Era jueves, muy temprano, a eso de las 7:00 de la mañana. En la Plaza de Cayzedo de Cali estaban el Secretario (e) de Seguridad, Jimmy Dranguet; la Secretaria de Bienestar Social, María Fernanda Penilla; el subsecretario de Patrimonio, Leonardo Medina; la directora del Dagma, Francy Restrepo.

En los alrededores, la Policía había ubicado vallas para impedir el acceso de los ciudadanos. La plaza estará cerrada durante los próximos seis meses y por eso los funcionarios de la Alcaldía se habían reunido allí para hacer el anuncio a los medios.

— Y aún estando nosotros, las autoridades de Cali, tres personas ingresaron para orinar en las palmas. Eso muestra el estado en el que se encuentra este sitio icónico, y lo que hay en el fondo: falta de cultura ciudadana, civismo, sentido de pertenencia. En las palmas abren huecos para esconder droga. Y notamos que al monumento de Joaquín de Cayzedo y Cuero lo han golpeado con cincel, tal vez para extraer las piezas de bronce. La Plaza de Cayzcedo está muy deteriorada y por eso se decidió cerrarla para adelantar un plan choque de recuperación –decía Francy Restrepo, directora del Dagma.

Según datos de la Alcaldía, en el plan para recuperar la plaza de Cayzedo se invertirán $290 millones. La aseguradora todavía está pendiente de evaluar el costo de reparar las fuentes, cuyas maquinarias fueron robadas.

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Es miércoles, en la mañana. A las 8:25 a.m. la plaza de Cayzedo es una donde no hay cómo sentarse. Las bancas están ocupadas por habitantes de calle que a esa hora aún duermen a pierna suelta, uno en cada banca.
Un censo de la Secretaría de Bienestar Social dice que son 17 los habitantes de calle que viven en la plaza, o que van y vienen durante el día.

Si alguien encontrara un sitio para sentarse tampoco podría permanecer por mucho tiempo. La plaza debe ser el baño público más grande de Cali. A las 8:52, un joven que lleva puesto un buzo de arquero no le ve problema a desabrochar su jean y orinar sobre una de las palmas zanconas, y nadie dice nada. Ni siquiera la Policía.


En teoría está prohibido: realizar necesidades fisiológicas en el espacio público es sancionado con una multa tipo 4, según el Código de Policía; 32 salarios mínimos diarios vigentes, algo así como un millón de pesos.

"Nos vamos a encargar de la seguridad de la Plaza, junto a la Policía. También haremos un trabajo de control de los vendedores ambulantes. Hay 43 ventas informales que se organizarán alrededor de la plaza", Jimmy Dranguet
Secretario (e) de Seguridad.

Huele a orines, entonces. También a excrementos. Sí, hay quien defeca en la plaza. A veces todo se mezcla: orines, mierda, marihuana, pan, tinto, basura. El olor es tan fuerte que hace toser. Lo mejor es caminar rápido.

En el camino hay bolsas de papitas fritas en el piso, así como vasos de tinto, envases de gaseosa, cáscaras de naranja, desechables de almuerzos, botellas, adoquines destruidos y arrumados en una esquina.
Las fuentes de agua no funcionan. También se ve saliva. Cali es una ciudad que escupe sobre su plaza más icónica.


—Nosotros ubicamos a una persona de manera permanente para que barra la plaza, pero el círculo nunca termina: limpiamos, limpiamos, limpiamos y se ensucia, se ensucia, se ensucia. Siempre lo he dicho: la ciudad más limpia no es donde más se barra sino donde menos se ensucie. Algunos comerciantes sacan su basura hasta la plaza, lo que está prohibido. Deben ponerla en su anden. Los habitantes de calle y recicladores abren esas bolsas, sacan los que necesitan y riegan lo demás. Aunque hay canecas, no se usan para lo que son, para que los transeúntes boten allí su basura, sino que se vuelven sitios de acopio donde los negocios sacan sus bolsas. Hay un uso inadecuado de la Plaza de Cayzedo –dice Catherine Arteaga, de Ciudad Limpia, la empresa que se encarga de asear la plaza.

Al día recogen 90 kilos de residuos, sobre todo papel que podría ser recuperable: volantes de empresas que ofrecen préstamos por libranza para pensionados, promociones de restaurantes, los servicios de un brujo, servicios sexuales ( las meretrices llegan a la Plaza a eso de las 9:30 a.m.) o carteles que si no entregan en las esquinas los clavan en las palmas.

— Cuando se le introduce un clavo al tallo, lo más probable es que se le introduzca también una enfermedad que termine matando a la planta –dice Julián David Perdomo, el coordinador del área de compensaciones del Dagma.

Las palmas de la Plaza están amenazadas por una plaga: el cucarrón picudo. Entra al cogollo y se lo come. La palma termina muriendo, porque pierde las células para desarrollar nuevas hojas. Según un censo del Dagma, en la Plaza hay “124 individuos arbóreos”, entre palmas zanconas (alcanzan los 35 metros) acacias rojas, aceitunos. Las palmas enfermas, alrededor de 30, ya fueron taladas y en su lugar el Dagma sembró nuevas de la misma especie. De ellas depende la alimentación de las loras que migran a eso de las 5:00 de la tarde.

Infraestructura se encargará de la reparación de los adoquines. Se busca también hacer alianzas con los comerciantes de los alrededores para apadrinar la plaza. Además, ofrecer programación cultural para cambiar su uso.

Fernando Penilla es cantante de rancheras. Todas las mañanas acostumbra a ir a la Plaza. Él, que nació en Bucaramanga y canta en el MÍO, dice que detrás de los problemas de este sitio que se promociona en las postales turísticas está la falta de amor propio que se ha venido apoderando de los caleños en los últimos años.

—Yo tengo esa mirada del que viene de afuera, y siento que Cali es una ciudad muy sanguinaria consigo misma –dice Fernando, antes de cantar a capela una ranchera.

Carlos Giraldo, un líder cívico que ha venido defendiendo los monumentos de la ciudad, sobre todo el de Jorge Isaacs y el de Sebastián de Belalcázar después de que fuera derribado en los días del paro nacional, dice que Cali es una ciudad anarquizada, donde todo el mundo hace lo que quiere, desde meterse en contravía por cualquier parte hasta tirarle piedras al MÍO o orinar y escupir sobre la plaza, y lo que sucede allí es un espejo de ese caos emocional en el que se encuentra la sociedad.

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También, sospecha, obedece al desconocimiento de la historia. Ya se ha dicho: no se cuida lo que no se conoce.

En la génesis de Cali, la Plaza de Cayzedo era conocida como la Plaza Mayor. En 1813 se le llamó Plaza de la Constitución y un siglo después se le puso el nombre actual. Ya en ese entonces era el sitio donde se programaban los grandes eventos, punto de encuentro de los primeros habitantes. También era usada como mercado.

En 1898 se acondicionó como parque. En el quiosco se presentaba la banda municipal y todo estaba encerrado con una reja ornamental.
Hasta 1936 cuando fue de nuevo plaza pública que conserva la efigie y memoria de un caleño: José de Cayzedo y Cuero, además de sus soldados: Juan Mata Rivera, Juan Tabares, Alejo Rayo, Luis López, Manuel Lazo, Bernardo Prado, Raimundo Redondo, Joaquín Cuéllar, Joaquín Esquer, Manuel Herrera, Vicente Mejía, José María Jaramillo y Narciso Lizcano.

En la placa del monumento de la plaza los llaman ‘protomártires de la independencia colombiana, fusilados en Santander de Pasto el 26 de enero de 1813’. Cayzedo y Cuero, cuando era Alférez Real, lideró la Junta extraordinaria de Santiago de Cali en 1810 que buscaba la autonomía para la ciudad del gobierno español.

Esta semana la plaza fue cerrada como hace un siglo, buscando recuperarla pero también un doliente que la cuide una vez se abra: cada caleño.