Son las 5:30 p.m. de un lunes cualquiera, no es Semana Santa, y el trancón se irradia por cuatro cuadras en las vías aledañas al Santuario de Fátima de Cali (Avenida 10 N #15A - 25).
Suben acelerados loma arriba por las calles de Santa Mónica y Granada, a las 5:30 empieza la misa en el Santuario y a las 6:30 se reza La Coronilla de la Divina Misericordia. Nosotros ya llegamos tarde. Desde las 2:30 p.m. los madrugadores separaron los mejores puestos cerca al altar.
La explanada, que sirve de antesala al Santuario, está literalmente minada por 300 sillas Rimax blancas con sus respectivos devotos. Los que no están ubicados se sientan en el suelo o en cualquier murito, en las gradas de acceso, otros llevan sus propias sillas plegables.
“La Coronilla es una oración, una reflexión, siempre hay una necesidad de escuchar esa palabra, ese gesto, en el momento indicado”, complementa la mujer, quien no supera los 30 años de edad.
Hay varios grupos de 5 o 6 personas sentadas en el suelo con sus respectivos maletines, otros tienen uniformes de trabajo. Al templo, sin exagerar, no le cabe un alma más, ni adentro, ni afuera, la montonera llega hasta el altar a pocos metros del padre Omar, y él les dice que no hay problema de que se sienten ahí, que se acerquen más.
“Yo no vengo a la misa, llego directamente a la Coronilla del Señor de La Misericordia a las 6:30 p.m. y dura casi una hora. Es un momento de oración, en cada parte de la Coronilla el padre ora y esa oración te va llegando al corazón, no sé, es algo muy espiritual”, explica Camila García, con el uniforme de enfermera aún puesto.
El ojo de reportero, fogueado en marchas e idas al estadio, cuenta 3500 personas, adentro y afuera del templo, casi lo que hace la bandeja superior de la tribuna sur del Pascual Guerrero.
“La devoción por la Coronilla de la Sagrada Misericordia nace en Polonia por una inspiración de Santa Faustina, que dice que Cristo quiere acercarse a nosotros para entregarnos todo su amor y de los rayos que salen del corazón de Cristo vienen espacios de fe y reconstrucción”, cuenta el Padre Omar Arturo López, párroco del Santuario.
El religioso explica que la tradición de la Coronilla llegó a Cali primero a las parroquias del Oriente de la ciudad, y luego al Santuario de Fátima.
“Venir un lunes a llenarse de la palabra de Dios que dice: te voy a acompañar, vas a salir de allí, yo te voy a sostener, es como respirar y volver a creer en Dios y en uno mismo”, narra el sacerdote.
En medio de la predicación se apagan todas las luces de la iglesia y solo queda iluminado el altar con la luz de un velón. De repente estallan los cánticos, la devoción y la llama de ese velón pasa de devoto en devoto hasta que el fuego conjunto enciende todo el recinto en menos de cinco minutos.
“Esa devoción se expande por todo el Santuario, te lo podría contar de muchas maneras, pero la experiencia hay que vivirla para entender esta bella locura”, culmina el sacerdote.