Por Álvaro Benedetti, consultor, estratega y analista político. Experto en Planificación y desarrollo económico territorial.
No nos quepa la menor duda de que, amén de su vanidad, a los políticos los inspira servir. Por supuesto -hay que decirlo-, en contextos de subempleo y precariedad laboral, para muchos también es un vehículo eficiente de movilidad social.
Es aún más que meritorio que, a par de la demagogia y lo trivial que se torna el ámbito público, con noticias falsas y diatribas incendiarias, tengan el cuero duro para aguantar ataques. Al final, abundan los abrazos, el clima amaina y el tiempo pasa.
Enhorabuena por nuestros nuevos mandatarios. Para Cali y el Valle, ¿un borrón y cuenta nueva? Tal vez no. Sí una nueva oportunidad de respirar profundo y mirar hacia adelante con la esperanza que produce que, a diferencia de Cauca, Chocó y Nariño, seamos todavía un reducto de prosperidad y el gran referente del Pacífico colombiano. No es algo menor que, a pesar de su latente vulnerabilidad a los hechos del conflicto armado y las incidencias de la pobreza monetaria, evidente en el diario rebusque de cientos de miles, los dos distritos especiales y al menos unos 30 municipios más de nuestro departamento, conserven ventajas competitivas importantes y ansíen despegar a propósito del empuje empresarial y el vivo legado de un puñado de buenos dirigentes del pasado.
Sin embargo, sumado al atropellado discurso de cambio provisto desde el gobierno Nacional, en lo regional las alarmas resuenan con más fuerza por cuenta de lo estratégico que resultan estos corredores de mar, selva y montañas para el desarrollo de economías ilícitas, de la debilidad de la institucionalidad local y la inseguridad urbana y rural que, en la vastedad de la periferia, sucumbe a merced de la bandas delincuenciales. Situaciones que no solo hacen prever un incremento de las múltiples formas de violencia, por cuyo impacto se perciben condiciones similares a las de la década del noventa, sino animar una masiva fuga de capitales similar a la de entonces.
Nuestra región está a tiempo de recuperar terreno perdido y ganar en grandeza, siempre lo decimos. Bien para competir con nuestros pares nacionales o, en lo mínimo actuar con visión de progreso. Si se aplicase el dicho de que “escoba nueva barre bien”, pues que la limpieza se sostenga en el tiempo. Que el control y la confianza institucional se recuperen y que, más allá de su pasión y voluntad, nuestros líderes asuman el desafío de ser auténticos gerentes, con ética, liderazgo y técnica.
En esto último el reto es enorme. Cuesta creer que Cali y su entorno subregional, con sus dimensiones sociodemográficas, no se planifique aún en función de los datos. Que, a propósito de la impasible implementación del catastro multipropósito y las renovaciones de los Planes de Ordenamiento Territoriales, no contemos con métricas reales sobre uso del suelo que respalden la planificación a gran escala y las evaluaciones de política pública. Que resulte complejo potenciar desarrollos urbanísticos, económicos y de captura del valor en accesibilidad, uso y zonificación del suelo para vivienda, agua, sostenibilidad y desarrollo de iniciativas comunitarias, entre otros frentes.
Que además de llenarnos la boca con aquellas ideas -aún no proyectos- de infraestructura vial que demanda el entorno metropolitano, se logren robustas proyecciones de tráfico futuro, respaldadas por un sistema de modelización de la demanda de viajes regional y una encuesta de viajes de gran nivel.
Valiosísimo el consenso existente para que el tren de cercanías le gane la carrera al metro de Bogotá. Prioritario salvar el MÍO e identificar, con verdaderos expertos, la manera de invertir en un sistema multimodal de transporte público, sólido y financieramente seguro que desestimule el uso del vehículo particular, como lo intentan en la capital.
En medio de la desigualdad y asimetrías socioeconómicas, es preciso contar con una herramienta de evaluación de cohortes comunitarias, para que desde las competencias departamentales se coopere con los municipios en la búsqueda de recursos de inversión y eficiente asignación en factores como: población, ingresos, base impositiva per cápita y porcentaje de población ubicada en áreas económicamente aisladas y para garantizar coberturas, acceso y calidad. Es imperioso reducir las ruidosas brechas sociales y garantizar aquellos mínimos que ayuden a superar los indicadores de pobreza multidimensional que en la actualidad rondan el 10 % en Cali y el Valle.
Aunque hay más expectativa en el redireccionamiento de Cali que en la inercia política del Valle, para las cabezas de proceso y sus futuros gabinetes un mensaje: se garantizan libertades construyendo sobre lo construido, siendo gestores y buenos administradores de los recursos públicos y socializando información de forma oportuna proactiva con todos los actores vivos del territorio.
Superado el empalme, a los nuevos y ojalá altamente competentes equipos de gobierno, una invitación a construir sus planes de desarrollo bajo un modelo de comisiones mixtas, sin el egoísmo propio del que gana y el descrédito del derrotado. Escenarios donde concurran la academia, los privados y tercer sector, invitados a trazar la visión y modelar indicadores para el crecimiento y desarrollo ordenado.
Para el caso de Cali, que se active el modo distrito especial y se contemplen asignaciones razonables, participativas y apropiadas para la vivienda, los negocios, la industria, el transporte, la recreación, la cultura, el espacio público, la convivencia, la salud y el bienestar. Aunque notable, la seguridad no es la única agenda. Una planeación y futura ejecución integrada con las instancias competentes de Yumbo, Palmira, Jamundí y el norte del Cauca, construyendo narrativas sobre aquello nos hace especiales.
Nuestros líderes deben demostrar capacidad técnica y rigor en su investidura, no solo actuar con oportunismo. Comprender el sentido de la focalización, innovar y basar su relación con los ciudadanos en la rendición de cuentas como principio ético. En decenas de casos, las últimas elecciones demostraron que los malos gobiernos quedan en la memoria y se castigan en las urnas y por fuera de ellas. Cada vez más los aspectos de eficiencia, eficacia y efectividad juegan un rol preponderante para el ciudadano.
Quienes vemos los toros desde la barrera, anhelamos que se supere el fenómeno de captura de rentas, especialmente por los pactos de mutua conveniencia, algunos nuevos y otros, especialmente por el lado departamental, afianzados con este último proceso electoral. Arreglos que además del letargo que producen, distorsionan el contenido y orientaciones de los planes, inciden en destinaciones presupuestales erróneas y restringen cualquier incentivo para invertir por parte de privados y fuentes de cooperación internacionales.
Sea el momento para elevar una alerta con los recursos de la ayuda oficial al desarrollo, que además de escasos y altamente demandados en países con niveles de ingreso inferiores a Colombia, en nuestros linderos suelen ser utilizados como barricada para el pago de favores políticos. Con estos y otros recursos, se debe romper con aquella lógica acumulación que subordina la racionalidad técnica y condena a los territorios a su inviabilidad, por una basada en transparencia, visión a largo plazo, uso de datos y la materialización de proyectos.
Una felicitación a nuestros líderes electos y su decidida convicción de promover la confianza y recomponer con buena letra nuestra institucionalidad.