Humberto Urrego llega al comedor comunitario de ‘mamá Lucy’ con pasos lentos, sostenido por un bastón. Su camisa beige manga corta delata una caminata larga bajo el sol del mediodía: está empapada de sudor en la espalda.

Vengo a pie desde donde vivo, en el barrio Cristóbal Colón. Me demoro entre 30 y 45 minutos – dice mientras se sienta en la mesa. Sus manos tiemblan levemente.

Enseguida, de su morral saca los recipientes donde ‘mamá Lucy’ le empaca arroz blanco, sudado de pollo con papa, ensalada, tajadas, sopa, aguapanela. Humberto guarda todo en su morral y emprende la caminata de regreso, así le duelan las rodillas. Son las 11:00 a.m. del miércoles 8 de enero de 2025.

Panorama del hambre en Cali. En la ciudad, más de 800 mil personas se acuestan sin comer tres veces al día. Comedores comunitarios son imprescindibles para esta población. Foto Jorge Orozco / El País 8 de enero de 2025 | Foto: El País

Este es mi desayuno, mi almuerzo y mi comida. Uso el comedor comunitario por motivos económicos. A esta edad, 79 años, nadie me da trabajo. Soy cerrajero. Vivo del subsidio de $80 mil pesos que da el gobierno, y lo que me puede dar mi hijo – cuenta Humberto en un tono de voz bajo, como si no quisiera que lo escucharan, después de pagar $3.000 por su comida. Un corrientazo de $12.000, el almuerzo más barato que se puede encontrar en los alrededores, es un ‘lujo’ que no se puede dar.

‘Mamá Lucy’ le recuerda que esta vez le prestó una coca para la sopa, “porque la que trajo no le cierra la tapa y se le riega”, y uno empieza a entender por qué la llaman así, “mamá”, o “Má”. Su nombre completo es Lucy Uribe Carrillo. Humberto le agradece con un gesto con la mano.

La mayoría de quienes vienen a mi comedor comunitario son adultos mayores. Es la población de más de cuidado. Hay abuelos que están solos, o enfermos, no tienen pensión y tampoco empleo. Esta mañana despaché una tanda de 30 almuerzos. Los entregué a domicilio, porque son abuelos que no pueden venir – dice Lucy, que madruga a las 4:00 de la mañana para estar en el comedor comunitario ubicado en el barrio Boyacá, muy cerca de la galería Santa Elena, a las 5:30 a.m.

Lo que pasa es que muchas personas ‘empatan’ el desayuno con el almuerzo y comienzan a llegar por la comida a eso de las 10:30 a.m, entonces tengo que madrugar – se explica Lucy. Jamás se quita su tapabocas y el delantal con el logo de la Alcaldía de Cali.

No todos, sin embargo, llegan al comedor de ‘mamá Lucy’ por motivos económicos. Detrás del hambre también está la soledad de los adultos mayores. En el comedor encuentran compañía. Foto Jorge Orozco / El País 8 de enero de 2025 | Foto: El País

El suyo es uno de los 762 comedores comunitarios que tienen el apoyo de la Secretaría de Bienestar Social, entidad que distribuye cada diez días un mercado. El comedor de ‘mamá Lucy’ consta de 46 kilos de pollo, 36 libras de cerdo, fríjol, lenteja, arveja, arroz, espaguetis, azúcar, panela, frutas, verduras.

Es un gran respaldo el que nos da la Alcaldía de Cali para los comedores comunitarios y, a diferencia de años anteriores, en este 2025 el apoyo empezó desde enero. Estamos solicitando que nos bajen el estrato para el pago de los servicios públicos, o que los comedores comunitarios estén exentos de ese cobro. Y que a las gestoras de los comedores nos den un auxilio, porque nuestro trabajo es voluntario. A veces, de mi bolsillo, compro lo que se me acaba en la cocina – dice Lucy al tiempo que pica cilantro porque “una sopa sin cilantro no es sopa”.

Casi siempre ella se queda sin su almuerzo. Prefiere dar el suyo a quien lo necesite. Por eso no entiende por qué no logra lo que le piden los médicos, si casi no come, quizá una lata de atún que le trae alguno de sus tres hijos cuando acaba su jornada: bajar de peso. Lucy tiene problemas de la presión arterial.

Según las estadísticas del Banco de Alimentos de la Arquidiócesis, en Cali 820 mil personas padecen el silencioso drama del hambre. Su director, el padre Joaquín Alberto Gómez, advierte sin embargo que son estadísticas que aún no incluyen los datos de 2024, por lo que se presume que las cifras son mayores.

Lucy Uribe llega al comedor a las 5:30 de la mañana para preparar los alimentos. Sus comensales empiezan a llegar a las 10:30 a.m. Foto Jorge Orozco / El País 8 de enero de 2025 | Foto: El País

Clara Inés Torres, Subsecretaria de Poblaciones y Etnias de la Secretaría de Bienestar Social, asegura que cada día los comedores comunitarios alimentan a 80 mil personas.

En 2025 la meta es lograr llegar a 100 mil raciones diarias de comida, aunque no es lo único. La lucha contra el hambre en Cali es una prioridad y debe ser integral, con apoyo psicosocial para las comunidades y la recuperación nutricional de los niños –dice Clara Inés.

El hambre es de todos los días, así que no puedo parar. En cinco años he cerrado solo dos días. Fue hace unas semanas porque me enfermé de las rodillas, no podía caminar. Cuando abrí otra vez muchos se me acercaron preocupados porque pensaban que el comedor ya no estaba. Pero aquí seguimos. Si no vengo, me enfermo. Los fines de semana no contamos con los apoyos, entonces, con recursos propios, preparo los almuerzos, por lo que debo incrementarles el precio un poquito: $4000 el sábado, $5.000 el domingo. Son platos especiales. El pasado domingo les hice sancocho de costilla, y usted viera la felicidad – dice Lucy, que aprendió a cocinar viendo a su mamá.

Todos los días el Banco de Alimentos de Cali distribuye en promedio 14 toneladas de comida. | Foto: El País

Ella es egresada del Sena y tiene un emprendimiento personal de comidas tradicionales y antipastos que se encuentra en Instagram como Tierradentro Gastronomía.

Era tanta la necesidad que vio en el barrio Boyacá, donde pululan vendedores ambulantes, recicladores de la galería Santa Elena, habitantes de calle, migrantes venezolanos, los adultos mayores, que Lucy decidió abrir primero una olla comunitaria.

En la pandemia del Covid – 19, y después, el hambre fue mayor, así que abrió el comedor en la sede de la Junta de Acción Comunal del barrio. Ella, cómo no, es también la presidenta de la JAC.

El hambre sube día a día en Cali. No solo el habitante de calle tiene hambre. También el niño, la madre soltera. Hay una canción de El Heredero que me gusta mucho porque traduce lo que está pasando. La canción se llama ‘Marta’ y dice así: Son las cuatro y treinta, suena el reloj; Marta se levanta en su humilde pensión; contempla su cama con amor, porque su pequeño duerme en el rincón; lleva varias noches sin dormir muy bien; le falta el dinero, está duro chambear; dos meses de renta, ya son casi tres. Es madre soltera y no puede pagar. El gran problema del hambre es el desempleo. Mucha gente se está quedando sin trabajo y vive al día – comenta el padre Joaquín Gómez, director del Banco de Alimentos.

Según el Observatorio de Nutrición Infantil, los hijos de madres solteras están en mayor riesgo de padecer deficiencias alimentarias, o en otras palabras, hambre. En el Valle del Cauca, 1393 niños están diagnosticados con desnutrición aguda; en 2024, nueve murieron por esa causa. El 55% de la población en el departamento, dos millones y medio de personas, presentan “consumo deficiente de alimentos”; tienen hambre.

El comedor de Mamá Lucy está ubicado en el barrio Boyacá, muy cerca de la galería Santa Elena, en la sede de la JAC del barrio. Foto Jorge Orozco / El País 8 de enero de 2025 | Foto: El País

Lucy recuerda que por el comedor pasan madres venezolanas con 4 hijos a su alrededor y además, embarazadas. Si pagan el arriendo, no les queda para comer. Cali además es una ciudad de personas que viven del rebusque, por lo que su única alternativa para comer en días de precios altos de los alimentos son los comedores comunitarios.

Al comedor de ‘mamá Lucy’ llega Freddy Alexander Londoño, un vendedor ambulante de bolsas para la basura. Después de recorrer la ciudad a pie, se gana en promedio $20 mil pesos, casi lo que cuesta un ‘corrientazo’. Donde ‘Mamá Lucy’ paga $3.000 por el almuerzo y se despide con un chiste flojo.

Indio con hambre no trabaja y lleno, sí que menos.

Carlos Rebelón es taxista. Al día, descontando la entrega al propietario del carro, se gana por estos días $30 mil pesos en una jornada de trabajo que se extiende hasta las 5:30 de la tarde. En las noches no puede conducir debido a problemas en la vista. Con $30 mil al día no podría comprar un almuerzo en un restaurante.

Panorama del hambre en Cali. En la ciudad, más de 800 mil personas se acuestan sin comer tres veces al día. Comedores comunitarios son imprescindibles para esta población. Foto Jorge Orozco / El País 8 de enero de 2025 | Foto: El País

Las piratería en el transporte nos ha golpeado mucho a los taxistas – dice mientras ‘mamá Lucy’ le alista su almuerzo.

Lo mismo ocurre con Jaime Gabriel Bastidas, zapatero. “Las ventas están muy suaves”, cuenta, por eso debe acudir al comedor comunitario.

Una historia similar es la que narra Jorge Enrique Mafla, reciclador – a sus 69 llegó al comedor pedaleando su triciclo – aunque este mediodía ríe a carcajadas. Dice que está “asaltando al arte, pero con mucho empeño y amor”. Le ofrecieron estucar una casa y él dijo sí, así no tuviera idea de hacerlo. Sus manos están salpicadas de pintura.

No todos, sin embargo, llegan al comedor de ‘mamá Lucy’ por motivos económicos. Detrás del hambre también está la soledad de los adultos mayores. José Orrego arregla ropa en el barrio Boyacá. A los 78 años, no tiene esposa, ni hijos. Vive solo. En el comedor encuentra compañía, alguien con quién conversar. ‘Mamá Lucy’ es mucho más que la cocinera más querida de la Comuna 11. Es también psicóloga, amiga, hermana y como la llaman, madre. Para el fin de semana tiene una venta de ajiacos en el barrio para, con los recursos que gane, pagarle el alquiler de un cuarto y los servicios públicos a un abuelo que lo quieren sacar de donde vive.

En el comedor la comida se empieza a servir a partir de las 10:30 de la mañana. Muchos empatan desayuno y almuerzo con una sola comida. Foto Jorge Orozco / El País 8 de enero de 2025 | Foto: El País

Cuando murió Wilmer, un habitante de calle que asistía a su comedor, ella hizo una colecta de dos millones de pesos para el sepelio. ‘Mamá Lucy’ lo recuerda y se le escurre una lágrima.

A Wilmer lo quise como un hijo. Yo no iba a permitir que lo enterraran en una fosa como NN. Está en el cementerio de Siloé.

A las gestoras de los comedores comunitarios, la Secretaría de Bienestar Social de la Alcaldía les ofrece capacitaciones con psicólogos y otros especialistas para que a su vez sean soporte de la comunidad. La lucha contra el hambre debe ir más allá de entregar comida.

‘Mamá Lucy’ lidera una red de mujeres emprendedoras. Con los retazos de telas que donan en el comedor, hacen trapos que venden en los talleres de mecánica.

Padre Joaquín Alberto Gómez Rendón, director del Banco de Alimentos de Cali. | Foto: El País

El sueño de ‘Mamá Lucy’ es tener una granja para que el comedor comunitario sea sostenible y que quienes no tienen techo en Cali, vivan en ella. También anhela ser la propietaria de un hostal con una buseta en la que lleve a los turistas a los sitios emblemáticos de Cali después de disfrutar sus recetas vallecaucanas.

Aunque su mayor alegría es justo lo que pasa ahora: los platos de su comedor comunitario quedan vacíos. Nadie deja un solo arroz.

Es mi mejor premio, pero la lucha contra el hambre es de todos los días.