Hacer cualquier obra de en el sur de Cali resulta un verdadero dolor de cabeza. La resistencia de la comunidad a los proyectos se volvió una constante, aunque este sector de la ciudad parece estar curtido en líos para llevar a cabo grandes desarrollos.

Históricamente, realizar obras de infraestructura en esta zona ha sido problemático. Lo fue al final de la década de los 60, cuando se construyó la segunda fase de la Calle Quinta, entre el puente de la Carrera Cuarta y el Club Noel, y los concejales y vecinos del sector se opusieron de forma violenta.

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Otra obra que tuvo resistencia en 1968 fue la construcción de la Autopista Suroriental, pues en ese entonces, el alcalde Marino Renjifo Salcedo se enfrentó al rechazo de la gente que aseguraba que el proyecto era demasiado visionario para una ciudad que carecía de vehículos y se ubicaría en una zona lejana de lo que estaba urbanizado, donde solo había potreros.

En los años recientes, la construcción de la troncal de la Calle Quinta - Carrera 100, entre la Carrera 56 y la Calle 20, despertó el descontento de la comunidad por las afectaciones ambientales y de tráfico que estas obras generarían para darle paso al MÍO. En el 2006, hubo manifestaciones y varias personas se ataron a los samanes de este corredor para evitar su tala, pero al final se hicieron los trabajos.

Años antes, incluso, moradores del sector de Multicentro protestaron por la construcción de la ciclovía en el separador de la Avenida Pasoancho.

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La resistencia de la comunidad también se vivió el año pasado, cuando la Administración Municipal propuso prolongar la Avenida Pasoancho, atravesando el Zanjón del Burro, para aliviar los trancones de la zona.

Los residentes de este sector adujeron que intervenir ese reducto boscoso acabaría con la biodiversidad presente y que la obra no ayudaría a mejorar la movilidad; un estudio de la Universidad del Valle le terminó dando la razón a los quejosos y el proyecto se desestimó.

A mediados del 2016, los trabajos de ampliación de la vía a Pance también caldearon los ánimos en el sur de la ciudad. Allí, los residentes se mostraron en desacuerdo porque la CVC dio el aval para talar 1594 árboles para realizar las obras. Hoy, en este punto los trabajos avanzan a paso lento.

La última polémica se suscitó por la construcción de la Terminal Sur del MÍO, que tendrá lugar entre las Carreras 102 y 103 y desde la Calle 42 hasta la vía Panamericana. En este caso, líderes de la Comuna 17 se oponen al proyecto por considerar que no fue socializado con tiempo, que tendrá alto impacto ambiental, desvalorizará los predios y perjudicará la movilidad. Y aunque Metrocali advierte que la obra se ejecutará, la comunidad sigue en pie de lucha.

¿Por qué es difícil sacar adelante los proyectos en el sur?

Uno de los argumentos más fuertes de los residentes del sur para oponerse a la construcción de grandes proyectos de infraestructura es que las intervenciones atentan contra el perfil ambiental del sector, pues en las comunas 10, 17, 18, 19, 20 y 22 se concentra buena parte de la riqueza ecológica que tiene Cali.

Según el Dagma, de los 50 humedales que tiene Cali, 46 se sitúan en las comunas del sur. Además, entre las seis comunas que componen ese sector suman 119.300 árboles, que equivalen al 40 % del total de ejemplares de Cali.

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Norma Jiménez, residente de la Urbanización Lili, refiere que quienes compraron sus viviendas en comunas como la 17 o 22, lo hicieron por ser sectores apacibles, con muchas zonas verdes, pero “las obras lo único que logran es imponer el cemento, colapsar más el tráfico y generar niveles de ruido que no tenemos. Cuando se plantean obras como la Terminal Sur del MÍO en medio de una zona residencial, los predios se desvalorizan por completo”.

Para el sociólogo Hernando Uribe, la resistencia de la comunidad a los proyectos se da porque el planeamiento de la ciudad “se hace desde el escritorio y sin tener en cuenta la opinión de la gente y, en muchas ocasiones, los proyectos que se proponen no obedecen a las necesidades de la comunidad. En este sector, la oposición a los proyectos también está relacionada con que allí están asentadas personas de clase media y alta que pueden tener más incidencia en la toma de decisiones”.

Por su parte, la coordinadora del Observatorio de Conflictos Ambientales Urbanos de Univalle, Marcela Navarrete, indicó que la falta de planificación a largo plazo ha tenido mucho que ver con la resistencia de las comunidades del sur a las obras.

“No hay una planificación que plantee soluciones a problemas futuros, sino remiendos a inconvenientes que se han vuelto inmanejables en el presente. Eso hace que la gente no crea en las obras, porque la comunidad conoce los valores ambientales que tiene el sur y no está dispuesta a perder los servicios ecosistémicos por trabajos de corto plazo que generan nuevos líos. Ese es el caso de la vía a Pance, que no va a aliviar la carga vehicular que hay entre la Vuelta al Bofe y La Vorágine, sino que va a provocar un cuello de botella en un corredor que ya es crítico”, aseguró Navarrete, quien añadió que la falta de estudios serios de suelos y de infraestructura en redes ocasiona aún más incredulidad por parte de la gente.

Entre tanto, la directora técnica de la Cámara Colombiana de la Infraestructura, Sandra Silva, dijo que “las vías y las redes se necesitan y, en ese sentido, hay que propender por desarrollos integrales. Si hay obras bien planificadas y se cumplen los tiempos de ejecución, la comunidad acepta mejor los cambios. Pero si no hay buena divulgación y los estudios y diseños no responden a las necesidades de la gente, habrá oposición”.

Al respecto, el secretario de Infraestructura, Marcial Quiñones, asegura que la Administración se ha desligado de los proyectos.

“Tenemos que vender mejor las obras y dejar de delegar a los contratistas la responsabilidad de socializarlas; eso lo debemos hacer nosotros porque tenemos todos los instrumentos y debemos reunirnos con las comunidades para sacar los proyectos adelante”, aseguró el funcionario, quien señaló que las obras más objetadas por la comunidad están definidas desde hace más de diez años y recordó que están listos los $194.000 millones para realizar más trabajos en el sur.

El parque de El Ingenio también tuvo oposición

Las obras del Parque Biosaludable del río Meléndez, donde hoy cientos de personas se ejercitan en el parque de El Ingenio, levantaron una polvareda de críticas por parte de los vecinos de este barrio del sur, a mediados del 2011.

En ese entonces, los habitantes del sector se opusieron a la adecuación del parque porque habría una invasión de cemento en el parque, daños al río Meléndez y faltaba socialización. El rechazo fue tanto, que se recogieron 2452 firmas de habitantes en desacuerdo con la construcción para instaurar una acción de tutela que evitara la obra.
Para Camila Vivas, residente de El Ingenio, los trabajos convirtieron el parque en un “oasis deportivo”.

Por su parte, Diego Victoria, vicepresidente de la JAC del barrio, dijo que “con la obra empezó a llegar gente que no es del sector y se dispararon los robos, el mal parqueo, el ruido, el consumo de alucinógenos y las ventas ambulantes. Esto es lo peor que le pasó a El Ingenio”.