Dominar el inglés no fue sencillo para ella. En las noches, llegaba a su casa con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta porque luego de una hora sentada en clase no había entendido nada. Sin embargo, lo que podía ser una frustración limitante terminó siendo un reto, pues, decidida en lograr comprenderlo todo, anotaba las páginas del libro que estaban analizando para, por su propia cuenta, leer y detenerse a traducir hasta aprender. Un esfuerzo que reflejaba lo enfocada que estaba en lo que quería hacer.
Así de perseverante ha sido siempre Nidia Constanza Gallego Ropero, la científica caleña de la que Colombia empezó a conocer tras producir el material que protege el combustible de Perseverance, el robot de la NASA enviado a Marte con el propósito de encontrar señales de vida pasada y esclarecer misterios alrededor del planeta rojo.
Su tenacidad incansable es la que la tiene trabajando desde hace 21 años para el Oak Ridge National Laboratory del Departamento de Energía de los Estados Unidos en Tennessee, donde fue contratada justo después de culminar su maestría y doctorado en Ingeniería de Materiales en la Universidad de Clemson, Carolina del Sur .
En el laboratorio, donde fabrican materiales para diferentes misiones de la NASA, el trabajo de esta mujer de 49 años ha estado orientado hacia la caracterización y producción de materiales de carbono, siendo la jefe del grupo de investigación de esta área durante tres años. Pero fue hace 4 cuando le ofrecieron la oportunidad de tomar las riendas de quizás la tarea con mayor repercusión de su carrera. La misión Marte 2020 necesitaba de un “corazón” para su robot y Nidia lideró al equipo de investigadores que construyó esta pieza específica.
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Gracias a su labor, la cual califica como la pequeña parte de un todo más grande, el vehículo explorador tendrá la energía suficiente para recorrer suelo marciano durante el tiempo estipulado por la NASA: unos 687 días terrestres.
“A veces haces algo pequeño, pero tiene un impacto gigante. Nosotros nos encargamos de producir la batería, la fuente de poder. Ninguna tarea es más importante que la otra. Desde los que diseñan el vehículo para que tenga la movilidad necesaria hasta los que fabrican los instrumentos a bordo que recogerán las muestras. Incluso, la parte más minúscula es crítica para que todo el proyecto funcione”, comenta Nidia a El País, a través de una videollamada, minutos después de llegar del trabajo a su casa en Tennessee.
El combustible consiste en plutonio, elemento altamente radiactivo cuyo decaimiento (cuando libera energía) produce un calor que se usa para, por medio de termoeléctricos, generar electricidad. No obstante, este debe estar bien protegido, ya que un escape puede ser fatal.
“Para evitar eso se hace un encapsulamiento con iridio, un metal con un punto muy alto de fusión, capaz de sostener sólido el plutonio a altas temperaturas. Lo malo es que a bajas temperaturas puede ser muy frágil, quebrándose como un vidrio. Razón por la que diseñamos un aislante térmico que lo cubre por encima y otro de carbono que sirve como protección mecánica”, explica.
Según los reportes enviados por la NASA, todo marcha en orden. Perseverance (el robot) seguirá su camino y por lo pronto Nidia se concentrará en la próxima misión. En esta ocasión será Europa, una de las lunas más grandes y heladas de Júpiter, compuesta por agua y un océano que dobla el tamaño de todos los de la Tierra juntos.
La nave espacial que averiguará si esta luna guarda las condiciones adecuadas para la vida espera sobrevolar el satélite natural en 2024 y allí estará el aporte de Nidia, que diseñará el mismo sistema de energía.
“La idea es tratar de identificar o aprender más sobre el tipo de agua allá, que se especula que es salina. También, determinar la profundidad de los mares y qué tan gruesa es la capa de hielo que existe en la superficie. A diferencia de Marte, donde la nave aterriza, camina y toma muestras, la misión de Europa va a ser lo que se denomina como un Fly By, una rotación alrededor”.
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La ingeniera industrial egresada de la Universidad del Valle Nidia Gallego es integrante del Comité de Mujeres del ORNL, el laboratorio del Departamento de Energía de los Estados Unidos.
Educada en instituciones oficiales
Sentimental, como demuestra ser al hablar de sus inicios en el barrio Primero de Mayo, siempre fue una mujer aplicada, pues a pesar de crecer en una familia con pocos recursos, tuvo unos padres que la convencieron de la importancia de la honestidad y del estudio para la vida. Un mensaje que se le quedó grabado al punto de acostumbrarse a destacar entre los mejores estudiantes tanto en el colegio como en la universidad.
Cuando se le pregunta por lo que extraña de Cali, no piensa dos veces en mencionar las navidades: “Para armar nuestro árbol nos íbamos con mi mamá al monte a buscar un chamizo. También musgos para el pesebre. Cuando el barrio empezó a poblarse las novenas eran algo delicioso, uno se iba de casa en casa rezando varias para que le dieran la bananita. Eso me hace mucha falta”, recuerda con cierto grado de nostalgia.
Asimismo, en su memoria permanecen los esfuerzos de su padre, quien fuera un vendedor ambulante en la Plaza de Cayzedo, para salir adelante. Su madre, entre la realización de las labores del hogar y otras formas de rebusque diario, hacía largas filas para asegurarse de que tanto Nidia como sus cinco hermanos tuvieran un cupo en un colegio oficial en el cual formarse. Hoy, todos son profesionales.
Sus guiños a la ciencia poco a poco fueron apareciendo. En el colegio público José María Vivas Balcázar asombró por su desempeño a los profesores de química, física y matemáticas. Estando a punto de graduarse, le preguntó a uno de sus hermanos acerca de las ingenierías que existían, y fue la industrial en la Universidad del Valle la que finalmente elegiría.
No importó que para ingresar a la educación superior tuviera que verse compitiendo con candidatos de diversos colegios privados, pues considera que “la enseñanza recibida en su escuela fue lo suficientemente buena”. Igualmente, no resta méritos al componente personal, a la crianza recibida y a la enorme dedicación que mostró para ingresar a Univalle con uno de los mejores puntajes.
“Estaba súper contenta. En ese momento Univalle requería de un examen adicional al Icfes y lo pasé”. Sin embargo, acota: “en Colombia necesitamos fortalecer las opciones educativas para la gente con escasos recursos. Yo ingresé, pero muchos quedaron por fuera, lo que no significa que ellos no tuvieran potencial, sino que los cupos eran limitados”, comenta.
Mirando hacia atrás y entre risas, admite haber sido una “nerd”, lo que le sirvió para reducir el pago de cada semestre por sus excelentes calificaciones. Aun así, esto no impedía que de vez en cuando saliera a rumbas y paseos con sus amigos.
Al cursar una asignatura llamada Materiales de Ingeniería intuyó lo que realmente quería. Y rápidamente se ganó el aprecio de una de sus grandes maestras: “Yo la llamo mi mentora, la profesora Ruby Mejía de Gutiérrez, porque fue con ella con quien hice mis monitorías y fue mi directora de tesis. Además, me permitió seguir trabajando en la Universidad antes de venir a Estados Unidos”, relata Nidia, de manera agradecida.
El lazo con la Universidad del Valle continuó luego de graduarse en 1993. Durante un año y cuatro meses trabajó impartiendo ‘Introducción a la ciencia de los materiales para ingenieros’. Posteriormente, formó parte de una comisión académica que viajó a la Universidad de Clemson, donde le ofrecerían una beca para hacer su posgrado en 1995.
La doctora Nidia Gallego fue merecedora de premios como el UT-Battelle Ciencia y Tecnología en 2012 y obtuvo un reconocimiento especial de la Sociedad Americana del Carbono en 2010.
Al principio, el idioma fue una de las dificultades que le tocó sortear: “Mi jefe de posgrado se reía porque yo hablaba y hablaba, pero no me entendía. Yo tengo libros completos que leía y transcribía porque así era como estudiaba”, rememora, recordando a Gustavo Bolaños, un colombiano que la ayudó en su adaptación en territorio estadounidense.
Mentora sobresaliente
Ahora bien, si en lo profesional fueron las leyes de la ciencia las que la ayudaron a triunfar, en el amor fueron las artes marciales. En un club universitario de esta disciplina en Clemson fue donde conoció a su esposo, un arquitecto estadounidense con quien tiene dos hijas adolescentes, hoy de 14 y 15 años.
De no ser por la pandemia, el verano pasado las habría llevado a contemplar en carne y hueso el lanzamiento de Perseverance. Pero, al igual que a muchos, el Covid-19 les atropelló los planes.
A ellas les dice que persigan lo que las hace felices, que sean independientes aun si se casan y rompan con roles tradicionales. Ya que como mujer, ha sido testigo de las injusticias de género que ocurren alrededor. Si bien confiesa que ha tenido la suerte de contar con buenos mentores, hombres y mujeres, no oculta que aún existen barreras por derribar. “Hoy en día hay una revolución positiva, pero las instituciones deben entender que no es dar un cupo a una mujer por ser mujer, sino por el convencimiento del beneficio que representa tener esa diversidad de pensamientos, que trae equipos de trabajo mucho más fuertes”, señala Nidia, quien en marzo fue reconocida por la gobernadora Clara Luz Roldán en un conversatorio organizado por la Casa del Valle en el marco del evento ‘Mujeres invencibles y empoderadas’.
Una de las distinciones que más la enorgullece, de más de un docena recibidas, es el premio ‘Mentora sobresaliente’, de la Oficina de Ciencias del Departamento de Energía de EE.UU. Galardón que ganó por impulsar el desarrollo de mentes científicas más jóvenes. “Verlas progresar es el verdadero privilegio”, dice.
Trabajar duro, estudiar, disfrutar la vida y tener flexibilidad son los consejos que da hoy Nidia a las nuevas generaciones. De todos modos, no oculta su preocupación por el peligroso alcance de las redes sociales: “Se está fomentando mucho la fama instantánea; no hay que perseguir eso, más bien intenta ser algo que te llene como persona, como un miembro positivo de la sociedad”.