Cuando secuestraron a su esposo, en el 2016, Isabel acudió en busca de ayuda al Gaula de la Policía. Pero ocho años después, está segura de que el socorro técnico que recibió por parte de los investigadores de esa institución no fue el definitivo para lograr que él volviera sano y salvo a su lado.
Uno de los funcionarios del Gaula le regaló una imagen de la Virgen del Carmen y una camándula a quien nunca había rezado el Rosario, así que también se ocupó de visitarla en su casa para enseñarle a pasar pepitas mientras repetía el Ave María.
El deseo de recuperar a su esposo hizo que muy pronto Isabel se levantara todos los días a las 5 de la mañana para rezarle a la Virgen, pues, según el señor del Gaula, ella era una gran intercesora y él tenía la seguridad y la fe de que el secuestrado iba a ser rescatado.
Lo que ella no sabía era que allá, donde lo tenían escondido, a su esposo le permitieron tener un transistor en el que ‘se topó’ con Radio María y terminó escuchando el rosario todas las mañanas. Para él también es claro que, por un milagro de ella, fue que recuperó la libertad dos meses después.
Fue por ello que, la misma semana del reencuentro, y todavía de la mano de ese ángel uniformado de policía, Isabel y su esposo fueron por primera vez a un retiro, del que regresaron “totalmente entregados a la Virgen” y empezaron a ir al templo de la Virgen del Carmen, en La Campiña, en donde hoy son proclamadores de la Palabra y hacen parte de una comunidad de oración a la Madre de Jesús.
“Yo ya vi a la Virgencita”
Y así como esta pareja, muchos otros habitantes de Cali tienen historias de milagros o cercanías muy especiales con María, que narran a propósito de que mañana, 16 de julio, se conmemora la fiesta de quien es considerada la Patrona de los taxistas, los navegantes, los soldados y los policías, así como de los agonizantes.
Era legionaria de María, de esas que cada semana les pedían a una casa vecina que recibiera la Virgen que habían acomodado en una cajita de madera, y su blusa favorita era una que tenía estampada a ‘MI Carmelita’, como la llamaba cariñosamente.
Hoy, sus hijas recuerdan que una noche antes de que su mamá se fuera al Cielo, a causa de un cáncer que para ese momento ya la mantenía casi inconsciente, de repente abrió los ojos y con una hermosa sonrisa les dijo: “Yo ya vi a la Virgencita”.
Se evidencia entonces que la consagración de los niños a la Estrella del Mar, como cariñosamente la llaman los miembros de la Orden de Carmelitas Descalzos, se convierte en una marca indeleble que los acompaña el resto de su vida, incluso sin darse cuenta.
Cofrada a la Virgen
Así lo confirma María Gladis, a quien a sus 3 años de edad le aplicaron una inyección dañada. “Fue tan grave, que la infección se estaba comiendo el hueso de la cadera y los médicos le dijeron a mi mamá que lo más lógico era que no me salvara. Entonces ella le ofreció a la Virgen del Carmen que, si me salvaba, me colocaba su hábito y, como ella le hizo el milagro, de pequeñita, mi mamá siempre me vestía con un hábito café”.
También recuerda que su progenitora siempre le repetía que ella había sido cofrada a ‘la Carmela’ y que, por lo tanto, cada 16 de julio debía ir a la Iglesia, tarea que esta caleña de nacimiento siguió cumpliendo a cabalidad, incluso ya estando casada, pero sin que llegara a tener un significado realmente especial para ella.
“Pero un día que entré a El Templete me puse a mirar la imagen de la Virgen y vi que ella como que me decía: ‘Usted es de aquí, venga para acá’, así que me propuse hacerle la Novena y fui con mi esposo los nueve días, a las siete de la mañana. Un día el padre invitó a los feligreses a ingresar a la Escuela de Espiritualidad y me animé, y desde hace ocho años estoy en esta parroquia como servidora”, cuenta la abogada.
“Ese era el llamado que la Madre del Cielo me estaba haciendo desde niña”, dice la alegre consagrada.
Herencia de un papá ateo
Hay quienes dicen que Dios es travieso y así parece confirmarlo el testimonio de Ana, cuya devoción a la madre de Dios se la heredó su papá, de quien ella cree que era agnóstico o ateo, dada la simpatía que por la década de los años 60 manifestaba por el entonces presidente cubano Fidel Castro.
Cuenta que don Adán, su progenitor, creó una empresa de transporte para cubrir parte de la zona rural de Cali y que cuando los conductores no podían ir a trabajar, su papá asumía la ruta entre Cali y Pichindé y se llevaba a su pequeña de 8 años para que le hiciera compañía.
“Pasando por Yanaconas, hay un sitio donde había una imagen de la Virgen del Carmen y, por más que yo nunca lo vi ir a misa, siempre me llamó la atención que cada que pasábamos por ahí, mi papá paraba el carro, hacía una especie de reverencia, y esperaba como dos minutos, antes de seguir el camino”, cuenta quien hoy se dedica a hacer camándulas para regalarlas y fomentar la devoción al Santo Rosario.
“Lo otro es que mi esposo sí era muy creyente y siempre me hablaba de que fuéramos a misa, pero a no me gustaba esa parte de que todo era pecado y malo, sentía que uno salía como regañado. Incluso, cuando él empezó a ir al Templete, yo lo llevaba y después lo recogía. Pero hace catorce años, el padre Gonzalo Zapata hizo un llamado para que las personas se convirtieran en servidores de la iglesia y mi esposo me comentó delante de mis hijos y ellos me animaron a participar, y ahora soy una católica practicante y amo el Carmelo, porque tomé a la Virgen del Carmen como vocación, en recuerdo de mi padre.