Sentado en la sala de su casa al oriente de Cali, Yhonatan Castillo dice que si las autoridades no le ponen atención al asunto, los niños y muchachos que practican ‘gravity’ en la ciudad se van a seguir “descolgando” en bicicleta desde el kilómetro 18 de la vía al mar o desde donde puedan.

– Me parte el alma cuando los muchachos se accidentan y mueren. En abril murió un ‘nueva era’ en esto– Jaider Andrés Cardona, 16 años, que falleció después de estrellarse contra un bus del MÍO, descendiendo en su bicicleta por la Avenida Circunvalar– . Otro quedó herido, Kevin Santiago Paladines. Fue operado en la Clínica Cristo Rey. Pero esto se puede parar si tuviéramos apoyo por parte de la Alcaldía o de la Secretaría del Deporte. Sin embargo, no nos escuchan.

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Yhonatan es conocido como ‘3D’ entre los ‘gravitosos’ de Cali, aunque tal vez, reconoce con una sonrisa traviesa, su apodo cambie pronto por el de “cucho”. A los 31 años es uno de los mayores entre los que practican eso de descender una vía ‘encocado’ en una bicicleta, lo que quiere decir agachado, casi tocando el marco con el pecho, para impulsar el ‘burro’ con el cuerpo echado hacia delante, sin pedalear, hasta alcanzar casi los 90 kilómetros por ahora, mientras se eluden los carros que suben y bajan por el kilómetro 18, o la Avenida Circunvalar, o la vía a Cristo Rey.

Según la historia oficial, el ‘gravity bike’ surgió en los años 70 en las colinas de California, Estados Unidos, con un grupo de aficionados a las motos que competían en carreras cuesta abajo. Debido a la contaminación, el ruido y la erosión que provocaban, lo prohibieron. Entonces comenzaron a hacer lo mismo, pero en bicicleta.

A Colombia la práctica habría ingresado a las laderas de Medellín, de donde se extendió hacia el resto del país, lo que se ha convertido en un problema para las autoridades: los gravitosos bajan a toda velocidad por carreteras compartidas por carros y peatones, sin las debidas protecciones, lo que hace que deje de ser un deporte para convertirse en una práctica tan peligrosa, que ya ha dejado una decena de muertos y heridos, además de espejos y farolas rotas.

Algunos conductores los llaman “locos”, “suicidas”, “kamikazes”. Un funcionario que sostuvo algunas reuniones con ellos dijo con la condición de no ser citado: “algunos de esos muchachos se quieren, literalmente, morir”.

En lo que dice Yhonatan se oculta un mensaje que vale la pena ser atendido.

– Algo que atrae a los niños y jóvenes al ‘gravity’ son los problemas en la casa, que a muchos les causan depresión. (Algunos de estos jóvenes no tienen padres porque los mataron, o porque se fueron a otro país a buscar un destino, o se fueron para siempre y no saben dónde están). El ‘gravity’ se convierte en una vía de escape. Pero es muy difícil explicar esto en una ciudad donde hay tanta ignorancia tanto de las entidades del Estado, como de la comunidad. Un desconocimiento de las realidades de los muchachos pero también del deporte. Hay una asociación de ‘gravity bike’, hay campeonatos mundiales. Pero la mentalidad en Cali es muy cerrada. El gobierno no invierte en organizar esto como un deporte seguro, tal vez porque no le produce plata. Falta apoyo y visión para fomentar una práctica que puede ser una oportunidad para los jóvenes que encontraron en esto una pasión. Quien lo hace por primera vez, ufff: quiere volver a intentarlo.

El ‘gravity’ en todo caso ya se ‘descolgó’ en la ciudad. Solamente el grupo de Facebook ‘Gravity Bike Cali’ está integrado por 30.504 usuarios. Algunos son niños de no más de 12 años. Se les ve a toda velocidad en Terrón Colorado, en Meléndez, en Nápoles, en Montebello, en Yumbo y en Jamundí.

Aunque no tienen horario ni día, la mayoría prefiere reunirse en las tardes de los miércoles y los domingos en “las bancas” del Hotel Inter o en la Portada al Mar, para después subir en “la pega” la carretera y descender a eso de las 11 de la noche, cuando las vías están más despejadas. (Algunos ‘descuelgan’ en hora pico).

‘La pega’ es el vehículo del que se sujetan, montados en su bicicleta, mientras ascienden las calles empinadas, lo que es un peligro tanto para los conductores como para los gravitosos. Puede ser una chiva, a la que llaman la ‘piragua’, o un ‘enlatado’, lo que traduce un furgón. Cuando ‘la pega’ los sube ‘borrados’ significa que el carro iba a una alta velocidad.

Yohnatan reconoce entonces que también deben poner de su parte para que la ciudad no los rechace ni los mire como “locos” a los que no les importa la seguridad propia ni la de los demás.

Entre los practicantes del ‘gravity’ algunos son ladrones que hurtan las farolas de los carros, la mercancía de los camiones o las bicicletas de otros muchachos. Otros son consumidores de droga. En el grupo de Facebook proponen transacciones sospechosas como una pistola de fogueo que parece de verdad a cambio de “una cicla”; una tableta de pepas por un tenedor “melo”.

– Pero no todos somos así - reclama Yhonatan, que trabaja como operario de barrido en una empresa de aseo, está terminando el bachillerato y un curso como brigadista para coordinar las evacuaciones en su empresa en caso de un temblor o un incendio.

– A los muchachos les digo que la ciudad debe ver la voluntad que tenemos para profesionalizar esta práctica y demostrar que esto, haciéndolo con las medidas de seguridad, en sitios adecuados, con los cascos exigidos, es una alternativa deportiva. Ya hemos sufrido mucho, muchos están inválidos, otros muertos, y no queremos que esto siga pasando. Un amigo muy querido, el finadito ‘Duende’, se estrelló contra un taxi y falleció. Por eso les pedimos a las autoridades un acercamiento para explicar de qué se trata el ‘gravity’, que escuchen nuestras propuestas, que las personas que están en la Secretaría del Deporte, en el programa Vértigo, permitan un acercamiento – dice Yhonatan con los ojos humedecidos después de recordar al ‘Duende’.

El Secretario de Deportes, Silvio López, dice que está dispuesto a escucharlos. Pero por lo pronto, asegura, la Policía y los Guardas de Tránsito deben tomar medidas. Nadie debe lanzarse por una vía a 90 kilómetros por hora poniendo en riesgo la vida de un peatón, o la propia, por supuesto.

Los muchachos responden que a la fuerza no se logrará nada. Si les quitan una bicicleta hoy, mañana tendrán otra.

La Policía asegura a su vez que el tema es responsabilidad de la Secretaría de Movilidad, que de otro lado requiere el acompañamiento de la Policía de Infancia en los controles que involucren a menores de edad.

Teo Mejía, el coordinador del programa Vértigo de la Secretaria del Deporte, con el que se ofrecen clases gratuitas de algunas disciplinas extremas, considera, por su parte, que no se debe fomentar una práctica que no está garantizando la seguridad de las personas, como está ocurriendo con el ‘gravity’ no solo en Cali, sino en el resto de Colombia.

En La Unión, Antioquia, la alcaldía instaló una valla gigante en el Alto del Uchuval, que dice: Prohibido Gravity bike, no + accidentes, no + víctimas, a lo que, en Facebook, el gravitoso Olmo Tamayo respondió: “cuándo se van a dar cuenta que la solución no es oprimirnos, dañarnos y quitarnos las ciclas, hasta maltratarnos físicamente. Como no ven que el 100% de los accidentes son porque no hay un espacio correcto para practicar, pedimos un espacio para explotar todos los potenciales que tenemos sin riesgo de quedar debajo de las llantas de un camión”.

Es lo que también piden en Cali: una pista para practicar de forma segura y consumir el tiempo libre en un deporte y no en otra cosa.

Sin embargo, continúa Teo Mejía, del programa Vértigo, cerrar una vía no es tan sencillo. Requiere ambulancias, personal de apoyo, una logística que controle que los jóvenes no se monten en la bicicleta como algunos lo hacen: drogados, o emparrillados (dos en una misma ‘burra’). Y que cumplan con las protecciones.

–El programa Vértigo en 2018 tuvo $1500 millones de presupuesto. $1200 millones se destinaron al personal que trabaja en el programa, los profesores que dan las clases. No tenemos un gran presupuesto para logística de eventos. Ahora, con María Ximena Román, exsecretaria de Seguridad, empezamos a conversar para ver qué se podía hacer con los que practican ‘gravity’. Incluso hicimos una ida a una pista en la Leonera, pero fue un problema. Algunos no tenían casco, otros consumían drogas, quedamos asustados después de eso. Y nos generó la pregunta: ¿hasta qué punto apoyar este deporte cuando no se garantiza la seguridad? Si pasa algo, es nuestra responsabilidad. Y es algo masivo. Si haces un evento de estos te pueden llegar 20 mil personas. Se nos sale de las manos – dice Teo.

En su casa, Yhonatan insiste: si no se hace algo, los muchachos van a seguir “descolgando”. Sus dos bicicletas permanecen en un cuarto, por ahora, desarmadas.