Es mediodía de sol abrasador en Cali y el consumo de drogas en el parque Simón Bolívar, contiguo al parque La Retreta, se hace paisaje. Cosa que no es de extrañar porque según los expertos, en cada rincón de la ciudad hay una “olla” de microtráfico.
Pero lo que llama la atención es que este lugar, donde cada vez concurre más gente para la compra, venta y consumo de sustancias alucinógenas, se encuentra ubicado justo en la zona verde que separa el edificio de la Alcaldía de Santiago de Cali y el comando de la Policía Metropolitana.
Aunque el ambiente es pesado, dista mucho de lo que ocurre en sectores del centro de la ciudad como El Calvario o el Sucre. Como en la cárcel o el cementerio, en este lugar tampoco hay estratos sociales; en las bancas del sendero empleados de empresas aledañas, y de la misma Alcaldía, aprovechan su hora de almuerzo para encender cigarrillos de marihuana.
Cómodamente, bajo la frescura de los árboles, algunos recicladores intentan prender pipas artesanales cargadas con bazuco y a orillas del río Cali, aprovechando la altura del pasto, hacen trance tres habitantes de calle que inyectaron heroína en sus venas.
La presencia de tantos consumidores en este sector de la ciudad es muestra de que el ‘jíbaro’ o expendedor está cerca. Ante los ojos de todo el mundo se realizan las transacciones, pero llama la atención lo que ocurre en uno de los ductos de desagüe.
Una mano asoma desde la enorme tapa metálica y un reciclador recibe tres bolsas plásticas. Intentamos hablar con el hombre utilizando como mediador al mismo hombre que acaba de comprar la droga, pero la persona en el interior del tubo se molesta.
“Ábranse de acá que el ambiente está pesado y ayer le mataron un hijo al patrón”, advierte el hombre al que solo se ve un pie recostado en una improvisada cama de madera por donde corre en su parte baja un hilo de agua; mientras tanto en los alrededores varios ciudadanos venezolanos permanecen atentos a nuestra presencia.
Quienes trabajan en labor social con habitantes de y en condición de calle advierten del papel de los extranjeros en toda la cadena de comercialización de drogas, incluido el consumo.
A solo unos metros de allí fue encontrado el pasado 7 de agosto el cuerpo de un hombre entre los 29 y 32 años de edad a orillas del río Cali; a la altura de la Calle 19 con Avenida Segunda Norte, en el parque lineal que comunica con el barrio El Piloto.
“Si esto ocurre en dos de los sitios más vigilados de Cali, imagínense lo que pasa en los barrios, por poner solo un ejemplo”, dice un exfuncionario de la Secretaría de Bienestar Social.
Nuevos centros y ollas virtuales
Los habitantes de Pacará, en la Calle 52 Norte entre las avenidas 2 y 3 han visto en los últimos meses cómo las paredes de sus unidades se han vuelto epicentro de consumo, como lo advierten también quienes transitan por la Calle 26 con Autopista, afuera de las instalaciones de Emcali.
De acuerdo con Henry Aristizábal, creador y director de la Fundación ‘Jesús, Pescador de Hombres’, los sitios de venta de droga en Cali se encuentran en cada barrio, hasta en los menos pensados. “Si vas a Normandía, arriba de la Iglesia, eso es un expendio de drogas la cosa más horrible. Si venís a San Vicente, por donde está el ferrocarril, y ahí dentro de las bodegas del Ferrocarril, no en las nuevas sino donde está la estación, eso atrás es un cartucho. Toda la orilla del río, el sector del Piloto. Ese es un fenómeno que no lo han combatido lo suficiente”.
“No se están allanando las ollas, los sitios que se conocen, y creo que falta pie de fuerza para atacar el microtráfico que existe tan tremendo”, explica Henry Aristizábal.
Con la llegada del turismo al Bulevar del Río llegaron también las líneas de droga. El pasado 18 de julio la Policía Metropolitana de Cali realizó un operativo en el que fue desarticulada la banda ‘Los Psicoactivos’ que ofrecían sustancias comestibles, marihuana exótica y drogas sintéticas.
Pero lo más grave no es lo que se ve a simple vista, sino lo que es imperceptible como el comercio a domicilio de drogas sintéticas que son consumidas, en su mayoría, por jóvenes de estratos medios y altos en Cali.
Sara Gómez, magíster en salud pública y psicología forense, advierte que es claro que cada vez estamos viendo a más gente caer en las drogas y que son varias las razones que influyen. “La incidencia social influye muchísimo, pero también muchos vacíos emocionales que en ocasiones los jóvenes tienen, pero no saben cómo solventarlos”.
“Existe gran variedad de sustancias para el consumo. Hace 20 años se hablaba de marihuana, heroína o cocaína, pero hoy en día hay una múltiple variedad de tipologías de sustancias psicoactivas que obviamente le son atractivas a muchos jóvenes, sobre todo el tucibí (2CB); y tú sabes que la variedad y la oferta van a aumentar la demanda”, explica la psicóloga.
La aparición de ollas de consumo de drogas en la capital del Valle tiene un mensaje más preocupante del que a simple vista parece.
Porque no es que se trate de que algunos consumidores se estén desplazando a otros lugares de la ciudad, como lo advierte el padre José González, quien creó hace 27 años la Fundación Samaritanos de la Calle, sino que son personas que empiezan a transitar en el mundo de las drogas y que pueden terminar en condición de calle en sectores como El Calvario.
“Aquí el fentanilo ya está llegando; y eso es durísimo. Son personas que no se acuerdan ni de la mamá, que es lo más sagrado que uno tiene, y son personas que uno las recoge de la calle para evitar que les vayan a hacer daño”, asegura el padre González. “Hace unos meses lo que veo son muchachas induciendo a los muchachos. Mujeres muy jóvenes y muy bonitas induciendo a su pareja al consumo”.
Alertan algunas de las personas consultadas que ante esta situación es necesario insistir en programas de prevención de drogas.
La secretaria de Bienestar Social de Cali, María Isabel Barón, indicó que la atención a esta población es “prioridad” en la agenda del alcalde Alejandro Eder. “Hemos dispuesto un presupuesto histórico de más de $13.000 millones... el monto inicial era de $3.87 millones y para mejorar la atención de este grupo poblacional se realizó una adición de $9.179 millones”.
Extranjeros atrapados en el consumo
Aunque el proyecto era huir de la pobreza y buscar un futuro lejos del régimen que hundió en la crisis a Venezuela, muchos de esos habitantes del vecino país quedaron atrapados en las garras de la miseria en la capital del Valle del Cauca.
Algunos, ingresando en la cadena del comercio de drogas como método de rebusque; otros extranjeros, deambulando por el centro de la ciudad consumidos por sustancias como el bazuco o la heroína.
El Chamo, como lo conocen en el barrio Sucre, llegó hace más de un año a Colombia en su paso hacia Chile, el que sería su destino final, pero el sueño austral no llego a concretarse. Luego de probar el bazuco pasó rápidamente a la heroína y es a través del reciclaje como se busca el dinero para solventar la necesidad de inyectarse, por lo menos, cuatro veces en el día.
Su único patrimonio en la capital del Valle del Cauca es la carreta que le sirve como herramienta de trabajo, como dormitorio y como escondite a la hora de pinchar su brazo. No sabe nada de su familia hace varios meses y entre sus planes no está el regresar a su país ni abandonar el barrio Sucre.
“Muchos de ellos quedan atrapados por las drogas aquí porque imagínate la situación en contexto, la pobreza, la falta de oportunidades porque pues obviamente el aspecto psicológico orientado a la falta de oportunidades incide mucho en que tú busques un refugio”, explica Sara Gómez, magíster en salud pública y psicología forense.
“Los vacíos, que no necesariamente son emocionales sino económicos, sociales, la falta de oportunidades, entonces lo que hacen estas personas es que buscan una salida, en este caso negativa, frente a la realidad que están viviendo en este momento y la incidencia social, obviamente también dentro del contexto en donde se desarrolle. Si tú llegas, extranjero, y te rodeas de personas que consumen, por aprendizaje vicario muchas veces lo haces cuando tienes falencias personales que no te ayudan a protegerte ante la situación”, agrega la psicóloga Sara Gómez.
El aprendizaje vicario es básicamente cuando una persona aprende a hacer algo por repetición. Es decir, porque ves a otra persona hacerlo.
Ciudadanos del mundo
Pero no son solo venezolanos, por las calles de Cali deambulan holandeses, rusos, españoles, estadounidenses, alemanes y latinoamericanos de varios países que no lograron soltarse de los brazos de la droga y sucumbieron al consumo y la adicción.
Roberto es comerciante en el barrio Sucre y asegura que “uno ve llegar aquí gente joven y muy bonita, bien vestidos, hablando en otro idioma, y en dos o tres semanas ya están sucias, de mal aspecto y buscando cartón y reciclaje para comprar vicio”.
“Los extranjeros que vienen en planes de rumba, como dicen, están llevados porque como aquí hay tanta libertad de drogas; encontrás que los que más han caído como un verraco son los venezolanos, pero ellos también son los que han incrementado el negocio, unos como consumidores y otros como expendedores. De hecho en ollas con las del barrio Sucre han desplazado a muchos habitantes de calles y han tomado el dominio de muchas calles”, explica Henry Aristizábal, de la Fundación Jesús, Pescador de Hombres.
“Vos te encontrás unas peladas tan hermosas caídas en las drogas gringas, esos gringos sí que se quedan aquí atrapados en las drogas porque por la libertad que hay aquí de consumo, y que en cualquier esquina te consiguen y todo mundo es muy alegre, esa gente a ese tipo de extranjeros lo abusan como querrás; a uno de Holanda lo abusan, pero a los que muy poco abusan son a los mismos venezolanos porque esos traen otro carácter”, señala.
Varios de esos extranjeros han sido tratados contra la adicción y recuperados, pero muchos han recaído y han regresado, incluso, a Cali. Entre ellos, jóvenes mochileros que llegaron desde Argentina, Chile o Uruguay rebuscándose con malabares en los semáforos y que terminaron en Cali su recorrido por la adicción a distintas sustancias.
Aunque son muy pocos los extranjeros que asisten en este momento en la Fundación Samaritanos de la Calle, de la Arquidiócesis de Cali, el padre José González comenta que “hay muchos extranjeros que viene aquí a meterse al barrio El Calvario y a algunos les ha ido muy mal porque los dejan sin absolutamente nada”.
Samaritanos de la Calle ofrece desde hace 27 años atención integral a los habitantes de calle o en condición de calle no solo brindando abrigo y alimentación, sino atención psicológica y profesional a esta población.
“En este momento extranjeros hay pocos. Pero hay gente que viene y les dicen que allá pueden enrumbarse y van, pero a veces les va muy mal porque la gente los enrumba y después les roban todo. Ahora, allá extranjeros no son solo las personas que vienen de otro país, sino de otras ciudades de Colombia y en ocasiones hemos tenido que darles hasta ropa porque les quitan todo lo que traen”, cuenta el sacerdote.
Varios extranjeros han sido capturados en el último año por la Policía Metropolitana, integrantes de bandas de microtráfico en sitios turísticos como el Bulevar del Río, donde comercializan, en su mayoría, drogas sintéticas. Incluida una banda que lideraba una menor de edad venezolana.