Hace 35 años Henry Asseff colecciona piezas de todo el mundo.

“ Hijo, no gaste plata en cosas modernas, invierta en antigüedades. Lo sacarán de apuros si llegan épocas de vacas flacas”.El consejo provenía de la abuela Soledad Sarasti y fue lo mejor que le pasó a Henry Asseff, pues hoy, después de 35 años de aquella valiosa recomendación, tiene una colección calculada en diez mil artículos añejos fabricados en distintas partes del mundo. De padre libanés y madre colombiana, Henry recuerda que cuando trabajó en Carvajal sus compañeros lo invitaban a salir, pero él se negaba aduciendo que no tenía dinero.“Como me criticaban porque me mantenía sin un peso, los invité a mi casa y les mostré en qué me gastaba la plata. Quedaron admirados con las obras que había compilado”.Su almacén, Bazar Oriental, en la Avenida 4 Norte No. 15-33, de Granada, es un recinto de 350 metros cuadrados donde la gente pide entrar sólo a admirar pinturas, estribos, cámaras fotográficas, biblias de todos los tamaños, figuras en alabastro, cofres, radios, pesebres en miniatura... y mil piezas más. “Pero al final siempre compran algo”, comenta Asseff, quien es, además, conferencista de superación personal e investigador de todo tipo de comunidades religiosas.A la entrada del establecimiento llama la atención un hombre de tez blanca, barba y turbante que le cae a los hombros. Muchos se echan la bendición y le ponen monedas.“Es la escultura del árabe Amalfi, fundador de una organización petrolera”, explica la esposa de Asseff, Mercedes Mora, quien al comienzo se opuso a comprar la figura. “Con esos $500. 000 bien podríamos comprar una camioneta y usted va a comprar un muñeco”, le recriminó al saber que el museo de cera de Nueva York estaba vendiendo la pieza.Por Amalfi les han ofrecido “lo que sea”, pero esta joya no está en venta. “Es como un amuleto. Cuando la exhibimos, en 1985, tuvimos una gran romería, hasta los medios de comunicación se volcaron al almacén”, recuerda el coleccionista, padre de Henry Jason, de 30 años y Lizet, de 20.Sus viajes por el mundo le enseñaron “dónde ponen las garzas”. Por eso dice que para adquirir las antigüedades hay que ir a las salas de remate o madrugar a las 3:00 de la mañana, cuando la gente llega a los pueblos en camiones a vender sus cosas viejas. Entre sus anécdotas, este amante del arte recuerda el día que le llamó la atención en Cali una matera y la negoció con un joven por $300. Al venderla, la comparadora le dijo que la jardinera costaba mucho más de lo que él le estaba pidiendo, en razón a que era una pieza de la dinastía china Ming.Asseff, de inmediato, corrió a devolver la matera, encontrándose con la noticia de que aquella familia lo estaba buscando por toda la ciudad para recuperar la vasija, pues un familiar la había dejado guardada.Este caleño se precia de ser el primer anticuario que se abrió en la capital del Valle. Afirma que le encanta brindar asesorías empresariales gratuitas, “porque la esencia de una empresa debe ser el servicio a los demás”, concluye.Arte antiguoEntre los objetos que se exhiben en el bazar de Henry Asseff figura un altar del Siglo XVIII, que es una de las piezas más costosas de la colección.Una vitrina fabricada en ébano en Holanda, que data del Siglo XVIII, valorada en $25 millones; una escultura de la virgen de Legarda o patrona de los quiteños. También se le conoce como virgen danzarina y cuesta $9 millones.Una réplica de un samurai a caballo, cuya escultura original está en un monumento del Japón. Su peso aproximado es de 400 kilos. De igual manera, una muestra de utensilios en bronce y cobre.