POR: EDUARDO BONCES, DIRECTOR DE LA OPERACIÓN DIGITAL DE EL PAÍS
La Avenida Cuarta norte, desde la calle 34 hasta la 44, era un solo río, los vehículos que estaban en ese tramo se llenaron de agua. La situación no era más alentadora por la 2 b norte, un camión que transportaba gaseosas tuvo que parar, un video grabó como el conductor y su ayudante nadaban cerca al vehículo. Más adelante, en el puente de la sexta, al frente de Chipichape, los vecinos vieron como se hizo una inmensa piscina. Lo impactante, es que esa descripción se puede hacer para el aguacero que se vivió el pasado 15 de mayo o para el que se vivió hace 25 años.
Barrios como Sameco, La Campiña, Calima, y Prados se inundaron, dejando a su paso millonarias pérdidas. Las personas que viven en el Norte de la capital del Valle del Cauca denuncian que perdieron sus capitales y que, pese a que las áreas comunes de sus unidades estaban aseguradas, hay elementos que los seguros no van a pagar, ni tampoco se van a poder recuperar.
LOS ROSTROS DE LA TRAGEDIA
La inundación se convirtió en tragedia para muchas de las personas que viven en el norte de la ciudad. Las propiedades terminaron con los sótanos llenos de agua, con carros completamente sumergidos y pérdidas millonarias. Una administradora de una unidad del sector calcula que el daño del área común asciende, entre infraestructura y equipos, a los $600 millones.
“subestación eléctrica, planta de emergencia, ascensores, sistema de bombeo, red contra incendios, que normalmente son los equipos que se encuentran en los niveles más bajos en las copropiedades, terminaron dañados y avaluados como pérdida total”, dice una vecina del sector que prefirió no identificarse.
Agrega, que hoy día la copropiedad no tiene energía ni agua. “Tenemos un sistema provisional que llamamos bypass para poder suministrar el agua a algunos apartamentos, la gente ha tenido que evacuar el edificio. Los adultos mayores, los niños, los vecinos en general, han tenido que trasladarse porque no tienen cómo vivir dentro de la copropiedad, el agua ni siquiera es suficiente para alimentar las unidades privadas”.
Liliana Cruz es otra de las afectadas, vive en el piso séptimo de una unidad del sector y cuando supo que el sótano estaba sumergido quiso verlo con sus propios ojos, “un residente me dijo: ‘no vayas que ya tu carro se lo tragó el agua. Si bajas tú puede ser peor’. Que impotencia, me quería morir. Ese es mi medio de trabajo, un carro antiguo Sprint, modelo 93, mecánico, me di cuenta de que perdí mi sustento”.
La inundación ha sacado a flote casos dramáticos. “Un médico tenía su morral en el carro, ¿para qué bajarlo si al otro día iba a ir a trabajar en el mismo carro?, él cargaba un computador en el que tenía una investigación, y unos instrumentos quirúrgicos, cuando logramos sacar el carro, lo abrimos y lo que había dentro de ese maletín ya no servía, era pérdida total, pero nadie le va a responder”, dijo otra residente.
Los vecinos de uno de los edificios tuvieron que usar motobombas industriales para evacuar el agua, y demoraron más de una semana en ese proceso. Pese a que reconocen que la secretaría de Gestión de Riesgo de Cali ha ayudado con maquinaria amarilla a descongestionar los sótanos inundados y los lugares invadidos por el barro sostienen que hacen falta ayudas de otro tipo “hay muchos que piensan que porque vivimos en una zona Estrato Cinco entonces no necesitamos reubicación y tampoco alguna ayuda económica”, dice uno de los afectados.
Un vecino agrega, “nadie ha hablado con nosotros para una reparación, ellos dieron apoyo para la remoción de escombros, para sacar el agua, para extraer el lodo. En términos económicos, ellos no han hablado con ningún residente para reparaciones de ningún tipo”, dijo una de las habitantes del sector.
Diplomas, sofás, lámparas, artículos de Navidad, juguetes, recuerdos valiosos, “todo quedó sepultado en el lodo y eso no se puede limpiar, es agua sucia”, dijo otro de los habitantes del sector.
Otro residente del norte de Cali aseguró que, en principio, tras la emergencia, se refugió en los apartamentos de sus amigos, “yo tengo una niña de 6 años, nuestros amigos los primeros días nos apoyaron, nos dejaron quedar en su casa; pero luego tomamos la decisión de arrendar un AirB&B, además recibí una donación del equipo de compañeros con los que trabajo y con eso pude pagar el hospedaje, porque si no, tendría que regresar a la casa sin luz, con cortes constantes en el servicio de agua y sin el servicio de gas”.
Los afectados dicen que confían que en el futuro se hagan las obras que permitan que la situación no se vuelva a presentar “entendemos que la densificación de la zona de Menga, los incendios, la erosión, y el fenómeno de las cañerías viejas fueron los factores que desencadenaron este resultado, pero esperamos que las autoridades hagan pronto esas obras para que una zona tan importante de Cali no vuelva a sufrir así”.
Cada vez que el cielo se vuelve gris, las personas que viven sobre la carrera Cuarta temen que vuelva a presentarse un fenómeno de la magnitud del último, “uno pierde lo que tiene una vez, pero que vuelva a pasar ya sería catastrófico. Nosotros podemos poner un muro o inventarnos algo, pero si eso vuelve a pasar, yo no sabría qué hacer”, agregó.
HABLAN LAS AUTORIDADES
La Federación de Aseguradores de Colombia (Fasecolda) aún no tiene un consolidado de a cuánto ascienden las pérdidas, ni tampoco el monto que tendrán que desembolsar por el desastre. Sin embargo, el cálculo parece millonario.
Desde EMCALI, el gerente de Aguas, Mauricio Jiménez, afirma que hoy la ciudad sigue viviendo la misma situación que hace 25 años porque creció de forma acelerada, “en el caso del Barrio el Bosque las tapias traseras de las casas se transformaron en un canal, es un caso que pasa en toda Colombia”.
Según el funcionario desde la institución, “hemos identificado de manera preliminar que se tienen que adelantar obras por cerca de $10.000 millones en la ciudad y seguir los mantenimientos que teníamos planeados para que las crecientes puedan transitar”.
Jiménez defiende el trabajo de la entidad, “salimos a responder más allá de nuestra funcionalidad, drenando sótanos, sacando barro de las casas, sacando vehículos. Toda la capacidad, que teníamos disponible, la volcamos a atender la emergencia. Como resultado sacamos 400 volquetas de lodo, palos y demás”.
Sin embargo, hoy aún hay personas que lloran la pérdida de su capital, familias que no pueden vivir en sus casas, y apartamentos vacíos iluminados apenas con la leve luz de una vela.