Cali es una capital con suerte, hasta el momento. Pese a que es la ciudad más grande de Colombia ubicada en una zona de alta sismicidad, en los últimos 40 años no ha ocurrido un terremoto con consecuencias catastróficas.
Sin embargo, la tierra acostumbra a moverse por estas latitudes. No hay que confiarse. Incluso, en el ‘top diez’ de los terremotos más fuertes de la historia, hay uno que ocurrió muy cerca, en la frontera entre Colombia y Ecuador, el 31 de enero de 1906. Es conocido en la historia sísmica colombiana como ‘el sismo de Tumaco’, que dio origen a un gran tsunami. Su magnitud fue de 8.8, diez veces mayor al sismo que acaba de dejar más de 40 mil muertos en Turquía y Siria.
Otro dato inquietante es que Cali ha estado a menos de 300 kilómetros de los terremotos más devastadores en la historia reciente de Colombia: Tumaco, en 1979, con una magnitud de 8.1; Popayán, en 1983, de magnitud 5.7; y Armenia, en 1999, de magnitud 6.1.
“Lo que sucede es que Cali está localizada en el Cinturón de Fuego del Pacífico y toda esa zona, desde Chile hasta Alaska, es sísmicamente muy activa. Por eso en Cali las exigencias de construcción son mayores que en Bogotá, Medellín o Barranquilla, ciudades ubicadas en zonas de actividad sísmica moderada o baja”, dice el profesor Gilberto Areiza Palma, docente titular de la Facultad de Ingeniería de la Universidad del Valle, e ingeniero civil con master en ingeniería estructural de Lehigh University en Pensilvania, Estados Unidos.
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El ingeniero civil Uber Francisco Gallego, evaluador de riesgos sísmicos, agrega que Cali tiene fuentes de sismicidad muy cercanas, “todo un sistema de fallas incluso”, como la falla Cali-Patía (14.14 km), Guavas-Padera (25.81 km), Palmira-Buga (36.67 km), Dagua-Calima (39.78 km), que generan lo que los expertos llaman ‘sismogénica cortical’: temblores superficiales que se producen al interior de la placa Suramericana.
“Y Cali está justo entre la placa Suramericana y la Placa de Nazca, donde se originó el terremoto de 1906. La ciudad está al borde de la placa Suramericana”, complementa el profesor Albert Ortiz, director de la Escuela de Ingeniería Civil y Geomática de la Universidad del Valle.
En conclusión, la ciudad tiene los mismos riesgos de padecer terremotos como los que han sucedido en Chile o en México. Sin embargo, entre el 70% y el 90% de las edificaciones no son sismo resistentes.
Para empezar, explica el profesor Gilberto Areiza, la ciudad es muy antigua. Está próxima a cumplir 500 años. Eso implica que existe una gran diversidad de construcciones levantadas sin técnicas ingenieriles ni normas de sismo resistencia. El primer código de construcción sismo resistente en Colombia se expidió en 1984, tras el terremoto de Popayán. Las construcciones levantadas antes de ese año no cumplen, por supuesto, con la norma.
“Por eso en los barrios más antiguos como San Antonio, El Peñón, San Fernando, San Nicolás, muchas casas y edificios no tienen seguridad sísmica debido a que fueron construidos sin normativa, simplemente porque en la época en que se construyeron no había norma”.
El oriente de Cali es otra de las zonas con mayores riesgos de colapsar en caso de que ocurra un temblor de gran magnitud. Parte del crecimiento del Distrito de Aguablanca se debió justo al sismo que ocurrió el 12 de diciembre de 1979, a 75 km de la costa de Tumaco, lo que generó una enorme migración hacia Cali de las familias que perdieron sus viviendas.
Llegaron al oriente, levantaron nuevas casas, pero sin diseños, técnicas y materiales sismo resistentes. Algo similar ocurrió en Terrón Colorado y Siloé. La mayoría son construcciones hechas con los conocimientos empíricos de cada familia, y con los materiales que pudieron recolectar.
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De ahí la conclusión de los expertos: entre el 70% y el 90% de las edificaciones de Cali no cumplen con las normas de sismo resistencia, lo que hace que la ciudad sea altamente vulnerable ante un terremoto como el que acaba de ocurrir en Turquía y Siria.
“Hay que tener en cuenta que el primer código colombiano de sismo resistencia salió en 1984, se actualizó en 1998 y más recientemente, en 2010. Las construcciones entre 1984 y 1998 tuvieron un tipo de diseño y construcción con personal capacitado, pero no se tenía el mismo nivel de avance de hoy. Por ello son edificaciones vulnerables que necesitan que se les haga una revisión, determinar dónde deben reforzarse para soportar sismos de gran magnitud. Es igual que una persona: después de 40 años es necesario que vaya al médico para que chequee si está bien o no. Cali está en mora de hacer esta revisión de sus edificaciones”, advierte el profesor Albert Ortiz, director de la Escuela de Ingeniería Civil y Geomática de la Universidad del Valle.
Hace unos meses, dos egresados y un profesor de la Universidad finiquitaron un proyecto que estima el riesgo sísmico a través de modelos probabilísticos. Se trata de un programa que evalúa el desempeño de las edificaciones ante la intensidad de sismos futuros en función del año de construcción, el número de pisos, el tipo de estructura, el comportamiento del suelo sobre el cual se encuentra construida la edificación, entre otras variables. El objetivo del proyecto, de la firma CMP4, una calificadora de riesgo sísmico caleña, es brindar una herramienta precisa para que las alcaldías y los administradores de conjuntos residenciales puedan actuar antes de que las consecuencias sean mortales y refuercen estructuras o trasladen las que están en alto riesgo.
Los autores son el ingeniero Harold Cárdenas Ordóñez, profesor de la Escuela de Ingeniería Civil de la Universidad del Valle, con maestría en Ingeniería Sísmica y Estructural de la Unam, México; Arturo Durán, especialista en estructuras y Uber Gallego, evaluador de riesgos sísmicos.
Este diario les solicitó simular en el programa lo que pasaría en Cali si sucediera un terremoto con epicentro cercano y si las consecuencias serían tan catastróficas a las del terremoto de Turquía y Siria. En uno de los mapas se mide el desempeño de las estructuras antiguas o construidas sin normas de sismo resistencia; en otro se mide lo que sucedería con los edificios que fueron construidos con la norma de 1984 y la norma de 1998. Y uno más con la norma de 2010. Las consecuencias para las edificaciones construidas sin ninguna norma serían igual de catastróficas que las del terremoto de Turquía y Siria. ¿Qué hacer, entonces?
“Es obligación del Estado y de los gobiernos municipales mitigar el riesgo sísmico y adelantarse a las consecuencias de terremotos futuros. En ese sentido, se requieren entes de control más técnicos, que actúen con independencia y no sean permisibles con las malas prácticas ingenieriles de las empresas constructoras. También se deben hacer los estudios de microzonificación sísmica en los municipios y distritos donde no existan y actualizar los existentes, para establecer las normas de la zonificación y uso del suelo, y así evitar que las futuras edificaciones se construyan sobre fallas geológicas activas, o sobre suelos licuables. Además, las edificaciones construidas sobre estos suelos o fallas deben ser reubicadas. Igualmente las edificaciones que cuenten con alguna norma sismo-resistente y su reforzamiento sea viable económicamente, es deber del Estado proporcionar a los propietarios los medios técnicos y de pago para salvaguardar la vida y el patrimonio de sus ocupantes”, comenta el ingeniero Uber Gallego.
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El profesor Gilberto Areiza advierte que mitigar la vulnerabilidad de los barrios en Cali es improbable, debido a los costos que implica. Sin embargo, considera que la ciudad debe dedicar esfuerzos a resolver la vulnerabilidad de los hospitales públicos. El hospital más antiguo es el San Juan de Dios, cuya primera etapa fue construida alrededor de 1830, hace ya 200 años.
“Y es un hospital que ha crecido de manera desordenada, desde el punto de vista arquitectónico. Es una edificación altamente vulnerable y, dentro de las normativas sismorresistentes, los hospitales y clínicas son consideradas indispensables. Deben seguir funcionando después de un evento sísmico y no puede ser trasladados a un sitio alternativo, como ya ocurrió en Cali con la Clínica Materno Infantil Farallones durante el sismo de Pizarro (Chocó), ocurrido el 15 de noviembre de 2004, a las 4:10 de la mañana”.
En Turquía y Siria, además, gran parte del colapso se debió a la mala calidad de las construcciones, según las últimas investigaciones. Varios contratistas fueron capturados. En Cali, es el consenso de los ingenieros, una de las tareas pendientes es aumentar los controles sobre las construcciones. Determinar que tanto el diseño, como los métodos de construcción y los materiales utilizados, cumplan con las normas de sismo resistencia. La corrupción, a veces, tumba más casas que los terremotos.
“Lo que sucede es que los gobiernos, ante el desconocimiento de la normatividad, o falta de normatividad en la zonificación y usos del suelo, permiten en muchas ocasiones construir edificaciones muy vulnerables en zonas de amenaza sísmica alta, lo cual, ante la ocurrencia de un terremoto, trae consecuencias catastróficas”, dice el ingeniero Uber Gallego.
Por fortuna existen tecnologías que mitigan los impactos de un temblor de gran magnitud. La Universidad del Valle es pionera en investigarlas y ponerlas al alcance del país. Una de esas tecnologías son los aisladores sísmicos.
Albert Ortiz, director de la Escuela de Ingeniería Civil y Geomática de la Universidad, explica que son algo así como enormes cauchos, para describirlo de manera sencilla, ubicados estratégicamente en el edificio, usualmente en la cimentación. De esta manera, cuando ocurre un temblor, lo que se deforma es el aislador que está en la estructura, el caucho, y no la edificación.
“Con el aislador sísmico se controla la deriva, es decir, se logra que durante un terremoto el movimiento relativo entre los pisos sea mínimo y la estructura no colapse. La Univalle lo que propone es hacer que estos aisladores sean accesibles para el país, porque son muy costosos. Cali ya tiene un inventario de estructuras aisladas sísmicamente, como la Clínica Amiga, hoy de Valle del Lili; o el nuevo edificio de Imbanaco. En conclusión, es muy difícil para cualquier ciudad del mundo reducir a cero los efectos de un terremoto, pero es posible contrarrestarlos si se implementan tecnologías”, dice el ingeniero Albert Ortiz.
En Ecuador, a raíz del sismo ocurrido cerca a Manta en la costa pacífica ecuatoriana el 16 de abril de 2016, se exige que las nuevas edificaciones de salud estén soportadas en aisladores sísmicos en la base de sus estructuras.