El muchacho está a la entrada de la Zona Veredal Transitoria Ariel Aldana de Tumaco, ubicada en la vereda La Variante, a una hora del municipio, donde se encuentran los excombatientes de las Farc. Se presenta como campesino cocalero, integrante de las Juntas de Acción Comunal de las veredas Brisas, El Divorcio y Vallenato en el Alto Mira. Pide la reserva de su nombre.
El jean lo tiene remangado a la altura de su rodilla derecha, debido a una herida que presenta en la canilla causada por una esquirla de bala. La herida está cubierta con gasa.
– Yo fui uno de los heridos del ataque de la Policía Antinarcóticos a los campesinos que creamos un cerco humanitario para evitar la erradicación de nuestros cultivos de coca – dice mientras apoya su pierna en el exosto de una motocicleta.
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A su alrededor hay otros campesinos que dicen pertenecer igualmente al territorio del Alto Mira, en límites con Ecuador. Llegaron a la zona veredal de las Farc, explican, para reunirse con el Vicepresidente Óscar Naranjo y contarle su versión de lo sucedido.
El pasado jueves 5 de octubre, cuando advirtieron la presencia de los agentes erradicadores en su territorio, aseguran que convocaron a las personas de por lo menos 17 veredas para hacer una especie de cerco y evitar el avance de los policías hacia los cultivos de coca. Las cifras de cuántas personas arribaron no es exacta. Algunos calculan que 1700 campesinos. Otros dicen que fueron 5500.
Cuando los agentes antinarcóticos se movían de su campamento, igualmente lo hacían los campesinos, efectivamente como si movieran un cerco, manteniendo una distancia prudente unos 30 metros, explican. En el momento en que estaban definiendo a los líderes que se encargarían de hablar con los policías para evitar la erradicación, sucedió el tiroteo. Los campesinos aseguran que un capitán disparó al suelo y enseguida dio la orden de abrir fuego. La Policía insiste en que repelió un ataque.
El caso es que, en hechos que aún son investigados, aquel día murieron a bala seis campesinos. Se trata de Aldemar Gil Guachetá, de 25 años; Diego Escobar Dorado, de 31; Nelson Chacuendo Calambas, de 29; Janier Usperto Cortés Mairongo, de 26; Jaimen Guanga Pai, de 45 y Alfonso Taicús, de 32.
El jueves siguiente, en un hospital de Pasto, murió uno más de los heridos. Aún hay otros diez hospitalizados y se sospecha que en la zona donde ocurrieron los hechos permanece el cuerpo de un indígena.
– En la vereda El Tandil hay heridos que no han sido atendidos porque los tildan de disidentes de las Farc. Están entre la vida y la muerte – dice el muchacho aún con la pierna apoyada en el exosto de la moto.
Los campesinos a su alrededor agregan que no entienden por qué la policía les disparó si ellos no estaban armados – más allá de escudos de plástico para las granadas aturdidoras, palos, trapos empapados de leche para sortear los gases lacrimógenos en caso de que la policía los lanzara – y además lo que querían era dialogar con los agentes para evitar la erradicación forzada. Afirman estar dispuestos a sustituir sus cultivos voluntariamente.
Muy cerca de donde está el grupo de campesinos narrando todo ello se encuentra el misionero claretiano Marcial Gamboa, un chocoano que desde hace 5 años es el padre de la vereda La Espriella, a 40 minutos de Tumaco, el sector donde en abril los cocaleros se tomaron un trozo de la carretera hacia Pasto también en protesta por la erradicación de sus cultivos. El padre asiente cuando terminan de hablar los campesinos.
– La radiografía es esa: en Tumaco todo está marcado desde una agresión. Desde enero venimos con protestas cocaleras, tomas de vías, la retención de 11 policías, la muerte de un agente. El problema es que a la comunidad el gobierno le ha prometido cosas que no se han cumplido: pagarles unos recursos, darles asistencias técnicas, y la comunidad ve que eso no está llegando. Que lo que se quiere es acabar con los cultivos de coca antes de que lleguen los beneficios.
El padre camina hacia el salón donde se realizará la reunión con el Vicepresidente en la zona veredal y continúa hablando.
– Hay una resistencia evidente. La gente no quiere que le erradiquen antes que le den sus beneficios. La voluntad de sustitución está. Pero la política sobre esa voluntad no es clara. La lógica de la gente es: no quiero que me quiten la coca antes de saber de qué voy a vivir. Muchos ya han firmado la carta de acuerdo y de intención para sustituir de manera voluntaria, pero la incertidumbre es que todo eso que les prometen, se haga realidad. Y todo parece indicar que sí fue la Policía la que disparó contra los campesinos.
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En la mañana, antes de llegar a la zona veredal, el coordinador de proyectos del Grupo Empresarial Palmero de Tumaco, Emilio Piedrahíta, me había advertido que quizá no encontraría nada nuevo a lo que encontré en abril de este año, cuando igualmente recorrí el municipio y su zona rural intentando entender lo que había detrás de la protesta cocalera.
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– El problema ya está diagnosticado: se necesita que el Gobierno le cumpla las promesas a la gente: las vías terciarias, la electrificación, los proyectos productivos. Pero todo eso se queda en las reuniones que programan en las zonas veredales. No hay un solo proyecto andando. Las agencias del Gobierno están cada una por su lado. Lo importante ahora es saber lo que va a hacer el Gobierno para cumplirle a la gente y que la tensión en Tumaco disminuya.
Como Emilio piensan muchos en Tumaco. Alejandra Torres se presenta como la vocera de la Coordinadora de Cultivadores de Coca, Amapola y Marihuana, Coccam. Como sabe que la organización que representa genera sospecha en el país, enseguida explica el origen de la entidad.
Dice que la Coccam salió a la luz en enero de 2017, pero es el resultado de un proceso que viene desde los años 80 con las organizaciones cocaleras, cuando decidieron unirse para plantearle al gobierno la suspensión de las aspersiones aéreas de glifosato debido a los daños ambientales que estaban generando, y ahora para garantizar que el proceso de sustitución de los cultivos de coca se realice de manera voluntaria y gradual.
– Hacemos presencia en 17 departamentos donde hay cultivos de uso ilícito y el objetivo de la organización es sustituirlos. Pero frente a lo que pasó en Tumaco con los campesinos muertos, tengo que decir que se trató de una crónica de una muerte anunciada - dice Alejandra.
Según sus registros, las organizaciones cocaleras de Tumaco tienen una carta de intención para acogerse al programa de sustitución de cultivos ilícitos, firmada el 4 de marzo de 2017. La firma se hizo ante el Ministro del Posconflicto Rafael Pardo y ante Eduardo Díaz Uribe, el director del programa de sustitución. Justamente, con esa carta, se comenzó a detener la protesta cocalera de inicios de año.
Fue en ese momento, continúa Alejandra, cuando la Coccam denunció la presencia de grupos armados en Tumaco y su zona rural, especialmente en el Alto Mira y Frontera, donde murieron los campesinos el pasado 5 de octubre.
– Todavía no era una situación tan compleja como lo que está pasando. Eran grupos tratando de ocupar estos territorios que habían sido de las Farc y que estaban en disputa por dominar las rutas del narcotráfico. Le dijimos al Gobierno que si no actuaba pronto, eso iba a demorar nuestro proceso de sustitución con las comunidades porque obviamente ellos – los grupos armados - se iban a oponer al proceso. Lo que vemos ahora es más incontrolable. Como Coccam hicimos la solicitud para que el programa de sustitución le diera prioridad a esta zona del Alto Mira y Frontera por la gran cantidad de cultivos y por el tema de seguridad de la gente. Y pese a esa solicitud el programa no ha arrancado en la zona. No se les puede echar la culpa a los campesinos que estén cultivando cuando ya se acogieron a un programa que no arranca. Y con la aparición de estos grupos armados –se hacen llamar Guerrillas Unidas del Pacífico, entre otros nombres, todo se hace más difícil.
Gustavo Ospina, un campesino cocalero del Alto Mira, confirma que las disidencias de las Farc se están financiando con un impuesto que les están cobrando a quienes sacan la pasta de coca hacia Centro América, Europa e incluso África. Se trata de intermediarios que constantemente entran y salen de la zona para negociar.
- Pero al campesino no le están cobrando impuestos. Tampoco nos están presionando para salir a protestar, como ha dicho el Gobierno. Hasta el momento esas disidencias han respetado las decisiones de las comunidades– dice Gustavo, quien por cierto tiene una herida en el codo. Él también hizo parte de los campesinos que salieron a impedir que los agentes antinarcóticos cumplieran su misión de erradicar los cultivos.
Diana Montilla, defensora de Derechos Humanos de la Asociación de Juntas de Acción Comunal de los ríos Mira, Nulpe y Mataje, Asominuma, también en el Alto Mira, advierte que hay un detonante más que está generando tensión en la zona.
Parte de este territorio, dice, le pertenece por Ley 70 al Consejo Comunitario de Alto Mira y Frontera, pero se invisibiliza la presencia de miles de campesinos colonos que hacen presencia desde hace décadas justamente persiguiendo el sueño de la coca. Eso significa que hay un problema de restitución de tierras. Para sustituir los cultivos, los campesinos deben tener claro qué les pertenece y qué no, para saber dónde invertir los recursos que les prometió el Gobierno.
– Antes de optar por la erradicación forzada, solucionar el problema de tierras en el Alto Mira es prioritario para iniciar con la sustitución de los cultivos – dice Diana.
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Freddy tiene un doble oficio: taxista y cocalero. Aunque en realidad, dice, en los últimos dos años se ha dedicado más a conducir el carro por las calles de Tumaco que a sus cultivos, ubicados en la vereda Dosquebradas, a unos 20 minutos del municipio.
Freddy hace cuentas mientras conduce por la vía hacia Pasto. Dice que por una arroba de hoja de coca pagan $18 mil. En su caso tiene una hectárea sembrada, y esa hectárea produce 100 arrobas en promedio. Eso significa que por cosecha ganaría $1.800.000. Pero hay que descontar $500 mil de insumos, $300 mil de un ayudante. Le quedaría un millón por cosecha.
- El negocio es para los manes que sacan la coca y por eso no he vuelto a mis cultivos – dice. Pienso sembrar cacao y plátano.
El problema es que, aunque hace un mes se inscribió al programa de sustitución voluntaria, “a Dosquebradas llegó una funcionaria a anotar a los interesados” – la funcionaria no ha vuelto.
– Dijeron que en 8 días nos llevaban un formulario, verificaban que tuviéramos coca, y empezábamos el proceso de sustitución. Nos ayudaban primero con $2 millones, después un $1 millón durante un año, hasta que tuviéramos los nuevos cultivos consolidados. Pero hasta el momento todo eso se quedó en promesa. En Dosquebradas viven unas 500 personas y todos subsisten de lo que deja la coca.
Freddy se dirige justamente a la zona veredal de las Farc. Al lado y lado de la carretera se ven algunos cultivos de palma y eso le trae un recuerdo: en Tumaco hubo un cultivo que hizo que nadie se interesara por la coca durante una década: la palma aceitera.
Se recogía cada 8 días, así que los ingresos eran semanales, y el aceite que se extraía era abundante. Además todo se enviaba al exterior para hacer entre otras cosas aceite de cocina. Era tan buen negocio, dice Freddy, que las empresas debían traer gente de los Llanos Orientales porque nadie quería emplearse con un sueldo mínimo cuando tenía, en su tierra, una plantación de la palma.
Sin embargo una plaga acabó con todo y la especie de palma que se da ahora resiste las plagas pero no tiene el mismo rendimiento.
Freddy no es economista, por supuesto, pero dice que el conflicto en Tumaco se solucionaría fácilmente si a la gente se le sustituye el ingreso que recibe por un cultivo ilegal como la coca, por un ingreso similar y legal como lo fue en algún momento la palma aceitera o cualquier otro que por lo menos no le genere problemas de seguridad a las comunidades.
En la zona veredal hay una alta expectativa por la visita del vicepresidente Óscar Naranjo. No es para menos: ante el mejor policía del mundo los campesinos van a denunciar los supuestos abusos de los agentes antinarcóticos.
La reunión se dio por fin al anochecer. Cuando terminó, el Vicepresidente le dijo a los periodistas:
– Esta situación que ha pasado en Tumaco nos obliga a replantear el programa de sustitución y erradicación en esta zona. Estamos obligados a imprimirle mayor velocidad al programa de sustitución de cultivos y coordinarnos mejor entre la erradicación forzosa y la sustitución. Y estamos obligados a identificar cuáles son los cultivos llamados industriales que pertenecen a narcotraficantes, distintos a los de estas familias cocaleras.
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Felipe Tascón también cree que hay que replantear varias cosas en Tumaco para evitar que continúe el conflicto entre el Gobierno y los cocaleros. Felipe nació en Cali, es asesor del Ministro del Posconflicto Rafael Pardo. Sentado en una silla rimax, expone su punto de vista mientras suda a goterones.
Para resumir, afirma, hay que copiar el modelo que utilizan los campesinos con la coca en el proceso de sustitución de cultivos. Eso es posible con productos como el cacao. Hacer la pasta en la vereda, para darle un valor agregado y aumentar los ingresos, por ejemplo. O la baba en este caso. Crear industria para comprar y vender en el territorio, como se hace con la coca. Crear productos derivados como aceites para la industria farmacéutica. E igualmente se debe aprovechar que los campesinos cocaleros tienen una gran capacidad para adaptarse y mejorar sus cultivos.
– ¿Pero qué se necesita para lograr eso? Respetarlos. Y eso significa que si seguimos pensando que son delincuentes, nos jodimos porque no se va a encontrar un mecanismo de cómo voltear la cosa. Esto es como Tarzán. Él no soltaba una liana sin agarrar la otra. Los campesinos van a soltar la liana de la coca cuando tengan otra entrada. La erradicación no sirve, sobre todo por ese espíritu de solidaridad que ellos tienen. Cuando le erradican a alguien, se juntan todos y le dan las semillas para que vuelva a sembrar. O mire cómo se unen en la pelea…
Efectivamente, a la zona veredal de las Farc arribaron decenas de campesinos para esperar al Vicepresidente.
El cacao, esperanza para la sustitución
Mientras los campesinos esperaban la llegada del Vicepresidente a la zona veredal, Eduardo Díaz, el director del programa de sustitución de cultivos ilícitos, se dirigía por tierra desde Pasto a Cali para tomar un avión hacia Bogotá. Pese a que la comunicación se interrumpía por momentos, logramos conversar por teléfono.
¿Cómo ha avanzado el programa de sustitución en Tumaco?
En concreto hay acuerdos por parte de 1900 familias de Tumaco. Están en proceso de retirar la coca y según el último informe, ese proceso está en un 70%. Adicionalmente estamos entrando a inscribir familias en la zona de Llorente y en otras zonas del municipio.
¿Y qué tipo de cultivos van a introducir estas familias?
El esfuerzo que estamos haciendo es que el producto central de la sustitución sea el cacao.
La gente dice sin embargo que no es tan fácil restituir porque falta infraestructura: vías para sacar los productos, industrias que le den valor agregado a ese cacao, un mercado…
Esa es una situación que ocurre en todas las zonas donde hay cultivos ilícitos. En el caso de Tumaco están los ríos, que hay que saber utilizar. Pero en general toda esa infraestructura que se requiere hace parte del trabajo que debe hacer el país en el posconflicto.
¿Qué tipo de beneficios han recibido estas casi 2000 familias en Tumaco?
Lo que prevé el acuerdo de paz: un apoyo para sostenimiento durante un año y el componente de proyectos productivos: asistencia técnica para proyectos de ciclo corto, huertas caseras y otro tipo de iniciativas. Es un promedio de $24 millones para cada una de las familias durante dos años.
En Tumaco se han registrado 135 homicidios en este 2017. Habría una guerra entre grupos armados por los espacios que dejó las Farc.
En la zona del Alto Mira, donde mataron a los campesinos, hay un problema de tierras para que eso se lleve a cabo… ¿Es decir que hay que solucionar primero ese lío y después sustituir?
Porque exista un problema de tierras no puede permanecer la coca.
¿Por qué se erradica entonces de manera forzosa, cuando la misma gente dice que se acogió al programa de sustitución?
La sustitución va dirigida a los pequeños campesinos. La erradicación, a las grandes plantaciones.
¿Pero se ha determinado si esas grandes plantaciones le pertenecen a una sola persona o si son cultivos familiares de los campesinos?
Los acuerdos de sustitución no se pueden convertir en un escudo para proteger las grandes plantaciones.
Pero insisto: ¿se ha determinado con exactitud de quién son esas grandes plantaciones?
Eso lo tiene determinado con mapas y fotografías las fuerzas militares. Hay cultivos inmensos y los dueños no viven ahí. Viven en Pasto o en Cali o en Miami. La gente que trabaja esos cultivos son muy pobres, ese es el problema, pero son grandes plantaciones.
¿Qué va a pasar en el futuro?
Vamos a seguir sustituyendo con los campesinos, y las grandes plantaciones serán erradicadas.
La llamada, en este punto, se interrumpió.
Imitar la coca
Según el economista Felipe Tascón, para analizar el fenómeno de la coca habría que entender por qué los campesinos la siembran. Son varias razones.
La primera la denomina expulsión campesina. Como no se ha dado un reparto de tierras equitativo, algunos campesinos se vieron obligados a emigrar hacia baldíos selváticos y montañas de alta pendiente, como el Alto Mira.
Y estos suelos – es la segunda razón – tienen una vocación agrícola distinta a los cultivos tradicionales; en cambio se adaptan muy bien a la coca.
Además esta planta les permite a los campesinos ingresos constantes cada dos meses (son 6 cosechas al año) distinto a otros cultivos más lentos.
Al transformar una arroba de hoja de coca en pasta base, por cierto, el volumen de un bulto de hoja de coca queda reducido a una pequeña bola de pasta que se puede tomar con una mano. Eso significa que el resultado de una cosecha se pueda transportar en un morral; una ventaja en zonas sin carreteras.
De ahí que Tascón plantee que en la sustitución se debe replicar, con los nuevos cultivos, el modelo de la coca. “El cacao lo permite”.