En este lugar, ubicado en el barrio Obrero, en vez de orar, la gente va a bailar y a rendirle tributo al género musical más representativo de la ciudad. Carlos Molina, su propietario, nos cuenta su historia.
Como quien entra a una iglesia para adorar al santo de su devoción, llega la gente al templo de la salsa. Su fachada blanca de tres pisos se reconoce a lo lejos, en el barrio Obrero. No está demás dejarse llevar por la música: los trombones, las congas, la clave y el piano, no mienten.
La Casa del Melómano es un espacio de culto para la salsa. Allá, en vez de orar, la gente va a bailar y a rendirle tributo al género más representativo de la ciudad.
Carlos Molina, uno de los grandes coleccionistas y fotógrafos de la salsa, abrió en junio las puertas de su casa para deleitar a los amantes del género con sus objetos entrañables.
En el primer piso, además de tener una pista de baile semejante a un ajedrez, cuenta con 600 de sus fotografías más representativas: Héctor Lavoe, Joe Rodríguez, Joe Quijano, Caíto, Rolando Laserie, Piper Pimienta, Pablo Lebrón, La india del oriente, Rubén Blades, El Gran Combo, Gilberto Santa Rosa y Richie Ray & Bobby Cruz son algunos de los músicos y artistas famosos que han posado para su lente.
Más de cuatro décadas de historia, música y salsa, le han dejado a Carlos cientos de anécdotas por contar: una vez estaba Frankie Ruiz en Juanchito, en esas llegó la policía y le suspendieron el show. Se enojó muchísimo. Nos fuimos para el parqueadero, pedí dos pedazos de carne de esos que venden en la calle y nos sentamos mientras se calmaba. Hablamos de muchas cosas, entre ellas, de la ciudad. Eso sí, estaba furioso, era un loco total, recuerda el coleccionista.
Carlos, como su casa, respira y transpira salsa. Lleva una camiseta con los rostros de tres grandes: Ismael Rivera, Héctor Lavoe y Frankie Ruiz; un pantalón de lino blanco y los típicos zapatos de charol. En su mano derecha tiene un anillo de oro que resalta por sus cinco letras: S.A.L.S.A, enmarcada por tres brillantes.
Cuando le preguntan por su trabajo, admite que empezó haciéndolo como aficionado. Hace 45 años, cuando le gustaba ir de rumba, siempre llevaba consigo su cámara.
Era inquieto, en vez de bailar y corear las canciones de moda, tomaba fotos. Los músicos eran sus preferidos: le gustaba inmortalizar su imagen mientras ellos hacían la magia, tocaban lo suyo.
Poco a poco me fueron conociendo porque yo iba a los hoteles a saludar, a tomar fotos. Después terminé en los buses con las orquestas y en las discotecas. Con el tiempo, me hice amigo de ciertos cantantes, cuenta Carlos, quien además asegura que a su casa han ido cerca de 200 músicos.
En el 87 empezó a colgar en las paredes sus fotografías, le gustaba marcarlas con nombre y fecha.
Cambió la decoración de su hogar y en vez de azulejos de color verde pálido, empezó a intercalar el blanco y el negro para que ciertos detalles hablaran. El mesón de la cocina, por ejemplo, más que un mesón, ahora se asemeja a un piano.
Anteriormente venían las orquestas a mi casa y les gustaba que los fotografiara en La tarima de las estrellas, un lugar que construí para ellos en el tercer piso.
[[nid:433341;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/06/templo_de_la_salsa.jpg;full;{La Casa del Melómano, ya está abierta al público. Un espacio para los amantes de este género.Johan Manuel Morales, especial para El País}]]
Recorrer La casa del melómano es como visitar un museo. Ya perdió la cuenta del número de fotografías que tiene, asegura que si se extienden en el piso, como un dominó, ocupan 12 metros. Además, cuenta con una colección de 700 long plays y una foto en el centro de su sala donde El jefe, Daniel Santos, aparece con su familia.
Yo vengo de una familia salsera, mi papá llegó al Obrero en el año 1919. Él me contaba que la rumba nació aquí en 1930. Para mí es algo de sangre, cuando era niño este barrio estaba lleno de grilles, a la vuelta de esta casa había como diez. Todos los fines de semana se celebraba algo: un cumpleaños, una primera comunión, un agüelulo... Como todo el mundo en este barrio, la gente nace bailando, asegura Carlos con severidad.
Dice que a veces le entra la nostalgia. Recuerda esa Cali chévere, llena de músicos, gente y salsa: antes era más chévere, la gente podía salir tranquila hasta las 4:00 a.m..
Como cada una de sus fotografías, Carlos desafía el olvido. Esta vez, abriendo las puertas de su hogar, que es más una máquina del tiempo que al pasado de la ciudad.
Todas las tardes a las 6:00 p.m. el coleccionista tiene una cita con sus amigos en la panadería del barrio. Es cierto, algunos viven de recuerdos mientras tararean Y no hago más na.
Solo para creyentes
La Casa del Melómano está ubicada en la Carrera 11 B No. 24 - 44 en el Barrio Obrero. Se encuentra abierta al público desde las 8:00 p.m. hasta las 3 a.m. todos los fines de semana. El apóstol Carlos Alfredo Molina Salas, mejor conocido como El coleccionista de la salsa, empezó como aficionado. En los años 80 fotografiaba a todos los artistas que se presentaban en la ciudad. Su casa la han visitado más de 200 músicos y cantantes, entre ellos Daniel Santos, Nacho Sanabria y Andy Montañez.