñarle a bailar al célebre patinador Taig Khris.
También le ha dado clase a la cantante y compositora Joyce Jonathan y a otros artistas, personalidades y hasta políticos. Es la moda, ellos también quieren aprender esta forma de relacionarse a partir del baile y la salsa, explica.
Eso es lo importante para Maritza. No es enseñar solo baile, es toda una cultura, una forma de socializar y de relacionarse distinto a la forma tan seria de ser y de comportarse los franceses y europeos, explica.
Es que justamente, lo más difícil para ella al enseñar es que los franceses quieren que todo se los digan medido, contado. Ellos son cartesianos, entonces quieren que les digan cuántos centímetros hay que subir el brazo o cuántos segundos hay que mover el pie así, explica esta embajadora de la salsa caleña en la tierra del ballet clásico.
Algo complicado para los colombianos que no pensamos para bailar, solo nos ponemos de pie y bailamos de una manera natural, y aprendemos viendo al papá y a la mamá, analiza ella, que como todo colombiano crecen moviéndose al ritmo del rumor de las olas si es de la costa, o del agua de los ríos, la brisa entre los árboles o del canto de las aves, si es del interior.
Esa distancia la obliga a exigirse más y a adaptarse a ellos. Cuando se cansa de que sean tan reflexivos, les dice: Bueno, hoy vamos a aprender como aprendí yo y ahí mismo gritan: Nooooo, es como que se desequilibran del todo, confiesa.
Ellos no son de la improvisación y la locura como nosotros, comenta. De hecho, lo que más nos admiran es la alegría que tenemos, a pesar de todo, porque no hemos vivido en un país fácil; en cambio ellos, que lo tienen todo, son tristes. Nosotros tenemos lo más importante, la alegría y los deseos de luchar, de dar y de vivir, afirma.
De ahí que sus clases no son solo de baile baile. Ella les habla de Cali, de Colombia y la colombianidad. Muchos de sus alumnos han venido a conocer Cali y a tomar más cursos de salsa, gracias a esa capacidad que dice tener para hacer bailar hasta un poste: Me apasiona ver a alguien que no baile, enseñarle y ver que lo ha conseguido.
Pero Maritza también tiene un grupo profesional con el que monta coreografías, del cual forman parte franceses en su mayoría, que dominan ya el bailao caleño, algunos colombianos y bailarines de otras nacionalidades.
Enseñarles su destreza a tanta gente de una cultura tan disímil a la nuestra fue lo que le mereció esa invitación del presidente de la república francesa, François Hollande. Esta invitación no se la hacen a todos los artistas, pero me siento honrada porque si me eligieron a mí, es porque represento algo para mi país aquí, declara Maritza.
Al saludar al primer mandatario galo, le dijo: La salsa existe, la salsa caleña existe en París y cuando guste puede venir a mi escuela para bailar. Él se río, le causó un poco de gracia, pero esto ha sido todo un honor para mí, sonríe feliz la artista caleña.