Luego de tanto escuchar sobre el dengue y sobre las prevenciones que se deberían de tener, nunca imaginé que un día cualquiera me convertiría en una de las 6.936 personas infectadas de dengue grave que hay en Cali.
Todo empezó un lunes en horas de la noche, cuando luego de una extensa jornada laboral, sentí un dolor que bajaba desde los hombros hasta los pies. Era similar a cargar una persona en mis hombros. El dolor apareció de la nada, pero de inmediato me invadió. Creí que podía ser estrés y que el haber trabajado el fin de semana me estaba pasando factura.
Preferí irme a dormir para descansar, pensando en que me levantaría como si nada. Pero el sueño en realidad duró dos horas. A las 12:00 de la noche un frío intenso en mi cuerpo me despertó, temblaba, y mi respiración empezaba acortarse por los movimientos tan bruscos que tenía. Con dificultad pude poner dos cobijas encima para apaciguar esa sensación.
Volví a quedarme dormida, y un par de horas después lo que me levantó fue una sensación de calor insoportable. Al ponerme de pie noté que la camiseta con la que estaba durmiendo estaba empapada.
Esa fue la primera vez que me pregunte a mí misma ¿Qué es lo que pasa?, ¿Qué tengo?, para acto seguido salir corriendo para el baño a vomitar. Con el transcurrir de las horas, de una noche eterna, esa se convirtió en una rutina. Frío, sudor y vomito, pero era esto último lo que en verdad me brindaba algo de tranquilidad.
Luego vino un dolor extra, algo que nunca había sentido y que no podía entender, un dolor que me hacía quejarme y retorcerme y que solo podía comprar como si estuvieran golpeándome con un martillo, directamente a los huesos. En realidad, era insoportable.
“Tómatelas y ya mañana estarás bien”
A las 07:00 am, cansada y muy adolorida, logre levantarme y bañarme para irme a la EPS. Lo que menos quería era visitar este lugar con temor a que me contagiaran de gripa, pero era tanto el dolor en mi cuerpo, que necesitaba que me explicaran lo que sucedía.
Al llegar, lo único que vi fue una sala completamente llena. Muchos tosían, otros se quejaban del dolor, pero lo triste era ver a 8 niños, en plena sala de urgencias esperando ser atendidos.
Casi media hora después la llamada al Triage me trajo algo de tranquilidad. Allí conté lo que sentía y le dije a quien me atendió que tenía tanto dolor que sentía que me estaba muriendo, pero en lugar de encontrar una palabra de consuelo, lo único que recibí fue: “sus signos están bien, entonces usted no se está muriendo. Pase al tercer piso para que le den una cita prioritaria”
El nuevo dilema era el tiempo de espera, que por una cita prioritaria puede llegar hasta las tres horas. Pero para mi sorpresa solo tuve que esperar media hora más para hablar con el médico. Esos minutos fueron eternos, tanto que termine entredormida en plena sala.
Frente al doctor empecé a relatar lo que estaba presentando y de inmediato me dijo que era una virosis. Me revisó y afirmó su pronóstico. Me recetó unas pastillas que me ayudarían a que no se presentara un cuadro de diarrea, otras para el vómito y acetaminofén para el dolor del cuerpo. “Tómatelas y ya mañana estarás bien”.
Lo hice, me fui tranquila pensando que todo pasaría rápido, pero la realidad fue otra. Dos días después los síntomas empeoraban, la fiebre alcanzaba los 39 grados y el vómito era más frecuente. Las pastillas amarillas grandes que me había recetado para evitar la diarrea me ponían muy mal. Decidí regresar a la EPS, en el triage determinaron seguir el conducto por urgencias. Una hora y media después me pasaron donde una doctora que me envió un examen de sangre para determinar si era dengue.
Dos tipos de severidad clínica
Tres horas después de la prueba, me llamaron para darme el resultado. La doctora confirmó que tenía dengue, me pidió que no tomara las pastillas amarillas porque me estaban afectando y que dos días después debería regresar para hacer un control.
El secretario de Salud Distrital de Cali, Germán Escobar, ya había indicado que “en la ciudad circulan dos serotipos y existe dos categorías de severidad clínica: dengue sin signo de alarma y dengue con signo de alarma, que es el que comúnmente se conoce como dengue grave o en algunos casos, dengue hemorrágico”.
Y aunque ya soportaba mucho más el dolor del cuerpo y tenía controlada la fiebre gracias al acetaminofén, duda en ir al control, pero la insistencia de mi mamá llevó a que regresara a la EPS y allí nuevamente todo cambió.
En realidad, esperaba que al ver la sala de espera con la mitad de su ocupación, me entendieran más rápido y pudiera regresar a casa. Luego de dos horas de haberme realizado el examen de sangre, la doctora me indicó que las plaquetas habían bajado de 112.000 a 34.000 de una manera muy rápida y que eso era signo de alarma, por lo que debía ser controlado en una clínica donde me brindaran hospitalización.
Rumbo a la Unidad de Cuidados Intensivos, UCI
Seis horas después seguía en un cubículo, con suero, esperando por la llegada de la ambulancia que me trasladaría hasta la clínica. A la media noche, después de horas de desconsuelo, llegue a la cínica y para sorpresa mía, fui hospitalizada en la UCI.
Dos enfermeras procedieron a quitarme la ropa y a lavarme brazos, piernas y espalda. ¿La razón?, al lugar no pueden ingresar bacterias del exterior, debido a la alta complejidad de los pacientes que allí se encuentran.
En la UCI no podía ponerme de pie, me realizaban una revisión constante para identificar si por alguna zona del cuerpo salía sangre. La orina era medida y la alimentación era semi blanda. Además, el médico de turno había confirmado que el hígado se encontraba inflamado debido a la enfermedad, ya que era el órgano que más afectaba el dengue.
Dormir era una opción, sobre todo porque era en horas de la madrugada donde empezaban a realizar los exámenes de sangre, a proporcionar las pastillas, cambiar líquidos y pasaban revista los médicos y enfermeras.
Cuatro días después las buenas noticias empezaban a llegar. Las plaquetas se habían normalizado y el hígado seguía desinflamándose.
Tres horas después abandone la UCI e ingrese a Hospitalización. Un cuarto con cinco cubículos llenos, no solo de pacientes, sino también de familiares.
Un solo baño para todos los que allí se encontraban hacia parte de la habitación. En realidad, la camaradería, propia de los caleños, fue lo que hizo la estadía en ese sitio mucho más llevadera.
Los zancudos, un nuevo temor
Fue allí donde me di cuenta que había adquirido un nuevo temor: los zancudos, sobre todo porque el médico me indicó que la enfermedad la podía contraer nuevamente tras una nueva picada de un mosquito infectado.
Dos días después un galeno de medicina interna fue el encargado de darme el alta.
Hoy duermo con toldillo, temo por una nueva picadura y sigo al pie de la letra las indicaciones de la secretaria de Salud: eliminar los criaderos del mosquito transmisor, como los contenedores donde puede haber agua estancada.
Y aunque Germán Escobar había mencionado que las secuelas eran raras, lo cierto es el dolor de cabeza acompañada de ‘picadas’ momentáneas, y el dolor en las piernas no ha cesado.
Lo preocupante es que si los caleños no toman las medidas de precaución seguramente se convertirán en una cifra más de infectados, sobre todo teniendo en cuenta que Cali es una de las ciudades, según las cifras del Instituto Nacional de Salud (INS), con más casos de dengue.