José Antonio Aguirre Alcalá es un biciviajero de Barcelona, España, si se quiere un trotamundos, que comenzó el 22 de mayo del año pasado un viaje desde México, teniendo como meta La Patagonia, pero quedó atrapado en Colombia, en pleno aislamiento por la pandemia del Coronavirus.

“El plan es que no hay plan. Sé que debo llegar a Argentina, pero cómo hacerlo por el camino no sé, es lo que vaya fluyendo”, dice José, quien viaja solo con la Pantera Negra, como le dice a su bicicleta, y con su hotel a cuestas, una carpa que le sirve de refugio adonde quiera que llega y donde procura generar el menor impacto ambiental.

Pasó de Panamá a Colombia por el Darién, por la ruta en lancha de Cartí, Puerto Obaldía, Puerto Obaldía-Capurganá, Capurganá-Turbo. Tardó cinco días en hallar una embarcación que lo llevara a Puerto Obaldía, “fueron 7 horas de mar picado, con la lancha botándote hacia adelante y mojándote. De ahí a Capurganá fue rápido. Dormí en el parque, sellé el pasaporte de salida de Panamá, me fui al muelle y allí había un lanchero, que como no vino nadie más, me llevó por US$ 20”, cuenta con su acento español.

Ahora que está atrapado en Ipiales, sin poder continuar su travesía, entiende que esa prevención que tuvo semanas antes del viaje era una suerte de aviso del subconsciente que algo podría ocurrir. “Era mi primer viaje en bicicleta por muchos países y días antes de partir le dije a mi familia que me estaba echando para atrás. Pero me animaron, porque saben que me gusta mucho viajar: ‘Tú tira pa’lante que eso son los nervios, o te subes al avión o te subimos nosotros’, me dijeron, y pues nada, aquí estoy”.

Antes de anunciarse el aislamiento en Colombia, José hizo la Ruta Cafetera, a la que él llama la Ruta Familiar, porque los nombres de los municipios tienen todo que ver con sus orígenes. “Pasé por Alcalá, que es mi apellido; por Barcelona, que tiene el nombre de la ciudad donde nací, y por Sevilla, que en España es donde nació mi madre”.

Siempre le ha gustado viajar, pero la economía nunca es suficiente para pagar hostal, transporte y restaurantes, entonces un día viendo videos en youtube le llamó la atención una palabra: ‘cicloviajero’, le dio clic al video, que era sobre el estilo de vida del ‘biciclown’, un viajero español que lleva tres años dándole la vuelta al mundo en bicicleta, y lo cautivó. “Me gusta acampar, buscarme la vida, ser independiente, vas donde quieres, paras donde quieres, te haces la comida, armas tu casa, te las arreglas con tu bicicleta”.

Él arrastra consigo 60 kilos de equipo, su bicicleta pesa 14 kilos y medio y su propio peso es 47 kilos. En su equipaje lleva ropa de invierno y de verano, kit de primeros auxilios, kit de aseo, toalla, colchón inflable, hamaca peruana, un dron, material para hacer artesanías (hace atrapasueños en collares, pendientes y llaveros para vender),
implementos de cocina, alimento, silla plegable, trípode, seis litros de agua: tres que carga en su espalda y otros tres repartidos en su ‘bici’. Lleva placa solar para no tener que enchufar su celular a la corriente de nadie.

Cuando aún la pandemia no llegaba, José se maravilló con la Ruta Maya y la flora y fauna de Costa Rica, siendo un jardinero y forestal en España, la naturaleza le interesa mucho. “Entré por el Atlántico en México, de Bélice me dirigí al Pacífico, de ahí al resto; por el Atlántico apenas hay carreteras, en el Pacífico está la Panamericana”.

Del coronavirus se enteró por un chino que conoció en Panamá. “Pedaleamos unos kilómetros juntos. Me regaló esta camiseta que llevo puesta. Cuando nos separamos me envió un mensaje que aún estaba en Panamá y que me dejaba en una tienda otra camiseta y repuestos para la bicicleta. A los dos días me envía otro mensaje diciéndome que sigue en Panamá porque le han denegado la entrada a su país por una gripe que había allá y al cabo de unas semanas esa gripe resulta que era el Coronavirus. Me he enterado del virus por la gente y por las mascarillas que llevan. Hoy ha venido un hombre que me ha traído cena y me ha regalado un tapabocas”, le contó a El País a su paso por Cali. En José no había en ese momento temor. “Me siento seguro en mi bicicleta porque estoy haciendo deporte y tengo mínimo contacto con la gente, además el miedo hace que te acabes enfermando, ese y el estrés te bajan las defensas. Tampoco es bueno cansarse mucho con la bicicleta. Yo voy pedaleando pero si veo montañas bonitas, me demoro diez minutos buscando la posición para tomar una buena foto con el celular y el dron, y publico todo el viaje en mi Instagram (@explorando_el_globo)”.

No lleva la cuenta de los kilómetros recorridos, pero sabe que los 8000 ya los pasó de sobra. “En Panamá fui hasta el final de la Panamericana que acaba en medio del Darién, en Yavisa, donde hay un letrero que dice ‘Desde Alaska hasta Yavisa, 12.580 kilómetros’, que es el largo de la carretera. Quería ver ese punto porque en Turbo comienza otra vez la Panamericana que me llevará hasta Argentina”.

Su meta es llegar a Ushuaia (Tierra de Fuego), en Argentina, subir a Brasil, hacer barco stop que lo lleve a Mauritania (África), Marruecos, Portugal y España. Sus cálculos eran terminar en año y medio su viaje, pero como él mismo dice, “el plan es que no hay plan”, y llegó el coronavirus y con este el aislamiento y el cierre de fronteras.

Durante su viaje el único hostal donde ha dormido fue en Cartagena. “Había conocido a un alemán que de Panamá iba a La Heroica y de allí a Europa, entramos por Turbo, me dio el puntazo y subí con él en bicicleta hasta Cartagena. “Quisimos dormir en la playa, pero después de las seis de la tarde no puede haber nadie allí, intentamos instalarnos en un parque y la policía vino a decirnos que tampoco podíamos quedarnos allí. Tocó dormir en un hostal”. José ha pernoctado incluso en cementerios de Centroamérica y de Santa Fe de Antioquia, “no me dan miedo los muertos, porque ya están muertos, peores son los vivos”, dice.

En medio del confinamiento llegó a Ipiales a un parque y luego a la Casa del Ciclista, donde paga $10.000 diarios. Siempre ha contado con la solidaridad de los colombianos que ha conocido. “El vecino es director de la Cruz Roja y nos ha dado kit de aseo, galletas energéticas americanas, leche en polvo deshidratada con proteínas y mercado”. Pese a que sus ahorros de emergencia se agotan y no ha podido vender artesanías, no se le cruza la idea de devolverse para su país. “En España te dicen: ‘Si estás sano y en buen sitio no regreses’. A quienes volvieron les han cobrado por boleto de avión hasta 4000 euros y cada día hay menos posibilidades de que te hagan un rescate”.

Para él, “la naturaleza nos habla, no con palabras sino con hechos. La humanidad es el virus y el virus, la vacuna del planeta. El planeta se recupera a gran velocidad, ¿pero cuánto durará después que la cuarentena se acabe?”

Su paso por Cali

En Cali instaló su carpa en un parque del barrio La Flora, cerca al Exito, para averiguar en otro almacén por los frenos para su bicicleta, la Btwin Rockrider 520 Mtb Cycle. Para su sorpresa no tenían el repuesto y lo pusieron a esperar tres días, como no les llegó, desmontaron los frenos de otra bicicleta.

Se queja del irrespeto al ciclista por parte de los traileros. “Viniendo de Buga llovió, y los camiones se metían y te pasaban cerquita para mojarte”. Con el cierre de las fronteras y el aislamiento no ha podido vender artesanías y en las tiendas de barrio subieron los precios. “Me alimento a base de arroz, huevo y papa”, dice.

En datos

  • José Antonio Aguirre Alcalá ha visitado países como México, Bélice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Colombia, los kilómetros recorridos más o menos son 8000.
  • Actualmente Jose está en la Casa del Ciclista de Ipiales. “Al dueño le salió un evento para el Día de los Niños y a cambio de yo colaborar disfrazado de Goofy tengo cinco días
  • más de alojamiento”.
  • “En el Bordo Cauca, cuando entraron en cuarentena, busqué alojamiento pero fue imposible, ni los bomberos ni la policía ni la Casa del Ciclista de allí, me dieron apoyo, solo me dijeron que me fuese a campo abierto y me quedase ahí hasta final de cuarentena. Antes de salir, la policía
  • me llevó custodiado al hospital para hacerme la prueba del Covid-19,
  • pero como no presentaba síntomas, se negaron a realizármela”.
  • “Camino a Mutatá llovió y tuve que improvisar un techito con mi toldo cubriendo la ‘cicla’ y yo debajo durante tres horas hasta que dejó de llover. Caminé hasta una comunidad indígena que me permitió acampar en la Casa Comunal”.
  • “En Santa Fe de Antioquia acampé dos días en el mercado de artesanías, un hombre trató de robarse
  • a la Pantera (bicicleta), pero el cuidador
  • lo vio y lo evitó. El último día antes de seguir, me quedé en las puertas del cementerio, que era más tranquilo”.
  • “En Medellín al llegar pregunté a los policías dónde podía acampar y me dijeron que alrededor de un campo de fútbol, pero durmiendo allí, me despertaron los vigilantes y me hicieron irme a las 2:00 a.m. Acabé durmiendo a pocos metros de donde mataron a Pablo Escobar”.
  • “Un estudiante, camino a Pasto, me dijo que
  • me había visto
  • por la ruta pedaleando y me dio dinero para mi viaje”.