Quien ha visitado a Cali sabe que aquí los gatos son símbolo de cultura e identidad, y que gracias al talentoso artista Hernando Tejada, estos se han convertido en un patrimonio cultural que habita las zonas verdes, turísticas, educativas y empresariales de la sucursal del cielo. Por eso, una nueva escultura se suma al programa de arte urbano que tiene la ciudad al margen izquierdo del río Cali, en el sector de Normandía: Las Gatas del Río de la Cámara de Comercio de Cali.
Inicialmente se crearon 15 gatas de fibra de vidrio que fueron intervenidas por diferentes artistas, como parte del concurso promovido por la entidad para recuperar el monumento del Gato Tejada y sus zonas aledañas, y fue tal el buen recibimiento que estas felinas han tenido, que ahora se suma, una integrante más.
Se trata de la gata Ingrid, quien llega a completar, una colección de esculturas de 34 felinas en este paseo tradicional por el Oeste de Cali. La Gata Ingrid, es una obra de María Fernanda Cuartas, artista plástica y pintora vallecaucana que ha explorado, y avanzado en su lenguaje pictórico, a través de la construcción de metáforas visuales que reflejan su inquietud sobre problemas relacionados con la imagen y la sociedad contemporánea.
Reconocida en dos ocasiones consecutivas (2007 y 2010) entre los ‘100 mejores del Mundo del Arte Contemporáneo’ por la Biblioteca de Artistas de las Comunidades Europeas (B.A.C.E), es una artista que exporta talento nacional y que gracias a su trabajo artístico ha sido incluida entre los ‘100 líderes de la Sociedad en Colombia’ de la revista Gerente.
La Gata Indrig, está inspirada en un suelo que representa la tierra fértil, sus patas y su tronco destacan la planta de maíz, su cabeza representa el grano, y en el canasto, se encuentra el resultado final del producto, base de los pandebonos y buñuelos característicos de nuestra región.
Se destaca en esta figura el pandebono, considerado entre los cinco panes más importantes dentro de la gastronomía mundial según la guía gastronómica internacional de Taste Atlas. Con esta nueva gata se completan 34 obras artísticas que adornan la ciudad en diferentes puntos estratégicos como el Paseo de las Gatas, el Bulevar del Río y las entradas a la ciudad, entre otros.
La historia del Gato de Tejada
Hernando Tejada soñó muchas veces, en voz alta, con sus gatos paseando por el río, no solo con uno sino con varios. Y ese sueño con bigotes, que mide 4.50 metros de alto, es hoy en día la atracción de caleños y turistas, en la ribera del Río Cali, en la intersección de la Calle Cuarta, sector de Normandía.
Fue exactamente el 3 de julio de 1996 que el Gato del Río llegó de paseo y se quedó para siempre, fascinado con la brisa que llega de los Farallones de Cali. Aunque costó, en su momento, $30 millones y fue un regalo del escultor pereirano Hernando Tejada para la ciudad que lo vio crecer, —como artista, porque medía 1.50 metros, pero era gigante su talento—.
El propio artista lo financió a través de 250 pequeñas réplicas del gato que fueron fundidas en el taller de Alejandro Valencia Tejada, su sobrino. Esculpir al gato demoró siete meses, después de que Germán Patiño, Soffy Arboleda de Vega, Germán Villegas, entonces gobernador del Valle; los artistas Lucy Tejada, María Teresa Negreiros y Alejandro Valencia, hablaron de elaborar lo que nunca antes se había hecho en Colombia, una escultura en ‘cera perdida’ de tales dimensiones.
Fue fundida en Bogotá en el taller de Rafael Franco y era tal su porte, que para ser transportada tuvo que ser desmontado el techo del taller. ”Le dije a mi amigo Rafael, ‘te metí en un problema’, pero yo ya me imaginaba su respuesta, ‘listo, me le mido’”, cuenta Valencia. “Le dije a Hernando que como había que levantar un gato tan grande, y yo tenía cierta experiencia en eso, le podía ayudar, y me autorizó a dirigir el proceso, mientras él terminaba la exposición de Diners, la última que hizo en Colombia”.
“Cuando fui a ver el resultado, la proporción de la cabeza no daba, llamé a Hernando y le dije: ‘necesito que me autorice a que le corten la cabeza al gato’”, y así, igual que en el cuento de ‘Alicia en el País de las Maravillas’, como si fuera la Reina de Corazones, ordené: “¡Que le corten la cabeza!. Les di una nueva proporción que es la actual y dirigí el modelado, la parte final y el cubrimiento de la cola estuvo a cargo de Hernando”.
Cuentan que ‘Tejadita’ gozó mucho con su Gato, siempre rodeado de visitas, hasta un día que fue a verlo y se puso muy triste por la cantidad de ofensas que escribían en él. Sin embargo, después de morir el creador de El Gato, su sobrino descubrió un papel que este guardaba y que habían visto escrito en la escultura: “Aquí estuvieron ‘Víctor’ y ‘Pepita’, se lo comieron y el Gato los cuidó”.
Decía que parecía un poema. Pero antes de ser el imponente Gato del Río, el minino sufrió varios percances. Fundido por secciones, que luego fueron soldadas, porque sino resultaba un proceso complicado, carísimo y arriesgado, al quedar ‘listo’, Alejandro se percató de que el felino estaba lleno de hundidos y turupes.
Rafael le confesó que, por error, le había aplicado silicona blanda y que al hundirla, había hundido la arcilla. Hubo que conseguir a una persona para que se metiera dentro de la escultura con una porra y protectores auditivos. Los vecinos del taller amenazaron con entutelarlos porque hacían mucho estruendo. En dos días se solucionó el problema y ¡gato resuelto!.