El estallido social que sacudió a la capital del Valle en el primer semestre del 2021 dejó al descubierto una realidad que hasta entonces era desconocida hasta para las autoridades locales: los caleños están, literalmente, ‘armados hasta los dientes’.
Con las alarmas encendidas por el supuesto ingreso de saqueadores a las unidades residenciales, miles de personas salieron de sus casas y apartamentos, como se registró en redes sociales, portando un revolver, una pistola o incluso fusiles para sumarse a brigadas de autoprotección.
La evidencia revela que, a mayor cantidad de armas en las calles, mayor cantidad de muertes con armas de fuego y Cali ha sido, durante años, una de las ciudades con las mayores tasas de homicidio en el país.
Solo en lo corrido de este año, con corte a este viernes 15 de noviembre, 645 personas, de las 816 que han sido asesinadas en la ciudad, fueron ultimadas con arma de fuego; es decir, el 79 % de las víctimas.
Aunque la capital del Valle registra, en lo que va del 2024, la mayor reducción en la tasa de homicidios de los últimos 30 años, el asesinato de 645 personas con armas de fuego resulta “ilógico”, según analistas, porque desde el 2018 se prohibió en el país el porte de armas.
Lo que muestran estas cifras, según el docente y analista Diego Luis Sánchez, es que la directriz nacional aplica solo para quienes permanecen en la legalidad, pero no para integrantes de organizaciones criminales o bandas dedicadas al atraco o el sicariato.
“Para una ciudad como Santiago de Cali es bastante significativo lograr una reducción en la tasa de homicidios como la que se ha registrado en lo corrido del año. Sin embargo, la ciudad dobla y hasta triplica en muertes violentas a otras capitales, por lo que es necesario mantener y redoblar esfuerzos en la lucha contra el tráfico de armas”, asegura el analista.
Pero, ¿por qué tantas armas en la ciudad? ¿Cómo llegaron? ¿Cómo se está comercializando este armamento? ¿Qué incidencia están teniendo en Cali las armas traumáticas?
Matar impunemente
Frente a este último interrogante, El País conoció en exclusiva que hoy por hoy las armas traumáticas que circulan en la ciudad se han convertido en desafío para policías, investigadores y entidades encargadas de impartir justicia.
La criminalidad encontró en este tipo de armas, consideradas no letales, “la forma perfecta de matar impunemente”, asegura bajo anonimato una fuente en la Fiscalía, al advertir lo que han encontrado con este modelo de armas que abunda en Cali.
Si bien hasta hace un tiempo se venía modificando el cañón de las pistolas traumáticas para utilizar en ellas munición real, esta adecuación las llevaba a la misma categoría de arma de fuego y quienes las portaban asumían las mismas consecuencias legales de portar una pistola o un revolver. Pero la criminalidad se reinventa y lo que se ha encontrado es que ya no están modificando el cañón sino alterando la munición no letal que utiliza.
“Lo que hemos encontrado es que están abriendo los perdigones de goma para poner dentro el plomo y luego es prensado de nuevo y quedan los criminales, sin asumir las consecuencias de modificar el cañón, con un arma letal que les garantiza que no tendrán mayores líos con la justicia si los capturan con ella”, explica la fuente.
Ante la ley, lo saben los criminales y lo saben los abogados que los representan, al disparar con esta arma a una persona no se configura el delito de tentativa de homicidio, porque una traumática es un arma no letal, sino que, por la composición del arma, sería procesado por lesiones personales, lo que conlleva penas muy bajas.
En el caso de un atraco, explica la fuente, es un delito menos grave todavía porque, al ser amenazada una persona con un arma considerada no letal, la falta que se comete es muy parecida a la de “asustar a una persona con un arma de mentiras”.
Ahora bien, en el caso de un homicidio con munición modificada con plomo, la ojiva que queda en el cuerpo de la víctima no presenta huella o una marca de arma; tampoco alguna señal en el plomo que permita asociarse a las marcas que deja el cañón de algún arma, por lo que es casi imposible determinar si un crimen se cometió con determinada pistola, así haya sido encontrada por la Policía en el lugar mismo de los hechos.
Esa es la razón por la que habrían desaparecido las llamadas armas artesanales o las pachas de doble cañón que hasta el 2019 se decomisaban de manera constante en Cali y su valor podía ser igual, o incluso más costosa que una pistola traumática.
Frente a las armas de fuego, en lo que va del año en la ciudad se han decomisado 742 ilegales, la mayoría de ellas pistolas, y se han capturado a 357 personas por el delito de homicidio.
Es difícil rastrear las armas en Cali, más allá de los análisis sobre cuántos casos de homicidios se registran utilizando armas de fuego, explica Óscar Parra, director del Observatorio de Seguridad de la Alcaldía Distrital.
“Lo que hemos visto es que en Cali hay una disponibilidad mayor de armas de fuego por el lugar que ocupa en el ecosistema criminal regional (...) Por aquí pasan muchas armas porque tenemos conexiones con Buenaventura y el Pacífico, que es por donde estarían entrando buena parte de esas armas, y tenemos conexiones y cercanía con enclaves guerrilleros en el Cauca, muy cerca a Jamundí, como las disidencias Dagoberto Ramos o la Jaime Martínez, que generalmente tienen rutas de contrabando de armas”, señala Parra.
Pero a Cali llegan también armas a través del río Cauca; desde Ecuador, camufladas en alimentos; o por partes desde Estados Unidos, como piezas de juguetes importados. Igualmente, en la ciudad hay un mercado de renta de armas y motos para actos delictivos que investigan las autoridades.
Pero es también preocupante el indicativo de que el 20 % de las muertes en la capital del Valle corresponde a problemas de convivencia o conflictos mal resueltos entre ciudadanos.
Un trabajo coordinado
Pese a los fenómenos sociales y a esas dinámicas violentas, el trabajo coordinado entre las distintas autoridades locales ha permitido que en este año se reduzcan los homicidios y otros delitos de impacto.
“En el marco del ‘Plan Integral de Seguridad y Convivencia Ciudadana’ definimos tres delitos priorizados, como son homicidio, hurto y extorsión, y teníamos como meta romper tendencias en los primeros cien días y continuar con esa tendencia de disminución”, explica el comandante de la Policía Metropolitana de Cali, coronel Carlos Germán Oviedo Lamprea.
“Frente al tema del homicidio específicamente, ha tenido un comportamiento muy positivo con los indicadores más bajos que se han presentado en los últimos 30 años en Cali. Actualmente tenemos una reducción del 6 % en la tasa de homicidios, que equivale a 56 casos menos que el año anterior. De los 872 casos que habían ocurrido en el 2023, este año llevamos 816, lo cual es una cifra muy importante”, explica el coronel Oviedo.
Gran parte de los resultados se deben a la acción de las autoridades, que ha realizado 462 allanamientos en lo que va del año, en los cuales se han desarticulado 90 grupos de delincuencia común y organizada, y se han capturado 136 personas. Igualmente, a las llamadas Caravanas por la Vida o epicentros de convivencia, así como acciones conjuntas entre la Secretaría de Seguridad de Cali, la Policía Metropolitana, la Secretaría de Movilidad y el Ejército, entre otras instituciones.
Pero más allá de eso, coinciden los analistas, el aumento o la baja de la criminalidad en la ciudad no depende solo de la estrategia de las autoridades locales sino de las dinámicas criminales en todo el Pacífico, donde el control se ejerce por las armas y muchas de las deudas o venganzas se cobran en Cali.