Le dicen ‘la Casa de la Culebra’. Se puede ver a lo lejos, desde el tanque de almacenamiento de agua donde en 1973 se levantó la estrella de Siloé.
Según la leyenda, la casa fue construida por un arquitecto masón, quien rodeó la edificación con una culebra de concreto para, supuestamente, protegerla. En un punto, la lengua de la culebra se divide en dos, para indicar el camino hacia una especie de templo cuya puerta tiene la forma de un triángulo.
– Dicen que en esa casa los narcos hacían rituales – cuenta Ricardo Sánchez, a quien todos en Siloé conocen como ‘Richie’, un guía turístico y líder social de la Comuna 20. Richie es el director del colectivo Trepatón a Siloé, uno de los grupos de jóvenes que realizan rutas turísticas en la ladera.
En el sector de La Estrella sus habitantes mencionan otro mito sobre la ‘Casa de la Culebra’. Los rumores indican que allí se sacrificaban animales y se hacían ritos satánicos. Y que su propietario era un hombre nacido en Asia.
La casa está abandonada y cerrada al público, pero a veces Richie lleva a los turistas a las afueras para que le tomen fotos. En el interior se observan extraños símbolos que, signifiquen lo que signifiquen, hacen que la edificación sea una de las más raras de Cali y punto de atracción turística en Siloé.
Mientras subimos las escaleras del tanque de almacenamiento de agua donde se encuentra la famosa estrella que hace que esta montaña luzca como un pesebre, Richie cuenta esa historia.
La estrella se encendió por primera vez el 17 de diciembre de 1973. Fue el sueño de un profesor de la comuna, don Alberto Marulanda Palacios. Él quería que Siloé tuviera una estrella de Belén, de cinco puntas, para iluminar a Cali. La comunidad le decía que estaba loco al pensar en una estrella en medio de tantas necesidades, pero el profesor siguió adelante.
Al principio la estrella estaba sostenida sobre postes de madera y los bombillos eran los que se usaban en las casas. Toda la gente que no creía en don Alberto llegó a la inauguración y se maravilló cuando prendieron los bombillos. Durante décadas la estrella solo se encendió en diciembre, hasta el año 2007, cuando se rediseñó, ya no de cinco puntas sino de 16, y se tomó la decisión de prenderla a diario.
Desde el tanque de agua, si se mira hacia abajo, en una pared cercana hay un mural con el rostro del profesor Alberto como tributo a su labor. Lo firma Alfa Jaguar. La Secretaría de Turismo de Cali apoyó la realización de los murales como una manera de embellecer los espacios que recorren las rutas turísticas de la Comuna 20.
También capacitó a los colectivos dedicados al turismo comunitario en temas financieros como el costeo de los tours y la comercialización y el marketing de los mismos. La Secretaria de Turismo, Stefanía Doglioni, explica que todo hace parte de una estrategia llamada Turismo al Barrio, que pretende impulsar el renacimiento del turismo en Cali tras la pandemia del coronavirus y el estallido social de 2021.
La de la Estrella es una de las rutas que hace Richie. Inicia abajo, en la Calle Quinta, en la Estación Cañaveralejo del MÍO. En el Mío Cable los turistas llegan hasta la estación Alberto Lleras Camargo para después caminar hacia la Calle de la Poesía. Le dicen así desde que el escritor Mario Mendoza estuvo en la cuadra leyendo con la comunidad, lo que inspiró algunos grafitis como el que pintaron en un muro blanco: “Toda mujer preñada lleva un mar adentro. En el centro del mar, un Dios sumergido”.
En la fachada de una casa de la Calle de la Poesía también se lee: “ganaremos porque los versos trascenderán en el tiempo, con tal eco que atormentarán a los más indolentes”.
La Calle de la Poesía conduce al tanque de almacenamiento de agua donde está la estrella. Durante 60 años, el tanque, que pertenece a las Empresas Públicas Municipales, estuvo cerrado. La gente lo usaba como basurero. Hasta que una acción popular de la comunidad obligó a Emcali a abrirlo. Los habitantes de La Estrella sacaron toneladas de basura, lo dejaron impecable, y ahora lo están pintando con murales alusivos al Universo: astronautas, naves, estrellas. El propósito es convertirlo en un planetario para los niños, y en comedor comunitario. Así se ganaría un poco más de espacio público.
A David Gómez, el fundador del Museo de Siloé, se le ocurrió que se podían hacer recorridos turísticos para traer la paz. David les dio dos yeguas a los jovencitos que trabajaban con él, entre ellos Richie. Una de las yeguas se llamaba ‘Lomas’. Con ella, Richie recorría la ladera llevando libros a diferentes bibliotecas. Salvó su vida: admirado de la labor de David, pensó que él podía hacer lo mismo, trabajar para transformar las realidades de su comunidad. Entonces dejó las drogas.
Richie nació hace 32 años en el puesto de salud de Siloé. Fue un día angustioso. Su mamá rodó por unas gradas. Por fortuna todo salió bien. El resto de su familia también ha estado siempre allí, en el barrio. El que primero llegó fue su abuelo, proveniente de Nariño. Vino a trabajar en las minas de carbón que alimentaban al Ferrocarril del Pacífico.
En el camino, el abuelo de Richie conoció a la que sería su esposa. Sucedió en una cafetería de Popayán. El abuelo, en ese entonces de 16, vio al fondo de la cafetería a una jovencita de 14 lavando platos. Se acercó y le pidió que le regalara un café. Coincidieron en que ambos eran de Nariño. No pasaron más de 15 minutos cuando él le propuso: “vámonos para Cali”. Ella aceptó. Richie dice sonriente que el don infalible de conquistar fue lo que le heredó a su abuelo.
La violencia en la Comuna comenzó en la década del 80, y se acentuó tras la toma militar de Siloé el 1 de diciembre de 1986 contra el M-19. Tras el acuerdo de paz con esa guerrilla, en la ladera no todas las armas se entregaron; quedaron bajo los colchones. Y en un barrio popular, poco tolerante, con escasas oportunidades de educarse, las empezaron a sacar para arreglar los problemas, lo que desató una guerra entre familias y pandillas que se prolongó durante los años 90.
– Yo viví parte de esa guerra. El contexto mío eran balas y drogas. No había espacios culturales para refugiarse como la Casa Azul que tenemos hoy, o la Casa de las Vacas. Y terminé en las drogas a los 10 años.
Richie asegura que las pandillas de Siloé ya son mito; no existen. Muchos salieron de la cárcel y no quisieron seguir con esa vida; otros terminaron heridos. Por eso los grupos de jóvenes que caminaban por ahí armados ya son historia, aunque eso no quiere decir que la violencia desapareció del todo. Pero ahora los que están en las esquinas son los moto ratones.
Cuando comenzó el tour, Richie me había comentado que el miedo de la gente se siente abajo, en la ciudad, por el estigma que ha tenido la Comuna 20, pero que al caminar por sus calles los temores se esfuman. Es cierto, el ambiente de Siloé no es hostil; es rural. Se escuchan gallinas, música popular a todo volumen y hay multitud de perros callejeros y conductores con pericia para subir furgones en calles estrechas y empinadas como pared para surtir las tiendas.
Richie, cansado de lo que le decían sus amigos, “su barrio es muy caliente”, los empezó a subir, solo. Era 2013. Les garantizaba que, si los robaban, él les respondía. Nunca pasó nada. Cada sábado llegaba con grupos de amigos del curso de programación del Sena que estudió, o ayudantes de construcción, y tomaban cerveza mientras disfrutaban la vista de Cali.
Entonces comenzó a correr el voz a voz: “Richie sube personas a Siloé”. Así surgió el colectivo que fundó, Trepatón a Siloé. Todo se hizo viral durante el Paro Nacional de 2021. Richie hizo un recorrido con el youtuber mexicano Luisito Comunica, y desde entonces su teléfono no ha parado de sonar para programar recorridos (320 – 6816216). Los aportes son voluntarios. Richie no cobra.
El nombre del colectivo, Trepatón a Siloé, nació en el 2018. En ese año a Richie y otros amigos se les ocurrió no que subieran grupos de 10 personas, sino 100. Entonces hicieron una convocatoria en Facebook para hacer una carrera atlética en la ladera. Todos los participantes debían llegar con la camiseta amarilla de la Selección Colombia para que fuera más fácil identificarlos por el personal de logística, diez niños y diez jóvenes de la comuna.
Ese domingo Richie se levantó temprano y desde la ventana de su casa vio no a 100 sino a 500 personas. Él se asustó. Cuando llegó la hora de la competencia, los participantes eran casi 1000. No alcanzaron las medallas para todos, pero así nació la carrera Trepatón a Siloé, que en este 2023 será el 5 de noviembre.
En el Mirador Yo amo a Siloé, donde termina la ruta, leo el estampado de la camiseta de Richie en su espalda: “Siloé no es como lo pintan, sino como lo pintamos”.