Cali tiene diez ecoparques que cubren 16,81 hectáreas dentro de la ciudad, una superficie cinco veces mayor a la que tiene el Central Park de Nueva York. Pese a ello, comparados con el parque de la Gran Manzana, estos oasis verdes de la capital del Valle se debaten entre el abandono y los intentos por no dejarlos perecer.
Actos de brujería, invasiones, explotación minera, vandalismo, inseguridad, contaminación de basuras, incendios forestales, accesos imposibles, son tan solo una lista corta de los males que los impactan, pero que contrastan con su belleza natural.
Las lagunas de Charco Azul y El Pondaje son prueba de ello. Se trata de unos de los pocos lugares del país donde llegan, cada año, parvadas de patos canadienses, pero este espectáculo se enfrenta con el hedor de sus aguas y la suciedad de los alrededores.
Algo similar sucede con el Ecoparque de Pízamos, un jardín de tres hectáreas escondido en el corazón de Aguablanca, el espacio verde más grande del Oriente, pero al alzar la mirada el ojo se estrella con una muralla de casas que quieren devorárselo. En sus límites tres cambuches anuncian a los invasores.
Según el Dagma, los 10 ecoparques de Cali tienen guardapar- ques que los protegen durante los 7 días de la semana.
“Sí se invierten recursos”
Pese a los reparos y los males que los aquejan, desde la CVC y el Dagma, afirman que durante los últimos cuatro años se invirtieron en estos ecoparques $6500 millones de la sobretasa ambiental que pagan los caleños. Se espera que el 20 de diciembre sean entregadas las obras en La Bandera, Bataclán y Pízamos.
“Se priorizaron estas zonas verdes para construir una estructura básica. En Bataclán y La Bandera se mejoran los senderos. Estos espacios fueron declarados como ecoparques, pero dentro de ellos hay predios privados, por lo que las obras que se realizan allí solo se pueden hacer en lo que pertenece al Municipio”, explica Sonia Collazos, coordinadora de proyectos con sobretasa ambiental para Cali y funcionaria de la CVC.
Dice Collazos que en el caso de Bataclán se mejora el sendero para los deportistas, el cual tiene 800 metros de longitud. “Estaban incluidas unas casetas para ventas ambulantes, pero en ese sector hay un problema con un señor que tiene una casa allá y hasta que no se aclare esa situación no se puede construir todo el proyecto”.
En el cerro de La Bandera se edifica una obra similar que cubre el 20% del área declarada como ecoparque, un sendero de 1200 metros, “pero todavía hay predios privados donde no se pueden invertir dineros”.
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La arquitecta Collazos explica que en el ecoparque de Pízamos se construyen también senderos, un kiosko ambiental y baños. “Se tiene planteada una segunda fase donde se edifiquen plazoletas, baños, miradores, casetas. Pero esto hay que concertarlo con el Dagma”.
A su vez Mónica Londoño, líder del Grupo de Conservación de Ecosistemas del Dagma, manifiesta que los ecoparques no son solo espacios de conservación y protección ambiental sino que también permiten frenar la presión que ejerce la ciudad contra los Farallones, dado que “son zonas verdes productoras de oxígeno, agua y servicios ambientales. En ellos tenemos problemas grandes de seguridad no contra la gente, sino de vandalismo frente a lo que se construye”.
Tal es el caso del ecoparque Pízamos, del cual Londoño asegura es el más bonito de Cali. “Estamos intentando hacerle un cerramiento, tiene un programa de agricultura urbana donde trabaja la comunidad del sector”.
Revela que a excepción de los ecoparques Aguas de Navarro y del Aguacatal (en este último falta por definir linderos por parte de Minambiente), durante la Alcaldía que culmina se dejaron estas zonas verdes con una infraestructura para recibir visitantes.
“En Aguas de Navarro, nuestro principal proyecto, a futuro, es la recuperación de los humedales; después de eso tendrá acceso al público, lo que pasa es que algunos de esos predios desde hace muchos años están alquilados a ingenios, entonces hay que ir recuperándolos. En este momento hay un área grande con un espejo de agua que esperamos habilitar, pero actualmente no hay condiciones para atender a la comunidad”.
Si desea realizar una visita grupal a alguno de los ecoparques de Cali, debe enviar una carta al Dagma haciendo una solicitud y se le dará un recorrido guiado.
“Los están dejando acabar”
Para Jair Llanos, veedor ambiental de la Comuna 2, en general, los ecoparques de Cali están en el abandono. “Y además no hay claridad de la pertenencia de algunos predios dentro de ellos. Planeación Municipal dice una cosa, el Plan de Ordenamiento Territorial, POT, dice otra y el Dagma tiene también tiene su versión”.
Denuncia que en el ecoparque de Bataclán realizan campeonatos de motociclismo. “Y en el verano permiten las quemas; esos ecoparques, en especial los que quedan en los cerros, deberían estar cuidados por las autoridades ambientales pero los están dejando acabar”.
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Por su parte, Alberto Ramos Garbiras, exprocurador ambiental del Valle, sostiene que estos ecoparques requieren de una inversión adecuada.
“Por ejemplo, el ecoparque de la laguna de El Pondaje no tiene una compensación para equilibrar la vida urbana, permiten invasiones, arrojan escombros en él, la basura ronda el espejo de agua. Si no le ponen atención a estos recursos Cali se volverá insoportable, la temperatura aumentará más en el verano y en la temporada de lluvias estas zonas no tendrán capacidad de retención de agua y se presentarán inundaciones, como ya sucede. No solo se trata de espacios bonitos para que visiten los caleños, sino también de la supervivencia ambiental de la ciudad”.
El ecoparque de los diputados
El Ecoparque de La Vida, ubicado en la Comuna 1, tiene 8 hectáreas, lo administra la CVC y se conecta con el Jardín Botánico. Fue inaugurado como un homenaje a los 11 diputados secuestrados por las Farc, y en sus muros hay placas de vidrio que llevan impreso el retrato de las víctimas. Sin embargo, vecinos de la zona denuncian que las placas de los diputados están reventadas y no han sido reemplazadas.
Las actividades que no están permitidas en los ecoparques, según el Dagma, son: caza, tala de árboles, extracción forestal y de fauna, arrojar residuos sólidos, fumar, escuchar música en alto volumen, ingerir bebidas alcohólicas, portar armas, dañar los senderos o infraestructura, hacer fogatas o quemas y realizar construcciones.