Un sacerdote repartiendo mercados a las dos de la madrugada en la Colonia Nariñense o en Siloé podría ser la mejor materialización de las obras de misericordia que la Iglesia recomienda practicar. Pero darle de comer al hambriento no es lo único que ha hecho la Arquidiócesis de Cali para ayudar a menguar los estragos que la pandemia del coronavirus está dejando en esta capital.

Alentar por teléfono a un positivo de Covid, aplicar los santos óleos a un paciente terminal en una clínica y convertirse en una suerte de youtubers son estrategias a las que los párrocos de los 160 templos existentes en la ciudad han recurrido para consolar al triste y cuidar al enfermo, mientras procuran mantener viva la fe de sus feligreses.

Así lo cuenta el padre Dagoberto Cárdenas, quien, como señal divina, hace diez meses asumió la Vicaría para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que, siguiendo el ejemplo del Papa Francisco, se creó en Cali para agrupar todas las acciones de caridad que la Iglesia Católica ejecuta en la ciudad.

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¿Qué está haciendo la Arquidiócesis de Cali para ayudar a combatir la crisis del coronavirus?

La Iglesia ha querido estar unida a los gobernantes y a los líderes cívicos y sociales y con el sector privado, porque, como se dice, unidos somos más. Entonces, los hemos acompañado y con nuestras gestiones profundizamos estas ayudas. A través del Banco de Alimentos hemos ayudado a 242.126 personas con más de mil toneladas de alimentos, gracias a la campaña con Noticinco y con donaciones. Y Pastoral Social, que venía acompañando los comedores comunitarios que este año solo pudieron ser activados hace dos semanas, se unió con el Banco de Alimentos y les ha dado ayudas a cerca de 200 de esos comedores para que puedan armar sus mercados. Además, la Vicaría de Reconciliación y Paz ha promovido ollas comunitarias, que tienen algo muy bonito porque se trabaja con los Consejos de Paz Urbana, que incluyen jóvenes que estaban en situación de pandilla. La Municipalidad aporta mercados que se convierten en provisión de grano para las ollas, el Banco aporta víveres y cárnicos y Pastoral Social la parte logística para conectar los comedores que existían. Las comunidades a su vez han hecho rendir todo esto, gestionando con comerciantes y otras personas más mercados para mitigar la situación en zonas de la ciudad donde incluso hubo protestas porque no llegaban con prontitud las ayudas del Estado.

¿Y los padres participan directamente en la entrega de mercados?

Un grupo de 40 sacerdotes ha acompañado la entrega de mercados de la Alcaldía, que al inicio era en las diez zonas más vulnerables de la ciudad. Se colocaron la camiseta y dijeron ‘vamos a cargar mercados’. De verdad me quito el sombrero frente a esa labor, porque ha sido a la madrugada, tarde en la noche; un trabajo bastante fuerte, no solo por la logística, que ya de por sí es pesada, sino por la entrega, que se ha hecho a través de contratistas, voluntariados de liderazgo social y comunidad católica y evangélica.

¿Y otros entes de la Arquidiócesis se han sumado a esa cruzada?

En total 246 personas que hacen parte de once dependencias de la Arquidiócesis han acompañado las diferentes acciones humanitarias desplegadas en la ciudad. Para las mujeres que acompaña la Vicaría de Paz se han conseguido mercados, pues muchas pertenecen a poblaciones vulnerables. También, la Pastoral para los Migrantes se ha unido para entregar mercados de la Alcaldía y la Presidencia a población venezolana, además de kits de aseo. La Pastoral Carcelaria ha recogido alimentos para las familias de los internos y estamos buscando a la población que ha salido de las cárceles por la pandemia para acompañarla. El Observatorio de Realidades Sociales, con Entre Vecinos y Vecinas y La Colcha, que son una red de liderazgos y organizaciones, ha promovido acciones de autogestión comunitaria y acompañado jornadas de entrega de bonos y mercados.

La gente suele llevar algo de mercado para los pobres cuando va a misa, pero por la cuarentena los templos están cerrados. ¿Qué ha pasado con estas personas?

Claro, casi todas las parroquias tienen un listado de 30, 40, 50 familias a las que normalmente ayudan con lo que la gente lleva a la misa, así que el Banco de Alimentos compró mercados y los unió a otros de la Gobernación del Valle para, con la Pastoral Social, atenderlas al menos una vez. Además, muchos sacerdotes estamos diciendo en las misas virtuales: ‘acuérdense de traer algo para compartir con los más necesitados’, y la gente ha vuelto a llevar, los organizamos y los vamos distribuyendo, haciendo un círculo solidario. Calculamos que de 160 parroquias, 120 han ayudado a 40 familias, entonces estamos hablando de alrededor de cinco mil familias, más o menos 20.000 personas.

¿Y con el cierre de las parroquias, de que están viviendo los sacerdotes?

El Obispo dispuso de un fondo especial para ayudarles en sus necesidades básicas, pero lo más difícil es la atención a los empleados, porque una parroquia normalmente tiene al menos una secretaria, un sacristán y un cantante. A los colaboradores ocasionales les hemos sostenido una parte de sus ingresos, de acuerdo con los ahorros que se tenían, o con mercado, pero a los empleados directos hay que responderles por su nómina normal.

Hablemos de lo que está haciendo la Iglesia en el sector salud...

Uno, los capellanes siguen asistiendo las clínicas en las que ofrecían su servicio espiritual. Por regulación médica no les han permitido acercarse a los enfermos de covid, pero sí contactar a la familia para acompañarla mientras ellos están hospitalizados o en UCI. Segundo, los sacerdotes están llamados, con las debidas medidas de bioprotección, a seguir atendiendo a los enfermos terminales, aunque no es fácil. Lo tercero es que se ha seguido brindando atención espiritual, hay fotos muy bonitas del capellán del Hospital Universitario del Valle llevando el Santísimo en la custodia por todo el hospital. Ya a nivel de la pandemia, en abril, cuando se empezó a extender la enfermedad, la Arquidiócesis ofreció a la Secretaría de Salud del Municipio una casa en Cali para atender pacientes que no necesitan hospitalización pero que por su situación económica no pueden vivir el aislamiento social en su propia casa, y otra en Jamundí para el descanso de los médicos y para su aislamiento, cuando sea necesario. Así mismo, los jesuitas ofrecieron un espacio a la Clínica Imbanaco, que también está funcionando.

¿Y cómo sacerdote le ha tocado dar apoyo a un paciente covid?

Sí, por llamada telefónica. Hay una persona cercana a mi ministerio que resultó positiva. Gracias a Dios por ahora es asintomática, así que la he estado llamando y acompañándola con mi oración. Poder preguntarle cómo está, cómo se siente, ha sido la oportunidad de hacer esa presencia.

¿En cuanto a la violencia intrafamiliar hay alguna iniciativa?

La Vicaría para la Reconciliación tiene un programa de empoderamiento ciudadano para la disminución de la violencia contra la mujer, dando apoyo psicosocial y religioso a las víctimas de violencia de género. Durante este tiempo se ha hecho una campaña en redes sobre el tema y se dispuso una línea celular para hacerles acompañamiento psicosocial.

A propósito de acompañamiento, el cierre de los templos puso de moda las misas virtuales ...

Las parroquias han potencializado el uso de Facebook, YouTube, WhatsApp. Ningún sacerdote se quiere convertir en youtuber, pero a todos nos tocó entrar en esa dinámica. Es que el Obispo lo escribió en un tuit el 20 de marzo: ‘ningún servidor de la comunidad, en cualquier área, se tome como vacaciones el pare de estos días para confinamiento en casa. Es ahora cuando necesitan de nosotros, como necesitamos todos que no se detenga el aparato productivo, los suministros y servicios. Iglesia, seamos ejemplo’. Alentó a los sacerdotes a seguir en contacto con sus feligresías y aunque unos de tecnología no es que supieran mucho, han ido creando líneas de transmisión no solo para que las personas vean sino para que sean escuchadas. No es la misa virtual, sino transmitida de manera virtual, para entender que en fe nos une la comunión de los santos, más que la realidad virtual. Por ejemplo, algunos padres no tienen esa posibilidad y ofrecen la misa en su privacidad, pero unidos a su comunidad porque por teléfono les anuncia la hora de la celebración.

¿Cómo así que ahora los feligreses pueden llevar la comunión a sus casas, cuando esto era prohibido?

Desde principios del cristianismo, en los siglos 2 y 3, se pensó en la comunión para aquellos que no podían ir a recibirla en la eucaristía. Tarcisio, un jovencito que se ofreció a llevársela a un enfermo, fue asesinado por no entregarla. Luego, en momentos de peste, obispos y sacerdotes salieron a dar la comunión fuera de la misa, y en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, ante la imposibilidad de que fuera el sacerdote, se hicieron delegaciones extraordinarias. Así mismo, nuestro Obispo ha determinado que, empezando por seminaristas, diáconos y miembros de grupos parroquiales, se tenga la posibilidad de recibir la comunión en la casa y de que, para evitar cualquier falta a la bioprotección, un miembro de la familia pueda dársela a los demás.

Pero se corre el riesgo de que se haga mal uso de algo que es sagrado para los católicos...

Sería fatal un sacrilegio o una profanación. Por eso no se va a entregar a cualquiera, en el buen sentido de la palabra. No es una discriminación sino la custodia de quien para nosotros es el Rey de Reyes presente en el Santísimo Sacramento. No es: ‘yo soy laico, me enteré que el Obispo dijo que se podía llevar la comunión a la casa, entonces el cura me la tiene que dar’, sino que el párroco evaluará en primer lugar su propia salud: tenemos sacerdotes mayores o con enfermedades preexistentes que no pueden exponerse y esas comunidades tendrán que hacer un ayuno eucarístico más prolongado; segundo, la condición de quienes van a recibirla, y decidirá quienes deben acercarse al templo para llevarla a sus hogares o si él va a dejárselas.

Padre, ¿qué mensaje de positivismo y de fe les envía a los caleños en medio de esta situación?

Tomo lo que decía monseñor en el video que publicó al inicio de la cuarentena: ‘todo nos va a salir bien, y la clave está en actuar como un nosotros. Por eso debemos pensar en cada persona, en cada caso y en cada territorio. Saber que el Señor no nos abandona y que debemos mantener la calma, la unidad, la disciplina, que a veces nos cuesta y no es nada fácil; la solidaridad, la ayuda al otro; la comunicación correcta entre todos’. Si logramos mantenernos de esa forma, nos daremos cuenta de que esta situación podemos vivirla desde la fe y, sobre todo, para algo que decía el predicador del Papa el Viernes Santo: para que después de esto seamos más humanos, más cristianos.

Para terminar, ¿cuéntenos sobre la nueva vicaría en la que usted fue nombrado?

El Papa Francisco creó en el 2016 el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, agrupando todas las acciones de caridad de la Iglesia a nivel internacional. De la misma manera, nuestro Arzobispo quiso darle una fuerza a toda la acción de misericordia de la Iglesia en una Vicaría Episcopal, que asumió el mismo nombre del Dicasterio, agrupando lo que era la Vicaría de Reconciliación y Paz, la Pastoral Social, la Pastoral de la Salud, la Pastoral para los Migrantes, la Pastoral Penitenciaria y la Pastoral del Mundo del Trabajo, y a eso unió dos fundaciones dirigidas por la Arquidiócesis, que son Banco alimentos y Fundación Sarep, que es el Sistema Arquidiocesano de Educación Productiva, además del Observatorio de Realidades Sociales, que nos informa sobre lo que ocurre en la Diócesis. También acompañamos todas las fundaciones de caridad de la Iglesia, como Samaritanos de la Calle, Sergente, Ángeles de la Calle, Cottolengo, entre otras, y lo bonito es que cada una responde a una obra de misericordia: porque tuve hambre y me diste de comer, porque fui forastero y me hospedaste, porque estuve en la cárcel y enfermo y fuiste a verme, porque estuve desnudo y me vestiste...