La consciencia animalista crece cada día en Cali, tanto por parte de los ciudadanos como por el lado de las autoridades. En la ciudad se construye el Centro de Bienestar Animal, en el que el Distrito invierte $12.000 millones; asimismo, hay innumerables fundaciones dedicadas a cuidar a los desprotegidos y el Concejo aprobó la creación de la Unidad Administrativa Especial de Protección Animal.

Pero más allá de esto, hay cientos de historias en los barrios y los corregimientos de Cali de personas que se han convertido en samaritanos de los animales, quienes invierten parte de su tiempo y recursos en recuperar, mantener y mejorar la vida de los perros y gatos, especialmente de los que se encuentran desamparados.

La historia de María Fernanda Monsalve es una de ellas. Ella tiene 50 años y a sus 43 decidió estudiar un carrera técnica en veterinaria, debido al impacto que le generó su primer gato, Garfield, experiencia que la impulsó a rescatar y salvaguardar la vida de los animales.

A parte de ser rescatista, es profesora, madre de dos hijos y también se dedica a cuidar de sus padres que son adultos mayores.

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Monsalve resaltó que al principio no disfrutaba de los felinos ni nada que tuviera que ver con sus cuidados, sin embargo, el caso de Garfield la conmovió y la inspiró. “Fue un ser maravilloso que llegó a mi vida a llenarla de amor, me enseñó a valorarme y a ser mejor persona. Yo era un ser lleno de miedos, que a pesar de tener la compañía de mi familia, me sentía sola y vacía. La gente dice que yo lo rescate, pero la verdad, él me rescató a mi, me devolvió la esperanza” aseguró.

Actualmente tiene una fundación llamada ‘Fundacora’, la cual la integran más de siete personas que la ayudan con todos los cuidados que requieren los animales. Gracias a su estudio en veterinaria, Mafer, como le gusta que la llamen, tiene un pequeño hospital adaptado en casa, en donde cuida y responde por 20 gatos y 2 perros.

“A veces no cuento con los insumos necesarios o con transporte propio para trasladar a mis padres al médico o a los peludos a la veterinaria, pero ahí sigo porque a diario aumentan los casos de abandono, maltrato y descuido” dijo.

Otra historia es la de Magda Rodríguez, ella desde los 19 años decidió dedicar parte de su vida a los animales, empezó con ocho y ahora tiene 26.

Su trabajo se fortaleció durante la pandemia porque, en ese periodo, mucha gente iba a su casa y abandonaba a los animales. Ella, como muchos caleños, tuvo que dedicarse al rebusque. En su caso vendía jugos, yogurt, arepas y platanitos.

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“Gracias a este trabajo mi familia y yo no pasamos necesidad y tampoco abandonamos a los animales, ellos lo tuvieron todo. Fue un momento para confirmar que incluso en la crisis el compromiso con un animal no tiene porqué incumplirse”, declaró Magda.

“Me levanto a las 4:00 de la mañana para alimentar, pasear y medicar a mis 26 animales, me alisto porque entro a trabajar a las 7:30 a.m. y retorno a mi casa a las 6:30 p.m. para comer y hacer de nuevo lo mismo con mis caninos”, expresó.

Sin embargo, su larga jornada no termina ahí, todas las noches a las 11:00 p.m. Magda alimenta a una colonia de 16 gatos en condición de calle. Eso es lo que ha hecho durante sus últimos 22 años.

Policía animalista

Héctor Sinisterra es policía, enfermero y animalista. Su profesión no solo le ayudó a rescatar animales en condición de calle, sino que también lo impulsó a entrenarlos para que se reduzcan las posibilidades de abandono.

“El mes pasado rescatamos a una perrita que se encontraba desorientada y estaba muy delgada, se llama ‘Nina’ y es una pastora alemán criolla que apareció por la estación de Policía. Actualmente, la estamos formando para encontrarle un hogar”, dijo.

Para Héctor es importante velar por las condiciones físicas de los perros y asegurarse del estado de su salud, por eso, les brinda los cuidados necesarios para recuperarlo y, luego, les enseña los entrenamientos básicos para que el canino aprenda a convivir en armonía con el posible adoptante.

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“Yo siempre he entrenado a los perros con mi esposa y mi hijo. El modo de entrenamiento está enfocado en premiar las conductas positivas, por ejemplo, si el perro se escapó y acude a mi llamado, como recompensa por su obediencia yo lo acaricio, le hablo con voz tierna o le doy un pedazo de salchicha”, detalló.

Héctor afirmó que el desconocimiento es lo que convierte a los propietarios en posibles maltratadores, por eso es importante que las personas antes de tener un perro investiguen y tomen las decisiones acertadas sobre la crianza y el sostenimiento responsable de estas mascotas.