Se trata de los árboles que gozan de reconocimiento popular, poseen gran altura y diámetro, son poco comunes en el medio y tienen una edad superior a los sesenta años.
Si el samán que lleva treinta años cobijando la Plazoleta del Correo se hubiera traslado el 6 de noviembre, como estaba previsto, para que continuaran las obras de remodelación del sitio, probablemente hubiera muerto.
Lo dice Ana Carolina Castro, líder del Grupo de Arborización y Zonas Verdes del Dagma, la misma entidad que en mayo de este año concedió el permiso para la relocalización y que al inicio de la semana pasada reversó la decisión, tras el rechazo de un sinnúmero de caleños y por considerar que el samán es un árbol notable de la ciudad.
De acuerdo con el Plan de Ordenamiento Territorial, los árboles notables son aquellos que gozan de reconocimiento popular, poseen gran altura y diámetro, son poco comunes en el medio y tienen una edad superior a los sesenta años.
Castro dice que en la ciudad no hay una estadística que indique el número de árboles notables, su ubicación o estado actual. Sin embargo, registros históricos del Dagma señalan que en Cali hay 209 árboles notables, entre los que se cuentan las palmas africanas del Club Noel y de la Avenida Roosevelt, los cauchos de la India de la Calle 34 entre las carreras 2N y 4N, los algarrobos de la Base Aérea, los samanes de la Autopista Sur Oriental, la Avenida Sexta, la Calle 5 y la Avenida Guadalupe entre Calles 1 y 5, entre otras especies.
El Dagma, según los lineamientos del POT, debe actualizar el listado de árboles notables para conocer su diagnóstico y cuáles deben ser los tratamientos a aplicar para mantenerlos en buen estado. La misión está en marcha, dice la funcionaria del Dagma.
El 19 de noviembre vamos a instalar la mesa de trabajo con ambientalistas, las secretarías de Cultura, Infraestructura, Planeación y el Consejo Municipal de Patrimonio para determinar qué especies se conocerán como notables. La idea es que la comunidad también aporte propuestas de árboles que puedan ser considerados como notables, para evaluarlos técnica y patrimonialmente. Esto, junto a los resultados del Censo Arbóreo, nos ayudará a consolidar el listado de estos árboles, apuntó Castro, quien añadió que hoy el único beneficio que tienen estos individuos es la vigilancia ante talas no autorizadas.
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Estos árboles, según la normatividad actual, gozan de especial protección por parte de las autoridades ambientales y, por ende, no pueden ser talados o mutilados y, en caso de ser intervenidos para el desarrollo de un proyecto vial o por sus condiciones de salud, primero debe considerarse su trasplante o la compensación de su valor ambiental. De hecho, la tala de un árbol considerado notable tiene una multa mínima de $ 50 millones.
El samán de la Plazoleta del Correo corrió con suerte, pues según el Dagma, en el último año seis individuos de esa especie ubicados en la Autopista Suroriental tuvieron que ser talados después de ser atacados por plagas de palomilla y cochinilla.
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De acuerdo con Henry Trujillo, coordinador del Grupo Forestal de la CVC, los árboles notables de la ciudad están expuestos a una matriz dura (andenes, vías, casas y redes) y se han desarrollado con limitantes que, en ciertos casos, les impiden cumplir sus funciones ecológicas y culturales. Además, son susceptibles a adquirir enfermedades por hongos, bacterias e insectos.
La directora del Jardín Botánico de Cali, Gloria Arboleda, manifestó su preocupación por el estado de algunos árboles que muestran deterioro, como la ceiba que bifurca las avenidas Circunvalar y Belalcázar, en el Oeste; la ceiba del separador vial frente al CAM y la que está en San Fernando, diagonal a Carulla, que es el árbol más antiguo de Cali, porque tiene más de 480 años. Esta clase de árboles deben ser preservados y ahora les hace falta una mayor intervención, porque son hitos dentro de la ciudad y se han vuelto elementos arquitectónicos.
Kathy Osorio, del colectivo Ciudad Verde, señaló que los árboles notables de la ciudad, además de ser un pulmón muy importante, son valiosísimos para la memoria del patrimonio vegetal de Cali. Lo que pasa es que aquí la gente desconoce cuál es su historia, el aporte ambiental que brindan o, por lo menos, cuáles son las diferencias entre un guayacán y una ceiba; esto hace evidente que hacen falta programas de educación que le enseñen al vecino de un samán de más de 100 años que debe cuidarlo.
En eso coincide el ambientalista Fernando Duque, quien asegura que el hecho de que no exista un censo actualizado dificulta que estos árboles tengan el cuidado y mantenimiento diferenciado que requieren, si se considera que la mayoría tiene más de cien años y un gran número está ubicado en sitios como andenes, lejos del alcance de fuentes de agua.
Duque insistió en que hace falta diseñar políticas de protección en torno a estos ejemplares, dado que varios de los árboles notables de la ciudad han sido talados, porque nadie dio cuenta de que existían. Hace siete años, en Floralia talaron una ceiba bruja única en la ciudad y nadie hizo nada para impedirlo. Lo mismo pasó con el primer árbol de mango que llegó a la ciudad y estaba en la Avenida Sexta con Calle 16 Norte, que tenía un reconocimiento histórico y, de un momento a otro, desapareció.